domingo, 5 de octubre de 2008

Todas las miradas apuntan a Bush y Greenspan / Javier Lojo

La situación internacional es compleja.

Y tiene que quedar algo muy en claro: la Argentina no va a quedar fuera de este escenario. El golpe al modelo K vendrá derecho sobre uno de sus pilares: la recaudación vía retenciones a las exportaciones.

El sistema financiero local no sufrirá la caída de bancos como se observa en los Estados Unidos y Europa, pero la economía real sufrirá ajustes que terminarán llegando al bolsillo de todos nosotros. Sólo es una cuestión de tiempo.

Pero ¿cómo se inicia está crisis y cuándo se sentirá en nuestro país?

Vayamos por partes.

El premio Nobel de economía Joseph Stiglitz publicó hace poco una columna en el diario “Financial Times” responsabilizando al presidente George W. Bush y al titular de la Reserva Federal, Alan Greenspan, del colapso inmobiliario que reventó bancos y la bolsa de valores.

Ambos manipularon la economía para crear la imagen de una falsa prosperidad. El texto de Stiglitz se titula “La hora de la verdad para EE. UU.” y revela que la crisis estalló pero no se ha desarrollado del todo.

Es importante tomar los conceptos de este economista para comprender el problema.

Todo se remonta a la recesión del 2001.

Con el apoyo de Greenspan, el presidente Bush impulsó un recorte fiscal diseñado para beneficiar a los estadounidenses más ricos, pero no para sacar a la economía de la recesión que vino después de que se reventara la burbuja de internet. Ante ese error, la Reserva no tenía muchas opciones si deseaba cumplir su mandato de conservar el crecimiento y el empleo.

La economía creció, pero principalmente debido a que las familias estadounidenses se decidieron a endeudarse más para refinanciar sus hipotecas y gastar parte del excedente. Y mientras los precios de las viviendas aumentaron como resultado de las tasas de interés más bajas, los norteamericanos pudieron ignorar su endeudamiento creciente.

"Ni siquiera eso estimuló lo suficiente a la economía. Para lograr que más personas pidieran préstamos, se redujeron las condiciones de los créditos, lo que promovió el crecimiento de las llamadas hipotecas basura.

Además, se inventaron nuevos productos que rebajaron los montos de los enganches, lo que facilitó a las personas solicitar hipotecas mayores.

"Algunas hipotecas incluso tenían amortización negativa: los pagos no alcanzaban a cubrir los intereses, de forma que cada mes la deuda crecía más. Las hipotecas fijas, a tasas de interés del 6%, fueron sustituidas por hipotecas de tasa variable, cuyos intereses estaban ligados a las letras del Tesoro de corto plazo.

"Las llamadas 'tasas señuelo' permitían pagos aún más bajos durante los primeros años. Eran señuelos porque partían del hecho de que muchos deudores

no eran sofisticados financieramente y no entendían en realidad en lo que se estaban metiendo.

"Y Alan Greenspan los alentó a que se arriesgaran promoviendo estas hipotecas de interés variable. El 23 de febrero de 2004 señaló que en la última década muchos propietarios de viviendas podrían haberse ahorrado miles de dólares si hubieran contratado hipotecas de tasa variable en lugar de hipotecas de tasa fija".

La burbuja de los precios de la vivienda finalmente se reventó y, con la caída de los precios, algunas personas se han encontrado con que sus hipotecas son superiores al valor de sus casas.

Otros descubrieron que, con el

aumento de los intereses, sencillamente ya no podían hacer sus pagos. Demasiados estadounidenses no crearon un colchón en sus presupuestos y las compañías hipotecarias, concentradas en los derechos que generaban las nuevas hipotecas, no los instaron a que lo hicieran.

Así como fue predecible el colapso de la burbuja inmobiliaria, también lo son sus consecuencias: la construcción de viviendas y los precios de las existentes están disminuyendo y los inventarios están aumentando.

Según algunos cálculos, más de las dos terceras partes del aumento de la producción y el empleo en los últimos seis años han estado relacionadas con los bienes raíces, lo que refleja tanto las nuevas viviendas como los créditos obtenidos con viviendas como garantía para utilizarlos en excesos de consumo.

La burbuja inmobiliaria indujo a los norteamericanos a vivir con más de lo que tenían. Al apagarse este motor del crecimiento, es difícil imaginar que la economía estadounidense no sufra una desaceleración. Un regreso a la salud fiscal será bueno a largo plazo.

Hay un viejo adagio que dice que los errores de las personas perduran mucho después de que ellas ya no están. Eso es muy cierto en el caso de Greenspan y lo será en el de Bush.

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