lunes, 22 de diciembre de 2008

Erin Arvelund: «En Wall Street quedan muchos Madoff»

WASHINGTON.- En mayo de 2001, la revista Barron's, propiedad de Dow Jones -el mismo grupo que es dueño de, entre otros, de The Wall Street Journal, y que ahora pertenece a Rupert Murdoch- publicó un artículo titulado Don't ask, don't tell (No preguntes, no digas nada). Era un análisis de uno de los hedge funds más respetados y secretistas del mundo: Madoff Securities.

Su autora, Erin Arvedlund, había investigado durante cuatro meses a esa empresa y había hablado con más de 100 personas del sector investigando dos cosas: cómo Madoff lograba que sus fondos casi siempre tuvieran rentabilidad positiva, y por qué era secretista hasta el extremo de prohibir a sus inversores que dijeran que estaban haciendo negocios con él.

Y la conclusión del artículo era clara: lo que pasaba en Madoff Securities era inexplicable. En otras palabras: había algún tipo de fraude. El financiero, previsiblemente, zanjó esa cuestión con un rotundo «eso es ridículo».

El artículo pasó desapercibido hasta que el jueves de la semana pasada Madoff fue arrestado, acusado del que acaso sea el mayor fraude de la Historia. Y, de pronto, Arvedlund, que ahora trabaja como freelance a caballo entre Nueva York y Filadelfia, se encontró al mismo nivel que Harry Markopolos, el gestor de fondos que en 1999 y en 2005 denunció a Madoff ante el regulador del mercado, la SEC, con nulos resultados.

Aparentemente, Markopolos y Arvedlund fueron de los pocos en darse cuenta de que uno de los financieros más respetados de Nueva York era un estafador.

Ser uno de los pocos que descubrió la estafa no alegra a Arvedlund.«Me puse muy contenta cuando el escándalo estalló, pero, claro, lo verdaderamente triste es que no lo descubrieran cuando publiqué el articulo», explicaba el viernes en una conversación telefónica desde Nueva York.

En su opinión, la responsabilidad última del escándalo recae sobre el supervisor de la Bolsa de EEUU, la SEC.

«No sabemos todos los detalles del caso, pero me parece que la SEC ignoró voluntariamente todas las alarmas. ¿Por qué? No lo sé, acaso porque, bajo la Administración Bush, esa agencia no tenía mucho dinero ni mucho personal», explicaba Arvedlund, quien, sin embargo, también creía que los inversores tenían una parte de culpa por no preguntar a Madoff ni siquiera cuál era su estrategia.

Arvedlund, que también trabajó para The New York Times y The Wall Street Journal, opina que «el escándalo de Madoff es sólo excepcional por sus dimensiones. En Wall Street hay muchos como él». Y eso puede tener un impacto muy negativo en el mercado financiero estadounidense: «Este escándalo ha destruido la confianza en el sistema, en el mercado y, especialmente, en EEUU, y eso es algo muy grave».

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