lunes, 22 de diciembre de 2008

Lo que no nos podremos volver a permitir / Luis de Guindos

En estos momentos en que la economía española se encuentra en una situación recesiva y las perspectivas para los próximos trimestres son especialmente negativas, resulta muy relevante ver qué hemos hecho bien y qué hemos hecho mal en el pasado para que, una vez que la crisis pase -que sin duda acabará pasando-, seamos capaces de corregir nuestros errores y abundar en los aciertos para hacernos más resistentes a las crisis venideras y recuperar un crecimiento perdurable.

Para ello, tendríamos que partir de que el periodo 1996-2006 ha sido uno de los más brillantes de la historia económica de nuestro país en términos de crecimiento, empleo y convergencia de renta con las naciones más avanzadas de nuestro entorno, y que, por tanto, debe haber bastantes cosas de estos años que fueron correctas, ya que impulsaron nuestra prosperidad como nunca anteriormente.

No creo que casi nadie cuestione el proceso de mejora de las finanzas públicas, ni de reducción del ratio de deuda pública, ni de apertura de los mercados de bienes y factores, ni de internacionalización de nuestra economía. Pero sí sería lícito, desde la crisis actual, preguntarnos las razones de nuestra especial vulnerabilidad y de la brusquedad del ajuste al que nos enfrentamos. Y seguramente la respuesta a esta cuestión pondría de manifiesto que más que en errores de política económica, nuestro problema se encuentra en no haber profundizado suficientemente en las acciones anteriores.En este sentido, una vez superemos la caída actual, se va a poner de manifiesto que en el futuro no se podrán volver a reproducir una serie de rasgos del pasado, ya sea por necesidad o inducidos por el entorno en el que se moverá la economía española.

El primero es un crecimiento del gasto público como el de los últimos años. Independientemente de que hubiera sido muy importante habernos enfrentado a la crisis con un superávit presupuestario más elevado, lo que parece claro es que los crecimientos de gasto de los últimos tiempos no serán financiables. Aumentos del gasto público por encima del PIB nominal sólo se pudieron dar gracias a un crecimiento desbordado y extraordinario de los ingresos públicos que, además, nos llevó al espejismo de un superávit que no era tal. El modelo de crecimiento de nuestra economía, muy basado en la demanda doméstica y especialmente en la construcción, elevó artificialmente la elasticidad de los ingresos tributarios respecto al PIB. Esta situación no se volverá a reproducir en el futuro ni respecto al nivel del crecimiento ni en relación a su composición.

Ello será especialmente significativo en el caso de los gobiernos autónomos y los ayuntamientos, cuyo crecimiento del gasto ha sido especialmente intenso y cuyos ingresos están muy ligados a la actividad inmobiliaria. Algo parecido ocurrirá con la tesorería de la Seguridad Social, ya que a la menor creación de empleo de los próximos años se superpondrá el creciente envejecimiento de la población española, lo que ejercerá paulatinamente una presión cada vez mayor sobre sus cuentas.

En segundo lugar está un crecimiento del crédito como el que hemos vivido en la última década. En este periodo, y muy especialmente desde 2003, el crédito en España ha aumentado a una tasa que prácticamente doblaba la del PIB nominal, lo que ha impulsado el endeudamiento de familias y empresas hasta niveles muy elevados.Esto no volverá a repetirse en los próximos 10 años. Primero, porque la oferta de préstamos será mucho más limitada, especialmente para la construcción; y en segundo lugar, porque los propios agentes tendrán que reducir el peso de su deuda, reajustando sus balances.

Como consecuencia de lo anterior, el crecimiento económico será más bajo, pero también se pondrá de manifiesto la existencia de un exceso de oferta en el sector bancario en España. Ello será especialmente relevante para las cajas de ahorros donde existe una menor concentración, haciendo en consecuencia más necesario el proceso de consolidación.

El tercer asunto son las pérdidas de competitividad experimentadas.Uno de los problemas menos visibles pero seguramente más graves en el futuro inmediato ha sido nuestra pérdida de competitividad derivada de la combinación de una inflación diferencial con un sistema de negociación colectiva que fijaba la evolución salarial en función de la inflación. En un contexto de moneda única, la peor evolución de nuestros costes unitarios de producción se convierte inmediatamente en una pérdida de competitividad. Dicha situación no es sostenible en el futuro, especialmente porque la contribución de la demanda doméstica al crecimiento va a ser mucho más limitada que en el pasado.

Por ello, si queremos recuperar ritmos de crecimiento próximos a nuestro potencial será fundamental mejorar la aportación del sector exterior al crecimiento, lo que exigirá modificar el sistema de negociación colectiva. En el futuro, las empresas deberán contar con un sistema mucho más descentralizado que permita ajustar sus condiciones laborales a sus necesidades de competencia en los mercados.

Por último está el aumento de la productividad tan limitado que padece el país. Aunque en los próximos meses veremos cómo se produce un repunte, ya que la caída del empleo va a ser más intensa que la del PIB, no se trata de un avance de la productividad de calidad sino de una reacción defensiva a la crisis. En la próxima década, necesitaremos un aumento de la productividad más elevado que vaya ligado a la mejora de la calidad de nuestro capital humano. Ello exigirá mejoras ineludibles en nuestro sistema educativo y reformas por el lado de la oferta que faciliten una mayor competencia en los mercados de bienes y servicios. Si no lo hacemos así, difícilmente podrá la sociedad española mantener los niveles de prosperidad alcanzados los últimos años.

En los próximos trimestres, toda nuestra atención se va a centrar en cómo superar la crisis que nos acecha y en cómo limitar el impacto negativo de la misma en nuestra renta, empleo y riqueza.A diferencia del 92-93, puede que tras la crisis actual la recuperación sea mucho más lenta y compleja. También en este caso el futuro que nos viene será muy diferente del pasado. Les deseo todo lo mejor en estas Navidades. Nos vemos a la vuelta.

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