lunes, 17 de noviembre de 2008

El FMI tiene los días contados

WASHINGTON.- Es imposible refundar el capitalismo en un fin de semana, como pretendían, entre otros, los líderes británico y francés. Gordon Brown aventuró un nuevo Breton Woods, mientras que Nicolas Sarkozy habló de la «cumbre para la reforma del capitalismo». Otra cosa es que el tremendo fracaso del actual modelo económico y financiero fuerce una renovación en profundidad de las instituciones que han regido -con nulo éxito- el sistema en el último medio siglo.

Es innegable que, al menos, se da el contexto necesario para emprender ambiciosas reformas. Estas suelen ser el resultado de grandes crisis y nos encontramos ante una de ellas. Probablemente, la peor desde 1929.

En el centro de todas las miradas se encuentra el FMI, el organismo internacional más preparado para jugar un mayor papel en la supervisión del sistema financiero mundial. Una de las ventajas de situar al Fondo en el centro de las reformas es que están representados casi todos los países del mundo, por lo que es más inclusivo que otros foros como el G-8, o el propio G-20.

Sin embargo, no existe una visión compartida sobre cuál debe ser su rol y hasta qué punto deben expandirse sus poderes. Las agendas y objetivos de los diferentes actores antes de la cumbre son bastante diferentes, por lo que todo apunta a que se buscará alcanzar un mínimo denominador común. EEUU no parece muy dispuesto a ceder su soberanía en el control de su sistema financiero -el más importante del mundo y causante de la presente crisis- a ningún órgano de dimensión internacional.

El Reino Unido parece más dispuesto a hacerlo, pero no tanto como los estados de la zona euro, que quieren establecer controles más férreos sobre las instituciones financieras internacionales. China, por su parte, parece interesada en contribuir lo mínimo posible al FMI para continuar manipulando a su antojo el valor de su moneda, mientras Arabia Saudí y Rusia quieren continuar invirtiendo sus fondos soberanos donde quieran, sin cortapisas.

Entre las pocas propuestas concretas que se han lanzado, figura la de crear un sistema de alerta que tendría como objetivo prevenir sobre posibles crisis internacionales, realizada por Gordon Brown.Sin embargo, a pesar de no necesitar una transferencia significativa de soberanía, no cuenta tampoco con una aprobación generalizada.

El presidente del FMI no la ve, de momento, con buenos ojos.«He oído cosas contradictorias al respecto. No creo que puedas tener un mecanismo de luces rojas y verdes y, a veces, de vez en cuando, la luz pasa del verde al rojo», ha declarado Strauss-Kahn.En todo caso, parece claro que la mayoría de participantes en la cumbre creen que otros organismos, como el Banco Mundial, no forman parte de la solución a los problemas actuales. Ahora bien, el clima actual favorable a las reformas sí podría suponer un empujón para realizar cambios en esta institución que responden a dinámicas internas.

En cambio, una de las consecuencias de la crisis puede ser que el G-20 asuma un mayor protagonismo como foro internacional de consulta y cooperación en detrimento del G-8, que muchos analistas consideran desfasado ante la nueva realidad económica mundial.De ser así, el Gobierno español deberá emplearse a fondo para buscar un mecanismo de participación estable en la institución, pues no siempre podrá contar con la generosidad del gobierno francés para cederle una silla.

De hecho, los países emergentes incluidos en este grupo pretenden elevar el rango de las reuniones del G-20 para que a ellas acudan jefes de Estado y de Gobierno, en lugar de ministros de Economía, como en la actualidad. El ministro de Economía brasileño ha dejado muy claro que uno de sus objetivos principales es que las economías emergentes cuenten con mayor voz y voto en los foros económicos internacionales.

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