lunes, 1 de diciembre de 2008

Quiebras... ¿quiénes serán los próximos? / Lorenzo Bernaldo de Quirós

La presentación del concurso de acreedores por Habitat, la mayor de este ciclo recesivo, después de la de Martinsa-Fadesa, refleja la intensidad del ajuste en el sector de la construcción, fuerte desaceleración de la economía española y anuncia una carrera alcista de quiebras empresariales.

Todo el mundo ve el desplome de los grandes grupos empresariales. Los anuncian a bombo y platillo los medios de comunicación, pero casi nadie contempla y/o se entera de la bancarrota de muchas medianas y pequeñas empresas, algunas de ellas sanas, en una crisis económico-financiera que no discrimina entre quienes cometerieron excesos y quienes no lo hicieron.

Horrorizados ante el aumento de la morosidad, esperando que crezca todavía más y con el grifo del mercado interbancario cerrado, los bancos y las cajas no dan un crédito a nadie.

En unos pocos meses vamos a contemplar la caída de buena parte del tejido empresarial español. La tasa de mortalidad de pymes será desconocida, carece de precedentes y, no es descartable, que alguno de los reyes empresariales del pasado se una a los "martinsa". En concreto, será muy complicado que Sacyr logre sortear la quiebra asfixiada por una deuda cercana a los 19.000 millones de euros.

Ante este panorama, la tentación gubernamental de "ayudar" a algunos a salir del hoyo ha de ser descartada. Por un lado, el Gobierno no tiene que socializar las pérdidas de las empresas, como no socializó los beneficios. Sería impresentable utilizar el dinero de los ciudadanos para ese fin. Por otro, el Estado no tiene plata para asistir a todos y, en consecuencia, no tiene que hacerlo con nadie.

En esta crisis sobrevivirán las compañías que han sido bien administradas, que no han cometido excesos en los años de euforia y a las que no se les subió el éxito a la cabeza. Ésta es la lógica de una economía de mercado. Desde esta óptica, muchas quiebras y bancarrotas son necesarias para sanear el sistema económico, para purgarle de los abusos cometidos en la fase expansiva. La cura es dolorosa, pero es inevitable y no puede ser evitada.

En este contexto, el Gobierno debería bajar los impuestos a los ciudadanos y a las empresas, reducir las cotizaciones sociales, liberalizar el mercado de trabajo... todo menos gastar sin sentido que, según parece, es su opción favorita.

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