lunes, 17 de noviembre de 2008

¿A dónde va la economía española? / Luis de Guindos

De nuevo un pesimismo prácticamente sin límite. Los datos recientes de la economía española ponen de manifiesto que la contracción de la producción se acelera sobre un tercer trimestre que ya muestra tasas de crecimiento negativas según acaba de avanzar el INE. Y, lógicamente, los malos datos que se van produciendo tienen un impacto sobre las expectativas de los agentes y las proyecciones para el año 2009.

El FMI ha recortado, en el plazo de un mes, su proyección de crecimiento para España hasta un 0,7% negativo, lo que supone medio punto menos. Este empeoramiento sucede además en un entorno internacional incierto y extremadamente volátil, que no sólo afecta a los mercados de renta variable, sino también a las materias primas y al tipo de cambio del dólar.

En resumen, el temor y la realidad de la recesión se hacen evidentes y además se proyecta que la misma va a ser bastante generalizada, abarcando también a los países en desarrollo, que hasta hace poco tiempo parecían a buen recaudo de la crisis.Incluso se piensa que el ajuste puede acabar siendo más duro en Europa que en los propios Estados Unidos, como apuntan la caída del euro y los indicadores de los mercados de crédito.

El temor de una crisis global es lo que está llevando a los bancos centrales a reducir tipos de forma intensa en prácticamente todas las áreas geográficas del mundo, y en algunos casos, como el del Banco de Inglaterra, con bajadas claramente extraordinarias, como la última realizada, de un punto y medio.

Este es el entorno en el que se mueve la economía española, que está viviendo su ajuste más brusco en décadas. Hemos pasado de un crecimiento trimestral del 0,6%, que es un registro bastante elevado, a finales del año pasado, a mostrar una contracción sólo tres trimestres después.

Así, vamos a ver cómo la economía española entra en recesión técnica en el último semestre del año puesto que los indicadores disponibles del cuarto trimestre auguran que el ajuste se acelera con respecto al tercero. Esta caída de la actividad presenta además elementos diferenciales especialmente preocupantes respecto al resto de la zona euro.

Primero, está siendo mucho más intensiva en destrucción de empleo.Ello provoca que la crisis se perciba como más grave en nuestro país que en los vecinos. El dato de paro registrado y de afiliaciones a la Seguridad Social del mes de octubre puede que haya sido la peor noticia desde el inicio de la crisis.

Se pone de manifiesto que nuestro modelo de crecimiento, que fue muy intensivo en empleo, también lo va a ser en su destrucción, ahora que se da la vuelta.La caída de la demanda doméstica y el derrumbe de la construcción están teniendo, y van a tener, un impacto sin precedentes en el mercado laboral.

En segundo lugar, nuestras cuentas públicas están mostrando un ajuste que va mucho más allá de lo habitual en las fases bajistas previas del ciclo. Este año, el conjunto de las Administraciones Públicas verá como su saldo se deteriora en casi cinco puntos del PIB respecto al ejercicio anterior, y puede que el año que viene nos vayamos aproximando a déficit públicos similares a los registrados a mediados de los 90.

El empeoramiento puede llegar a ser dramático en los entes territoriales, comunidades autónomas y ayuntamientos, que pueden enfrentarse no sólo a un déficit galopante sino a dificultades de financiación sin precedentes dada la avalancha de emisiones de deuda pública a realizar en los próximos meses en el mundo. Además, parece cada vez más claro que si la destrucción de empleo continúa a estos ritmos, la Seguridad Social verá como su superávit se evapora, planteando otra vez dudas sobre su sostenibilidad en un horizonte amenazadoramente corto.

Por último, podemos tener un impacto más intenso sobre nuestro sistema bancario. Hasta el momento, la banca española ha mostrado un comportamiento diferencialmente positivo frente a sus competidores europeos, tal como reflejan sus resultados y la propia cotización en bolsa de sus acciones. Sin embargo, en un entorno de recesión y de destrucción muy rápida del empleo, los índices de morosidad pueden incluso acelerar su mala evolución reciente e ir erosionando los diferenciales de rentabilidad de nuestros bancos y cajas.

Por decirlo de otro modo, el mayor riesgo para nuestro sistema financiero deriva de una extensión, a lo largo de varios trimestres, de las caídas de actividad y empleo que se están dando actualmente.

El principal soporte de la economía española vendrá, sin embargo, de que la recesión llevará a una moderación sin precedentes de la inflación, que en mi opinión se va a acercar al 2% con una velocidad inusitada. Esta mejora de la inflación tendrá un efecto muy positivo sobre la renta real disponible de las familias.

A este efecto se añadirá el de la bajada de los tipos de interés que nos va a continuar proporcionando el BCE y su traslación paulatina a las cuotas que las familias pagan por sus hipotecas y a los costes financieros de las empresas. Dado el elevado nivel de endeudamiento de las familias y empresas españolas, la reducción de los tipos se va a convertir en una ayuda importante en la mejora de la renta real de los hogares y de los resultados empresariales.

Sin embargo, estos dos efectos indudablemente positivos no van a ser suficientes para compensar las fuerzas depresivas a las que se enfrenta la economía española. La nueva financiación va a ser cara y escasa para todos los agentes, ya sean públicos o privados. El ajuste a la baja de los precios de los activos va a continuar indefectiblemente, y nuestra pérdida acumulada de competitividad puede hacerse evidente en el peor momento del entorno internacional, cuando más necesario sería contar con un tirón de las exportaciones.

Todo ello puede convertir el año 2009 en el más negativo de los últimos 50. Se trata de evitar que destruyamos gran parte de la prosperidad acumulada por la sociedad española desde 1996. A ello deberíamos contribuir todos los españoles. Esperemos que no nos demos cuenta demasiado tarde.

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