sábado, 1 de noviembre de 2008

Remember the crack / Antonio Navalón

El 24 de octubre de 1929 el pánico invadió la esquina que forman las calles Pine Street y Wall Street. La bolsa de Nueva York había caído nueve puntos dejando a miles de inversores en bancarrota; muchos de ellos optaron por lanzarse desde los rascacielos ante la imposibilidad de saldar los créditos adquiridos.

Nadie podía sospechar la manera en que este colapso impactaría en el trazo de la economía mundial durante las siguientes décadas.

Este crac bursátil trajo consigo la desaparición definitiva de la hegemonía de la libra, el auge del comunismo y, cuatro años más tarde, la llegada al poder de Adolfo Hitler y el fascismo, así como el nacimiento del New Deal, programa establecido por Franklin Delano Roosevelt para combatir los resabios de la Gran Depresión. Hitler y Roosevelt –ambos hijos del crac– habrían de protagonizar la escena política durante la Segunda Guerra Mundial.

Finalizado el conflicto armado, la situación del orbe era crítica, miles de vidas se habían perdido y Europa se encontraba prácticamente devastada.

Era imperativo reconstruir su geografía mediante una nueva égida financiera e instalar un sistema a través del cual los países desarrollados recuperaran su estabilidad.

En julio de 1944 se reunieron 44 naciones para firmar los acuerdos Bretton Woods, creando así un régimen económico basado en la paridad dólar-oro y un nuevo orden que consolidaba a Estados Unidos como potencia: desde entonces no hay más dios que el dólar y Wall Street es su profeta.

Durante sesenta años Estados Unidos ha tenido una exitosa campaña internacional consistente en saturar con sus productos y su dinero todos los mercados; cuando otros mercados y otros dineros tienen éxito, la estrategia es absorberlos.

No obstante, Estados Unidos hasta ahora no ha sabido ser imperio más allá de su poderío económico, fundamentado en el valor de su mercado financiero y en el dólar como la unidad monetaria más importante de todos los tiempos. Los fracasos que ha tenido en materia política, militar o cultural no se han presentado en el campo económico.

Este año enfrentamos nuevamente la amenaza de un desequilibrio económico mundial. Debido a la crisis del mercado hipotecario estadounidense, parecemos nuevamente indefensos frente al bacilo de la especulación.

El último problema se originó en 2006 cuando las familias estadounidenses que contrajeron créditos hipotecarios de alto riesgo se vieron imposibilitadas a pagarlos debido al incremento en las tasas de interés, que pasaron de uno por ciento en 2001 a 5.25 en 2006.

Ochenta por ciento de la deuda de los consumidores americanos, equivalente a más de doce mil millones de dólares, corresponde a estos créditos. Sin embargo, las consecuencias más graves se presentaron a principios de agosto pasado cuando la crisis se trasladó a los mercados financieros.

La contracción bursátil provocó que en ese mes los bancos centrales de la Unión Europea, Estados Unidos, Japón, Canadá, Suiza y Australia tuvieran que inyectar más de trescientos mil millones de dólares a sus sistemas financieros para evitar el desplome de los mercados y una fuga masiva de inversiones.

Esta situación ha dejado sin empleo a 5,600 personas en el último año y casi medio centenar de hipotecarias de alto riesgo se han declarado en bancarrota.

El sistema especulativo ha llevado la economía estadounidense a circunstancias críticas. Tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo estaba dividido entre buenos –capitalistas– y malos –comunistas–, lo que contribuyó a la construcción de un mundo económicamente unipolar, con Estados Unidos a la cabeza.

Contrario a lo ocurrido en otras contingencias económicas, como el caso Enron, nadie irá a la cárcel ni será punto de partida para crear una nueva ley de responsabilidad corporativa, esta vez no hay responsables a quienes demandarles el pago de culpas. Al ser producto de un sistema especulativo desaforado, el único culpable es el propio sistema, que permite rehipotecar por un valor superior al valor real de las cosas.

Lo que nadie explica y lo que nadie entiende es que una crisis producida en Estados Unidos, bajo sus propios cánones y afectándolo sólo a él, siga poniendo en jaque a la economía mundial, cuando tanto ha cambiado. Hoy el gigante norteamericano es un imperio en decadencia, pero no lo hemos querido aceptar, prueba de ello es que seguimos dejando en sus manos el tejido económico.

La mejor evidencia de ese cambio es China, que desde 1992 inició un desaforado crecimiento económico que muy probablemente arrasará a Estados Unidos en su búsqueda por el dominio mundial, convirtiéndose en el mayor tenedor de reservas en dólares del planeta.

El origen de la próxima crisis puede estar precisamente ahí, teniendo como protagonistas a los pasivos acumulados para financiar su crecimiento. Pero en este caso habrá una diferencia significativa: China usa el mercado y el dinero mundial, pero ni está en el mercado ni su dinero es mundial.

China, a diferencia de otros países que se endeudaron para financiar su desarrollo, ha utilizado gran parte de los préstamos del mundo occidental –básicamente de Estados Unidos– para convertirse en el segundo mayor poseedor de deuda pública de ese país: setenta por ciento de las reservas chinas se encuentran colocadas en bonos del tesoro estadounidense.

Así cuando llegue el momento de reclamar el pago de la deuda, Estados Unidos encontrará que la mayor parte de la misma está garantizada con sus propios bonos.

China se ha convertido en un peligro mundial, no debido a su bonanza económica, sino a las reservas acumuladas que, de ser cambiadas a otra divisa, provocarían una reducción masiva en el valor de la moneda estadounidense.

Por lo anterior, la actitud de Estados Unidos hacia China ha cambiado. Si bien antes impulsó su economía, ahora le demanda cumplir con el pago de aranceles y el respeto de leyes comerciales, ya que su abrupto crecimiento –pronosticado este año en once por ciento– puede traer implicaciones negativas al mercado mundial, ergo, a la economía estadounidense.

¿Hasta cuándo Wall Street será el latido de los mercados mundiales? ¿Puede la economía europea seguir pendiendo de Nueva York? ¿Por qué Estados Unidos enfrenta una recesión? Las experiencias de los que rigen la economía mundial nos han enseñado que no existen crisis económicas, que existen ajustes y que las crisis siempre son nacionales, pero la recesión norteamericana es signo de que el propio Estado carece de condiciones para incentivar la demanda debido a su gigantesco déficit fiscal. Esto demuestra el fracaso increíble de la política comercial estadounidense, que está agotando los trabajos estadounidenses, debilitando al país y arrastrándolo hacia la crisis.

Los fondos de inversión, los especulativos, las grandes empresas chinas, no cotizan en Shanghái sino en la bolsa de valores de Nueva York en Wall Street.

Hay que redefinir el papel que tendrá China después de su expansión y su codicia sin límite. Estados Unidos deberá decidir si quiere una política sobredimensionada basada en un desarrollo salvaje como la china, o un conservadurismo y una garantía de buen gobierno como el japonés. Estos elementos van a condicionar el futuro económico del mundo y el destino de la hegemonía financiera de Wall Street.

Wall Street, el gran santuario de la especulación, es responsable –directa o indirectamente– de la caída en pique de empresas, de la pérdida de empleos en Estados Unidos y de un endeudamiento imposible de ser saldado.

Así como desapareció la hegemonía de la Bolsa de Londres, la realidad económica ha pasado del unipolarismo estadounidense al multipolarismo mundial. Si hace 63 años Bretton Woods buscó generar un equilibrio a través de la creación de instituciones económicas para su tiempo, es claro que éstas han sido rebasadas.

El mundo ahora busca la multipolaridad. Los estados han perdido fuerza y se han visto obligados a formar bloques económicos para garantizarla.

El desarrollo y la hegemonía primero militar, después industrial, luego económica y ahora tecnológica de Estados Unidos le han hecho contravenir sus propias normas y por ello hoy Wall Street forma parte de un mundo que ya no existe y que de nuevo ha perdido su equilibrio.

Hasta ahora se vivía bajo el principio de que Wall Street afecta a todos, pero lo que no se ha hecho es la suma a la inversa: Todos destruyen a Wall Street.

1 comentario:

  1. José Antonio Navalón Sánchez, el mecenas del “Proyecto Tijuana, La Tercera Nación”, estuvo procesado en España por el desfalco del Banco Banesto a sus accionistas.
    Entre 1993 y 2001, el también anfitrión de artistas plásticos y escritores de esta ciudad a la Feria ARCO 2005 de Madrid fue involucrado por el presidente de dicha institución bancaria, Mario Conde, como cómplice de delitos que finalmente le costó la prisión a este último.
    Aquí en México, Navalón es representante del Grupo PRISA (Proyectos Informativos Sociedad Anónima), propietaria de la Editorial Santillana, empresa líder en el mercado de libros de texto, y del 50 por ciento de las acciones de Radiópolis, la división radiofónica de Televisa.
    No obstante que en su país fue involucrado en delitos de cuello blanco, aquí tiene derecho de picaporte con las autoridades de Baja California y el presidente Vicente Fox el año pasado le inauguró su proyecto en esta ciudad.
    Gracias a un tecnicismo judicial, Antonio Navalón no pisó la cárcel de lo que en su momento se conoció como el escándalo Banesto-Argentía Trust, en el que salió a relucir desfalco de accionistas de un banco español, tráfico de influencias para evadir impuestos y el involucramiento de un distinguido dirigente político y protagonista de la transición del franquismo a la democracia.
    El caso Banesto estremeció a la opinión pública española durante buena parte de la década de los noventa por la impunidad en que salieron librados algunos de sus protagonistas –entre ellos el propio Navalón- y puede ser equiparado con lo que hizo Carlos Cabal Peniche aquí en México con el Banco BCH: abuso de confianza y defraudación de accionistas, entre otros delitos.
    Mario Conde, presidente de Banesto (Foto: Agencia EFE)

    El escándalo Banesto-Argentia Trust
    Para recibir un tratamiento fiscal privilegiado a su naciente división industrial, a mediados de 1989 el presidente de una firma bancaria conocida como Banesto, Mario Conde, contrata los servicios de la consultoría de Antonio Navalón Sánchez, quien tendría la encomienda de cabildear con el Banco de España, la máxima autoridad reguladora de las sociedades bancarias y de inversión.
    Lo que Conde pretendía era que Banesto, además de exenciones fiscales, recibiera la aprobación de la autoridad arbitral para la fusión que buscaba con el Banco Central, otra firma con presencia en la Península Ibérica.
    Y es aquí donde entra la figura de Antonio Navalón, quien junto con su socio Diego Selva, serían el cauce de 600 millones de pesetas que tomó Conde de la Tesorería de Banesto para las “gestiones” ante el Banco de España.
    Existen dos versiones sobre el destino final de los 600 millones de pesetas, luego de más de cinco años del proceso judicial radicado en la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional Española.
    De acuerdo con las versiones periodísticas de la época, Conde declaró que el dinero era para el expresidente de gobierno y figura importante de la transición española, Adolfo Suárez, amigo de Navalón y su socio en algún tiempo, quien debía de interceder ante el Banco de España a favor de Banesto.
    Según Conde, los 600 millones de pesetas que le dio a Suárez a través de Antonio Navalón y asociados servirían para que el expresidente utilizara sus influencias con el gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, a favor de un mejor tratamiento fiscal y en pos de la fusión de Banesto con el Banco Central, acción a la que se oponían los socios de ésta última firma, Alberto Cortina, Alberto Alcocer y el propio Rubio.
    Adolfo Suárez, expresidente del gobierno español, en algún tiempo socio de Navalón, distanciados actualmente. (Foto: Agencia EFE)

    El expresidente del gobierno español, de acuerdo a las declaraciones de Conde durante su proceso, aceptó intervenir a cambio de 300 millones de pesetas para financiar al Centro Democrático Social, un remedo de lo que en su tiempo fue la Unión de Centro Democrático y que llevó a Adolfo Suárez ser el primer presidente de gobierno de España en los tiempos de la transición del franquismo a la democracia.
    Durante su comparecencia ante la justicia española, Suárez negó haber recibido dinero alguno por sus servicios.
    Otra de las versiones sostiene que el total de los 600 millones de pesetas fueron a parar a una sociedad denominada Argentia Trust, en unas cuentas radicadas en Suiza, y que posteriormente se repartió entre Antonio Navalón y sus socios.
    Esta otra versión sugiere que Navalón convence a Conde para invertir dicho monto extraído de Banesto en la sociedad Argentia Trust con la convicción de que ello ayudaría a vencer las resistencias del gobierno para conceder las exenciones fiscales a la creación de la Corporación Industrial de Banesto.
    A petición de la justicia española, Suiza investiga las cuentas de Argentia Trust y determina que los 600 millones de pesetas fueron lucrados por Antonio Navalón, su socio Diego Selva y otros dos individuos de apellidos Garro y Matías Cortés, según publicó El Mundo el 13 de junio de 2000.
    Para este periódico español, que cubrió destacadamente el caso Banesto-Argentia Trust, las resistencias a privilegios fiscales cedieron a final de cuentas, con lo que se dio de facto el tráfico de influencias.
    Ante el cúmulo de irregularidades en Banesto, el Banco de España interviene la institución bancaria en diciembre de 1993. Tres meses después, en marzo de 1994, una reunión extraordinaria de accionistas decide demandar a Mario Conde por los delitos de estafa, apropiación indebida y finalmente pisa la cárcel junto con otros importantes ejecutivos.
    La sentencia final contra Conde fue de 18 años de cárcel, tanto por la apropiación indebida de los dineros de Banesto como por los pagos ilegales a Argentia Trust.
    Importantes ejecutivos de Banesto pisan la prisión junto con Conde, todos menos el intermediario Antonio Navalón. Este último, quien a base de un tecnicismo judicial fue liberado de responsabilidad alguna pues en un juicio no puede testificar contra sí mismo, según determinó el juez Miguel Moreiras.
    Este juez, a su vez, fue retirado del caso Banesto-Argentia Trust y expulsado del Poder Judicial español pues al parecer actuó de manera parcial a favor de los involucrados.

    El prestigioso periódico El País reveló el 7 de abril de 1994 que Conde sí pagó el monto de lo defraudado a las cuentas suizas de Argentia Trust, como se lo sugirió Navalón, justificado con una factura por informes que dicha asociación elaboró para la división industrial de Banesto.
    De hecho, dichos informes nunca aparecieron, asienta el cotidiano madrileño.
    Paradójicamente, hoy Navalón representa al grupo propietario del reconocido diario en México que años atrás lo involucró de lleno como uno de los beneficiarios del desfalco a Banesto.
    Sobre el destino de Banesto, la firma terminó siendo absorbida por el Banco Santander al ganar la subasta con el que las autoridades financieras españolas lo remataron el 25 de abril de 1994. (Con información de los diarios españoles El País, La Vanguardia, El Mundo, La Agencia EFE, la revista KALEGORRIA y el periódico electrónico www.diaridetarragona.com )


    RECUADRO: Los Navalón en España: lavado de dinero y cateos judiciales
    Con la tarjeta de representante del Grupo PRISA -los dueños del todopoderoso Diario El País de España, la Editorial Santillana, cadenas de radio y televisión en Europa y socios de Televisa en Radiópolis-, Antonio Navalón ha penetrado los circulos del poder económico y político de México.
    Para la prensa española, el publirrelacionista representa los intereses de la familia Polanco, accionista mayoritaria de PRISA, que busca copar el mercado de los medios de comunicación de prensa escrita y electrónicos hispanoparlantes del sur de Estados Unidos.
    Intermediario de poderosos grupos empresariales españoles, “broker” –como se les conoce en el argot financiero-, originalmente periodista, Navalón no es la primera vez que tiene que encarar la justicia por el caso Banesto Argentia Trust y un hermano suyo estuvo preso por supuesta corrupción y lavado de dinero.
    Alfredo Navalón, consanguíneo del patrocinador del “Proyecto Tijuana, la Tercera Nación”, fue detenido el 27 de febrero de 1997 por la Guardia Civil durante una operación contra una banda organizada de blanqueo de dinero y puesto en libertad horas después, pero quedó a disposición del Juzgado Central de Instrucción número 3 de la Audiencia Nacional.
    Fue en los días que Antonio Navalón era indiciado por los 600 millones de pesetas que supuestamente cobró al Banco Banesto para una intermediación y que aparecieron en una cuenta en Suiza.
    Según la prensa española, Alfredo Navalón fue sorprendido en un operativo de la policía judicial de la Primera Zona de Madrid después de que agentes de esta unidad desarticularan en la capital española una organización internacional que estaba instalada en España y que trabajaba con los carteles colombianos de la droga y la camorra (mafia) italiana.
    Alfredo Navalón reconoció que estaba involucrado en el lavado de dinero pues pasaba por una mala racha económica y deslindó a su hermano Antonio de sus ilícitos.
    Un año después del arresto de Alfredo Navalón, el 3 de marzo de 1998 la Policía Judicial Española cateó las oficinas ejecutivas de Antonio Navalón pues buscaban indicios de irregularidades en la fusión de las compañías Eléctricas Hidrola e Iberduero.
    En dicha negociación Navalón fue uno de los intermediarios, cobró 7 mil millones de pesetas que repartió entre los abogados que contrató. Uno de ellos, según trascendió, fue el expresidente del gobierno Adolfo Suárez.
    Así, con dichos antecedentes en su natal España, el publirrelacionista José Antonio Navalón
    llega a Tijuana como un desinteresado promotor de la cultura.


    Antonio Navalón (izquierda), con su hermano Alfredo (preso en 1997 por lavar dinero para la Camorra Italiana), su socio Diego Selva y su abogado, José Manuel Gómez Benítez, 13 de junio de 2000, durante el juicio del caso Banesto-Argentia Trust. Suiza identifica a Navalón como uno de los beneficiados de la cuenta bancaria de Argentia Trust ubicada en el país helvético. (Foto: Agencia EFE)

    ResponderEliminar