miércoles, 26 de noviembre de 2008

Las subprime turísticas / Alberto Inglés

La mayoría de los constructores decidieron invertir sus beneficios de la última década en la construcción de un hotel, unos en gran medida obligados por la Ley del Suelo, muchos otros por una simple intuición de que la burbuja financiero-inmobiliaria al final saltaría por lo aires y la construcción del hotel serviría de inversión y porque no, de trabajo y una forma de ganarse la vida para sus hijos en el futuro.

Pero a estos constructores nadie les contó que la estacionalidad del turismo dramatiza brutalmente la cuenta de resultados a final de año. La mayoría de todos estos nuevos lujosos hoteles, nacieron pequeños, menores de 200 unidades, y en el caso de Murcia, a la sombra de una falsa conciencia turística de huir de los grandes hoteles de La Manga llenos de abuelos todo el invierno, y que ahora todo el mundo vuelve a envidiar.

Lo que nadie les contó es que para mantener la rentabilidad se verían obligados a trabajar en el segmento del lujo que confundían con calidad, por lo tanto, a cobrar tarifas altas en comparación con otros destinos y otros hoteles de más de 350 habitaciones del mismo destino ¿qué ocurre cuándo el sector del lujo o clientes de pasta huye por motivos como recesión económica o por la variación del tipo de cambio? pues que la diferenciación por dar servicios a clientes de pasta cae en picado y los estándares de calidad de las personas se reajusta, es decir, nadie esta dispuesto a pagar más, por más o menos lo mismo.

Wal-Mart, el Carrefour americano, tiene detectado que el principal cliente de su departamento de textil es aquel de renta media-alta, es decir, el que compra la camiseta de algodón a 2 dólares entiende que es de suficiente calidad para combinarla con su corbata Loewe de 300 dólares y se evita gastarse otros 300 en una camiseta de algodón de la misma marca.

Lo mismo está ocurriendo en el sector hotelero de sol y playa, los sistemas de calidad han reajustado la percepción de la oferta y nadie está dispuesto a pagar más por más o menos lo mismo. Todo esto se agudiza en un entorno de recesión, por lo que el que tiene determinada su estrategia competitiva por la diferenciación en el lujo, tiene que reajustar su estrategia porque son muchos hoteles y pocos clientes los que están dispuestos a pagar mucho por algo.

En la mayoría de los casos invirtieron cantidades ingentes de dinero en materiales de construcción nobles pensando que le daría la diferenciación, es decir valor añadido y posibles compradores en caso de venta, cuando el valor de un hotel en gran medida se establece por el número de habitaciones y la potencial rentabilidad de las mismas, y por donde se encuentre ubicado.

En muchos casos estos constructores, no cayeron que no había que dejar tan solo el 25% de suelo libre para uso hotelero, y fueron generosamente milimétricos en construir más apartamentos y menos generosos en invertir en habitaciones de hotel, por lo que en un momento de bajada de precios generalizada con un calidad estandarizada del servicio, le es muy difícil aprovechar economías de escala por volumen, con lo que el ajuste de costes no hay quien lo cuadre.

Ceder suelo gratis y dar incentivos fiscales a los hoteleros actuales es la única manera de salir de la recesión vía liderazgo en costes, porque es la única manera de generar economía de escala y reducir los apalancamientos operativos y financieros para que los hoteles actuales entren en rentabilidad es decir, una huida hacia adelante bien orquestada.

Las subvenciones para reformas que generen valor añadido, tendrían que ser a fondo perdido porque sino no habrá diferenciación y será imposible cobrar un euro más por la calidad normalizada.

Por último, hay que tener presente antes de que las administraciones se opongan a este imprescindible Plan de Rescate, que tengan en cuenta que esos nuevos hoteles de esos nuevos hoteleros, son como esas personas a las que los bancos dieron hipotecas y ahora se han quedado sin trabajo y no pueden devolverlas porque no se hizo el análisis correcto de su solvencia futura, las famosas hipotecas subprime.

Pues esas hipotecas que se dieron a los nuevos hoteleros, argumentando un valor del edificio intrínsecamente relacionado con la calidad en la edificación, es decir, dando al sector hotelero un carácter meramente patrimonialista y no comercial, ahora esas hipotecas de la noche al día se han convertido en las subprime turísticas ya que aparte del inexistente valor teórico del inmueble, los constructores no podrán hacer frente a las pérdidas porque la venta de casas se ha parado.

Evidentemente, nadie explicó a los constructores, entre ellos los bancos, que el valor real del hotel en un futuro reajuste como el que estamos sufriendo, ni mucho menos se mediría por lo materiales empleados, si no por la viabilidad comercial, que solo se puede obtener con volumen, cobrando más por diferenciación o por una inigualable ubicación.

Con lo que el valor ofrecido en una posible venta del hotel será en la mayoría de los casos inferior a la hipoteca que tenga pendiente e infinitamente inferior de lo que costó, generándose un problema de difícil solución para los nuevos hoteleros y de teórica fácil solución para los bancos.

El desestimar que los hoteleros locales se vean beneficiados por las medidas que anteriormente he expuesto, es una cuestión de tiempo o de que algún político visionario vea el futuro con claridad.

Cuando las cadenas internacionales abandonen el destino y cuando los bancos se planteen ejecutar hipotecas de hoteles no rentables, es cuando todos entenderemos que este planteamiento era cierto, en los murcianos está la salvación, ya que serán las tensiones sociales, pero sobre todos los propios bancos los que antes o una vez ejecutadas dichas hipotecas y perdiendo dinero a espuertas los que ofrecerán a precio de saldo a los hoteleros de siempre el patrimonio de éstos constructores, y yo me pregunto, si será necesario llegar a esta triste situación.

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