domingo, 2 de noviembre de 2008

La crisis y los planes para cambiar el mundo / Enrique Mora*

Las crisis, las duras, son una buena excusa para cambiar el mundo.Provocan la necesaria predisposición psicológica. Y la que estamos viviendo sobra para alentar esa predisposición. De hecho, hay un auténtico clamor en los medios de comunicación y entre los responsables políticos a favor de cambios radicales. La reunión del G-20 el próximo día 15 debería dar el pistoletazo de salida.Se habla de un «nuevo Bretton Woods» y de «refundar el capitalismo».Pero si nos quedamos ahí, en la parte puramente financiera, la reforma será insuficiente y no abordará la auténtica carencia: la necesidad de crear mecanismos mundiales de gobierno y gestión. No sólo de lo económico sino, ante todo, de lo político. Si resolvemos lo segundo, lo primero vendrá dado. Y la necesidad de abordar esa carencia estaba presente mucho antes de que esta crisis estallara.

El consenso general apunta tres razones para lo que está sucediendo:

1.- La abundancia de dinero por los bajos tipos de interés, a veces inferiores a la inflación. Euros a noventa céntimos. El resultado es una burbuja de activos de las que la inmobiliaria ha sido la más visible, pero no la única. Restablecer esos activos en precios más en consonancia con su valor intrínseco va a ser un proceso doloroso, en particular para los inversores/compradores de última hora.

2.- El excesivo apalancamiento financiero. Apalancarse es invertir con dinero prestado. Si compro un piso por 200.000 euros y en dos años lo vendo por 300.000 (¿les suena la música?) tendré una rentabilidad anual del 25%. Si de los doscientos, 150.000 son prestados al 4% de interés, al cabo de dos años devolveré 162.000 al banco. Mi inversión de 50.000 euros habrá producido 88.000. Un 88% de rentabilidad anual. Cuando hay inflación de activos el apalancamiento es un gran negocio. Cuando las cosas cambian es una trampa letal. Bear Stearns, el primer banco en caer de la ahora difunta banca de inversión norteamericana, tenía un apalancamiento de 30 a 1. Ahora hay que dar marcha atrás y reducir drásticamente el apalancamiento. Suprimiendo inversiones y no haciendo otras nuevas. Cuando no hay inversión, hay paro.Es ese el mecanismo por el que la crisis financiera se traslada a la economía real. Y ya está sucediendo.

3.- La utilización de instrumentos financieros demasiado complejos para navegar entre ellos con los mecanismos clásicos de gestión de riesgos. Muchos inversores, institucionales incluidos, no sabían que estaban adquiriendo productos con respuesta potencial desmesurada a pequeñas variaciones en las condiciones de mercado.Y la gestión del riesgo utilizada no podía indicárselo. Perfectas mariposas de la teoría del caos aleteando en muchas carteras de inversión.

Estas son las razones técnicas. Las reales son mucho más sencillas de entender: la irresponsabilidad (inundación de liquidez a bajo interés), la codicia (apalancarse sin freno) y la incompetencia (no saber con lo que se está jugando). Para resolver esto probablemente basta con una regulación inteligente. No hace falta refundar el capitalismo. Pero es que el problema es otro.

Esta es una crisis de la globalización. Esta ha hecho que el virus se haya transmitido a velocidad de vértigo de EEUU a Europa y a las economías emergentes. La globalización no es sólo un fenómeno económico, es sobre todo político. Y en ese campo, lo que tenemos desde hace unos años es una vuelta de la geopolítica, de las relaciones de poder entre Estados. Globalización y geopolítica casan mal. Si queremos salvar la primera tenemos que limitar la segunda. Y eso sólo se podrá hacer con mecanismos globales de regulación y gobierno acordados entre todos. Hacer de un mundo multipolar un mundo multilateral.

Para ello ya no bastará la solución occidental. No bastará decir «no os preocupéis chinos o brasileños, por fin comprendemos y vamos a ampliar el G-8 y lo que sea necesario; os vais a sentar con nosotros en todas las mesas, igual hasta resolvemos pequeños detalles como que el Benelux tenga más votos que China en el FMI. Eso sí, todo en el marco de la forma americano-europea de hacer la cosas, como toda la vida». Me temo que esta vez eso no va a bastar y que el futuro pasará por otra forma de hacer las cosas que ya no será exactamente la nuestra.

*Enrique Mora es diplomático y trabaja en el Consejo de la Unión Europea

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