miércoles, 1 de octubre de 2008

¿Podria McCain con la economía? / Paul Krugman

El plan de rescate presentado el domingo es mucho mejor que la propuesta planteada primero por Henry Paulson, lo suficientemente mejor como para ser aprobado. Pero no es lo que realmente se llamaría un buen plan, y no pondrá fin a la crisis

Son las tres de la mañana de un día de los primeros meses de 2009, y el teléfono repica en la Casa Blanca. Varios grandes fondos de cobertura están a punto de irse a pique, dice la voz en la línea, y es probable que surja el caos cuando abran los mercados.

¿En quién confiaría para tomar esa llamada?

No es melodrama. El plan de rescate presentado el domingo es mucho mejor que la propuesta planteada primero por Henry Paulson, lo suficientemente mejor como para ser aprobado. Pero no es lo que realmente se llamaría un buen plan, y no pondrá fin a la crisis. Lo más probable es que el próximo presidente tenga que enfrentar emergencias financieras mayúsculas.

¿Qué sabemos entonces de la preparación que tienen los dos hombres con más probabilidades de recibir esa llamada? Bueno, Barack Obama parece bien informado y sensato en materia de economía y finanzas. Por el otro lado, John McCain me da miedo.

En cuanto a Obama, es una pena que no haya mostrado más liderazgo en el debate en relación con el plan de rescate, optando en cambio por dejar el asunto en manos de los congresistas demócratas, especialmente Chris Dodd y Barney Frank.

Pero tanto Obama como los congresistas demócratas están rodeados de asesores conocedores y de mente clara, con administradores de crisis experimentados como Paul Volcker y Robert Rubin siempre a la mano.

Luego está el atemorizante McCain, más atemorizante ahora que hace apenas unas semanas.

Desde hace tiempo estamos enterados, claro, de que McCain no sabe mucho de economía; él mismo lo ha dicho, aunque también ha negado haberlo dicho. Eso no importaría mucho si se rodeara de asesores adecuados, pero no es así.

Recuerde, su principal mentor en economía es Phill Gramm, el “archidesregulador”, que tuvo especial cuidado durante sus días en el Senado en impedir la supervisión de los derivados financieros, los mismos instrumentos que hundieron a Lehman y AIG y llevaron a los mercados de crédito al borde del colapso.

Gramm no ha tenido un papel oficial en la campaña de McCain desde que tachó a Estados Unidos de una “nación de llorones”, pero sigue siendo considerado una opción viable para secretario del Tesoro.

Y el año pasado, cuando la campaña de McCain anunció que el candidato había reunido “una colección impresionante de economistas, profesores y prominentes líderes conservadores” para asesorarlo en materia de política económica, ¿quién fue destacado de entre ellos? Kevin Hassett, coautor de Dow 36,000, el libro que pronostica un ascenso a ese nivel del principal indicador de la bolsa de Nueva York. Con mencionar eso basta.

Ahora, la escasa calidad de los asesores de McCain refleja en buena medida la precaria condición intelectual de su partido. ¿Se había registrado alguna vez una propuesta económica más patética que la sugerencia de los representantes republicanos de tratar de resolver la crisis financiera eliminando los impuestos a las ganancias de capital? (Por definición, las instituciones financieras que sufren problemas no tienen ganancias de capital para ser gravadas).

Pero incluso el presidente Bush, en el ocaso de su administración, ha recurrido a gente relativamente sensata para tomar decisiones económicas: no soy fan de Paulson, pero representa un amplio avance respecto de su predecesor. A estas alturas, uno no puede dejar de sospechar que una administración McCain nos haría añorar la competencia de la era Bush.

Sin embargo, la verdadera revelación de las últimas semanas ha sido lo erráticas que son las opiniones de McCain en materia económica. En un momento parece tener opiniones muy firmes, pero apenas unos días después toma una dirección totalmente distinta.

De este modo, el 15 de septiembre declaró —por al menos 18 ocasión este año— que “los fundamentos de nuestra economía son fuertes”. Esto fue un día después del derrumbe de Lehman y la toma de control de Merrill Lynch, con lo que la crisis financiera entró a una nueva y más peligrosa etapa.

Tres días después declaró que los mercados financieros estadounidenses se habían convertido en un “casino”, y señaló que él despediría al titular de la Comisión de Mercados y Valores, lo cual, por cierto, no entra en los poderes del presidente.

Y luego encontró un nuevo conjunto de villanos: Fannie Mae y Freddie Mac, las hipotecarias respaldadas por el gobierno. (Aunque se registraron algunos verdaderos escándalos en Fannie y Freddie, éstas tuvieron un papel menor entre las causas de la crisis, pues la mayor parte de los créditos realmente incobrables provinieron de firmas privadas).

Y asumiendo una actitud moralista acusó a otros políticos, incluyendo a Obama, de estar bajo la influencia financiera de Fannie y Freddie. Resultó que una firma propiedad de su propio jefe de campaña recibió pagos de Freddie hasta el mes pasado.

Luego Paulson presentó su plan, y McCain participó activamente en el debate. No obstante, reconoció, varios días después de que el plan fue presentado, que de hecho no había leído el proyecto, que constaba sólo de tres páginas. Bueno, creo que entiende lo que quiero decir.

Resulta entonces que la economía moderna es un sitio peligroso, y no es la clase de peligro que se puede enfrentar hablando fuerte y denunciando a los maleantes. ¿Tiene McCain el juicio y el temperamento para realizar esa parte del trabajo que está buscando?

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