domingo, 14 de diciembre de 2008

La mala imagen obliga a las agencias de rating a preparar cambios de funcionamiento

MADRID.- Tras el estallido de la crisis de las hipotecas subprime y la posterior quiebra de Lehman Brothers, se puso en tela de juicio el papel de las agencias de calificación de riesgos, que no vieron el que entrañaban aquellos instrumentos financieros y sólo rebajaron el rating del banco de inversión después de que se decidiera su intervención.

Se recordaron acontecimientos del pasado como los de Enrom o Parmalat, que las dejaron en entredicho pero no las derrumbaron como pasó con la auditora Arthur Andersen. Llovieron críticas e interrogantes sobre su labor. La situación obliga a estas empresas a preparar cambios en su funcionamiento de manera inmediata.

Esta semana su actividad ha vuelto a ponerse sobre la mesa con la decisión de Standard & Poor's, la más importante del sector junto a Moody's, de rebajar el rating de las dos cajas valencianas, Bancaja y CAM, de A- a BBB+, según "El País".

La decisión no ha estado exenta de suspicacias ya que se produjo días después de que las entidades pidieran su baja del servicio de la agencia, lo que en algunos círculos se interpretó como una represalia.

S&P afirma que, según su práctica, cuando una institución se va, la agencia realiza una última revisión y que, en este caso, las dos cajas estaban advertidas de cambio de perspectivas.

Mientras, las cajas sostienen que se hizo por la caída de las emisiones. En todo caso, Bancaja y la CAM se mantienen como clientes de Moody's y Fitch, y si lo que dice S&P es verdad, debería reflejarse en sus evaluaciones.

Más allá de este polémico asunto, lo que para el espectador queda claro es que la imagen mostrada no es, desde luego, todo lo edificante que exige una actividad cuyo objetivo es que el mercado conozca el grado de exposición y riesgo de una entidad antes de ordenar una inversión.

Por eso se califican en varios escalones que van desde la máxima solvencia hasta los bonos basura.

Tras los casos citados, es el mercado el que se pregunta si se puede fiar de las agencias de calificación. ¿Hasta qué punto la labor que realizan responde a los criterios de independencia, integridad y transparencia que rezan sus códigos? ¿Es coercitiva su labor de promoción ante los potenciales clientes? ¿Separan claramente en las denominadas murallas chinas las diversas funciones que realizan de manera que no se contaminen las de intermediación con las de calificación, por ejemplo? ¿Quién califica a las agencias de calificación?... Son preguntas que mellan su estructura.

Las agencias de calificación saben que deben hacer cambios sustanciales para superar esta mala imagen y mantener el negocio, que es de lo que se trata. El tsunami financiero ha amenazado con llevárselas por delante más que en anteriores tormentas. Siempre se prometen propósitos de enmienda que el mercado se traga; pero luego se repite la historia y surgen explosiones que las dejan en muy mal lugar.

Esta vez la cosa parece que se ha tomado más en serio, entre otras cosas porque las Administraciones han quedado muy tocadas y seguramente arrepentidas de no haber sido más exigentes con este sector.

De todos modos, estas entidades mantienen, pese a las noticias negativas, una buena reputación. Sin ir más lejos, en la subasta de compra de activos por parte del Gobierno español a la banca se tuvo como baremo el rating de cada entidad.

Y es que las entidades (financieras y no financieras) quieren tener una referencia que sirva para sostener su proyección en el mercado y sus planes de expansión. Por eso pagan cantidades importantes que van de 100.000 y 300.000 euros, según el rango y las tareas.

Los responsables de las agencias aseguran que están interesados en mejorar, pero se preguntan: ¿El hecho de que tengamos algunos casos y muchas críticas significa que hayamos perdido la credibilidad? Sus políticas son públicas y los criterios publicados, aparecen en las páginas web.

Por si hay que curarse en salud, insisten en que los rating son una opinión que debe mirarse junto a un conjunto de variables a la hora de decidir una inversión.

La ocasión les ofrece la oportunidad de reforzar su imagen y dar más credibilidad. "En momentos difíciles como éste, es cuando más se necesitan los análisis", aseveran. El mensaje sería más convincente si no se repitieran fallos de forma periódica.

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