lunes, 3 de noviembre de 2008

Las finanzas y la política / Ángel Tomás Martín*

Resulta sorprendente que se haya ignorado el inevitable estallido de la burbuja financiera mundial, cuando la economía de mercado dirigía sus apetencias de lucro casi exclusivamente hacia la actividad inmobiliaria, obviando la agricultura, la industria y los servicios. Tenía que desembocar irremediablemente en una crisis generalizada y en especial en España, con una intensidad probablemente más aguda que las sufridas desde la Gran Depresión del 29, hasta la última tecnológica del 2000.

La política financiera globalizada ha sido incapaz de regularse por sí misma, ni se ha operado el control adecuado por los Bancos Centrales. No olvidemos que éstos últimos, y el Banco de España en especial, cuentan con un equipo de inspección financiera de alta preparación, profesionalidad y experiencia, pero que sólo opera por mandato superior, y dentro de las normas puntuales a las que habrán de acogerse.

Nos preguntamos por lo tanto, ¿por qué ha permitido el Banco Central una política tan equivocada a las entidades de crédito?. Una actividad dirigida de manera predominante hacia el sector de la vivienda (construyendo muy por encima de la demanda), y un movimiento interbancario internacional sin orden ni concierto, bien lo merecían.

Unas turbulencias tan intensas en el sistema financiero, han ocasionado un gran deterioro en la economía, que siempre en estas crisis devienen en paro con inflación (estanflación), contracción del crédito y, como consecuencia inevitable, contención del consumo.

Todo ello ocasiona una disminución de los rendimientos empresariales, que faltos de tesorería, hacen imposible la innovación, la investigación y la competitividad. El agravamiento de la balanza de pagos, y la disminución de la recaudación estatal, son otras dos consecuencias inevitables.

Los excesos cometidos durante el tiempo de bonanza han sido también descontrolados; surgen los empresarios mediocres que la crisis hará desaparecer, y la morosidad ocasionada por las llamadas hipotecas subprime y la disminución del consumo, la elevarán a cotas peligrosas.

Y tal cúmulo de desaciertos, ¿cómo han sido permitidos por las autoridades económicas y financieras?, ¿cuánto tiempo será necesario para que el sistema financiero se corrija y estabilice, y cuánto para que la economía pueda superar su actual estado de deterioro?

Hemos de aprender de una vez por todas, que la economía de mercado necesita de controles que mantengan los ratios financieros y los excesos empresariales dentro de unos márgenes lógicos; que la libertad absoluta de mercado ha demostrado su peligrosidad y, que una política económica de mercado no es incompatible con unos controles inteligentes y con visión de futuro.

Con toda probabilidad estamos ante un cambio estructural a nivel mundial que suele surgir, si estudiamos las crisis del siglo pasado, al pincharse una burbuja originada por un mercado alocado atraído por beneficios extraordinarios, que normalmente se convierten en pánico colectivo.

La solución al problema financiero puede corregirse en un periodo mucho más corto que la crisis económica. Reponer dinero es mucho más fácil que reponer e impulsar empresas.

Y, aquí surge el gran cambio estructural. Los políticos de las grandes potencias han acudido con presteza a inyectar dinero a los operadores financieros, y sin duda obtendrán su regeneración en un periodo razonable. Naturalmente mediante algo a cambio, el control sobre el sistema financiero, y como consecuencia el poder político absoluto. Ya nadie podrá decir que las finanzas nada tienen que ver con la política. Los grandes financieros acaban de pasar a la historia, han surgido los político-financieros, un poder, de momento imbatible, pero con un futuro incierto. Sólo si se les exige a los políticos unos profundos conocimientos y espíritu financieros, podría obtenerse el éxito. Pero si por el contrario, la dirección político-económica de los Estados carece de eficacia y sabiduría económica, el fracaso estará nuevamente asegurado.

Una economía sometida por intereses políticos, es una filosofía de corto recorrido. Los gobiernos deben aprenderse de una vez que sin un colectivo empresarial sólido, dinámico y creativo, ninguna estructura se mantiene.

*Ángel Tomás Martín es economista y empresario español

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