domingo, 23 de noviembre de 2008

Cómo combatir la crisis financiera / Henry Paulson*

Estamos atravesando una crisis financiera más severa e imprevisible que ninguna otra que hayamos vivido antes. Hemos visto los hundimientos, o el equivalente a un hundimiento, de Bear Stearns, Lehman Brothers, Wachovia, Fannie Mae, Freddie Mac y AIG. Cada uno de ellos por sí mismo podría tener unas consecuencias tremendas. Pero nos los hemos encontrado uno detrás de otro, con lo que nuestro sistema financiero se paralizó y dañó seriamente la economía.

En septiembre, el Gobierno se topó con una crisis sistémica.Después de meses aprovechando al máximo la autoridad que ya teníamos, pedimos al Congreso un paquete de rescate integral para que pudiéramos estabilizar el sistema financiero y miminizar los daños adicionales a la economía.

Cuando esa iniciativa legislativa resultó aprobada el 3 de octubre, la crisis del mercado mundial estaba tan extendida y agravada que tuvimos que proceder con rapidez y tomar medidas vigorosas para estabilizar el sistema financiero y conseguir que los créditos fluyeran de nuevo. Nuestro propósito inicial fue fortalecer a la banca adquiriendo hipotecas ilíquidas y títulos relacionados con ellas. Pero la gravedad y la magnitud de la situación habían empeorado hasta tal punto que un programa de compra de activos ya no iba a ser suficientemente eficaz ni suficientemente rápido.Por eso, haciendo uso de la autoridad que nos otorgó el Congreso, nos apresuramos a poner en marcha un programa de inyección de capital de 250.000 millones de dólares, previendo desde el principio que le seguiría un programa de compra de activos tóxicos.

No existe ningún guión para responder a una vorágine con la que jamás nos habíamos enfrentado. Ajustamos nuestra estrategia para que reflejara los nuevos datos de una severa crisis de los mercados, sin dejar nunca de perder de vista nuestro objetivo; estabilizar un sistema financiero que es esencial para la vida cotidiana de todos los estadounidenses. A mediados de octubre, nuestras actuaciones, en combinación con la garantía que extendió la Corporación Federal de Garantía de Depósitos sobre la deuda emitida por las instituciones financieras, nos ayudaron a satisfacer la primera prioridad importante, que era estabilizar de forma inmediata el sistema financiero.

Mientras estudiábamos la mejor forma de emplear el dinero que quedaba para el Programa de Rescate de los Activos Tóxicos, valoramos cuidadosamente las incertidumbres que rodeaban al deterioro de la situación económica en Estados Unidos y en el resto del mundo.Los últimos informes económicos ponen de relieve los retos a los que nos enfrentamos. El Producto Interior Bruto (PIB) del tercer trimestre (que concluyó el 30 de septiembre, tres días antes de que se aprobara el plan de rescate) decreció un 0,3%.La tasa de desempleo alcanzó en octubre unos niveles que no habíamos visto desde mediados de los 90. Los precios de la vivienda en 10 ciudades importantes han caído un 18% respecto al año pasado.Las cifras de ventas de automóviles se hundieron en octubre, hasta constituir una tercera parte menos que hace un año. La desaceleración de las economías europeas ha sido todavía más drástica.

Siempre he dicho que la caída del mercado inmobiliario se halla en la raíz de la recesión económica y de la depresión de nuestros mercados financieros. Y la economía, ahora que se ralentiza todavía más, amenaza con prolongar esta caída, así como la presión sobre nuestras instituciones y mercados financieros.

Un programa de adquisición de activos tóxicos, para ser efectivo, requeriría una enorme asignación de dinero. A mediados de septiembre, antes de que empeoraran las condiciones económicas, las compras de activos tóxicos por valor de 700.000 millones de dólares habrían tenido un impacto significativo. Pero la mitad de esa suma, sencillamente no constituye una potencia de fuego suficiente.

Si algo hemos aprendido a lo largo de este año, es que esta crisis financiera es imprevisible y difícil de contrarrestar. Decidimos que era prudente reservar el dinero de nuestro plan de rescate, para mantener no sólo nuestro margen de maniobra, sino también el del próximo gobierno.

El actual programa de compra de capital por valor de 250.000 millones es una potente medicina para nuestras instituciones financieras. Un mayor capital permite a los bancos asumir las pérdidas cuando amortizan por depreciación o venden activos tóxicos.Y una capitalización más fuerte es esencial para incrementar los préstamos, lo cual es, a su vez, vital para la recuperación económica. Hace no mucho me hicieron dos preguntas. La primera: «El Congreso le otorgó la potestad que solicitaba, y lo único que ha hecho la economía ha sido empeorar, ¿qué es lo que falló?».Y la segunda: «Si la vivienda y las hipotecas son la raíz de nuestras dificultades económicas, ¿por qué no ataca directamente esos problemas?»

La respuesta a la primera pregunta es que el propósito de la iniciativa legislativa que promovió el rescate financiero era estabilizar y fortalecer nuestro sistema financiero. No es una panacea que vaya a resolver todos nuestros problemas económicos.La crisis de nuestro sistema financiero ya se había extendido por el conjunto de la economía. Pero la recuperación llegará mucho más rápido que si no hubiéramos utilizado el plan de rescate para estabilizar el sistema. Si el Congreso no nos hubiera autorizado a poner en práctica el plan de rescate y el programa de compra de capitales, y nuestro sistema financiero hubiera permanecido cerrado en sí mismo, hoy nuestra situación económica sería mucho peor.

La respuesta a la segunda pregunta es que permitir el acceso a préstamos hipotecarios menos gravosos es lo primero que podemos hacer para frenar la caída del mercado inmobiliario y reducir el número de ejecuciones de hipotecas. Junto con nuestro programa de inyección de capital en los bancos, las iniciativas que hemos tomado para estabilizar y reforzar a Fannie Mae y Freddie Mac, y a través de ellas incrementar el flujo del crédito hipotecario, van a estimular los préstamos. También estamos trabajando mano a mano con el Departamento de Desarrollo Urbano e Inmobiliario, la Corporación Federal de Garantía de Depósitos y otras entidades para reducir el número de ejecuciones evitables.

Estoy muy orgulloso de las decisivas actuaciones que han emprendido el Departamento del Tesoro, la Reserva Federal y la Corporación Federal de Garantía de Depósitos para estabilizar nuestro sistema financiero. Hemos hecho lo que era necesario a medida que cambiaban los acontecimientos y las circunstancias del mercado y la economía, ajustando nuestra estrategia para enfrentarnos de forma más efectiva a la crisis. Hemos mantenido a salvo el margen de actuación del presidente electo Barack Obama y el nuevo secretario del Tesoro para que acometan los retos que les presenten la economía y los mercados de capitales.

Cuando el nuevo Gobierno se enfrente a los difíciles desafíos que tiene ante sí, dispondrá de dos ventajas importantes: un sistema bancario notablemente más estable, donde el hundimiento de un gran banco ya no supone una preocupación acuciante; y los recursos, la autoridad y los programas necesarios para tratar las futuras necesidades de capital y liquidez de las entidades de crédito.

Al desarrollar estas nuevas herramientas y estos nuevos programas para restaurar el vigor de nuestras instituciones financieras, los mercados financieros y el flujo de créditos determinarán en gran medida la velocidad y la trayectoria que tomará nuestra recuperación económica. Tengo confianza en que ésta culminará con éxito, porque nuestra economía es flexible y resistente, y está arraigada en el espíritu emprendedor y la productividad del pueblo estadounidense.

*Henry M. Paulson es secretario del Tesoro de Estados Unidos

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