lunes, 5 de enero de 2009

Los decisivos presidentes de los bancos centrales / Robert J. Samuelson

Son tecnócratas y expertos en materias que aburren a la mayoría.Los designan -no los eligen democráticamente- para ocupar altos cargos públicos, y su labor no se entiende comúnmente. Pero son enormemente poderosos, y en 2009 pueden determinar si la economía global sortea o no la ruina.

Ellos son los presidentes de los bancos centrales: Ben Bernanke, de la Reserva Federal de Estados Unidos; Jean-Claude Trichet, del Banco Central Europeo; Masaaki Shirakawa, del Banco de Japón; y sus colegas de China, la India, Brasil, México y todas partes.

Y no fue hasta los primeros años 80, en los que la elevada inflación castigaba muchas economías avanzadas, (o quizá en los años 30) cuando su papel se volvió tan decisivo.

Ahora, la expansión económica global está aminorándose hasta el estancamiento. Economistas del Deutsche Bank pronostican un paupérrimo crecimiento del 0,2% en 2009, el peor año desde 1980 por lo menos. En 2007, el crecimiento mundial rozó el 5%, pero sin un aumento más fuerte, la depresión podría retroalimentarse y alimentar el nacionalismo económico.

En apariencia, los presidentes de los bancos centrales parecían estar coordinados para lanzar una recuperación. Como aguardando al momento justo, los principales bancos recortaron los tipos de interés en noviembre y diciembre para estimular el crecimiento y dar un respiro a sus sistemas financieros.

El BCE redujo sus tipos de préstamo bancario al 2,5%; el Banco de Inglaterra recortó al 2%, equiparando al tipo más bajo desde su fundación en 1694; y muchos otros bancos centrales, como los de China, la India o Canadá, también bajaron drásticamente los tipos .

En cuanto a la Fed, viene recortando su tipo de préstamo a corto plazo del 5.25% de septiembre de 2007 hasta -la semana pasada- una horquilla entre 0 y 0,25%.

Con tipos de préstamo a corto plazo así de bajos, la Reserva Federal se embarca en una estrategia encaminada a intentar reducir los tipos de interés a largo plazo adquiriendo frontalmente bonos y otros valores relacionados con deuda que no había tocado nunca.

Antes de la crisis, la Fed intervino los tipos a corto plazo con la esperanza de que la deuda a largo plazo sobre hipotecas y los bonos siguieran la tendencia. Ahora, ya ha anunciado que podría plantearse adquirir cientos de miles de millones de valores respaldados con deuda de hipotecas y tarjetas, préstamos a la compra de automóviles y créditos a la pequeña empresa.

Todo esto vaticina una nueva agresividad por parte de los bancos centrales. Hasta hace poco tiempo, había poca unanimidad de fines.En julio, el BCE elevó su tipo de préstamo bancario para evitar que los astronómicos precios del crudo disparasen la inflación total. «Europa se encontraba en estado de negación de la realidad (de la crisis) hasta la quiebra de Lehman el 15 de septiembre», afirma Fred Bergsten, del Instituto Peterson de Economía internacional.Pero el concurso de Lehman y la caída paralela de los precios del petróleo alteraron posturas.

Durante una crisis, la Historia aconseja cooperación. Su ausencia en los años 30 resultó desastrosa. Considérese la bancarrota en mayo de 1931 del Creditanstalt, el entonces mayor banco de Austria. Esa quiebra se pudo haber evitado si Alemania y Francia se hubieran puesto de acuerdo en un paquete de medidas de rescate.No se pusieron de acuerdo. El pánico bancario «se propagó a Hungría, Polonia, Alemania y Gran Bretaña y al resto del mundo después», dice el politólogo de Harvard, Jeffry Frieden.

Las masivas líneas de crédito contra divisa extendidas entre la Reserva y otros 14 bancos centrales públicos encarnan una señal de la cooperación de hoy en día. Estos acuerdos de apoyo recíproco proporcionan dólares a los demás bancos centrales, que a continuación pueden prestar a las entidades locales. Empresas, inversores y bancos de Europa, Asia y América Latina han contraído deudas considerables en dólares.

A medida que los mercados estadounidenses de crédito se congelaron, amortizar sus préstamos contraídos en dólares se hizo cada vez más difícil. Los acuerdos de apoyo de la Reserva -alrededor de medio billón de dólares en las últimas semanas- sustituyen el escaso crédito privado, minimizando las pérdidas por descubierto.

También parece esperanzador que la cooperación entre bancos centrales plasme un consenso político más amplio. Tras reunirse en noviembre, las naciones del G-20 (Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, China, la India y algunas naciones importantes más) difundieron un documento en el que se comprometían a renunciar a las protecciones y prometían programas «de estímulo económico» paralelos. ¿Globalismo?, No, nacionalismo. ¿Todos contentos pues?

Bien, quizá. Como señala Frieden, gran parte de la «cooperación» actual se da a través de circulares de prensa. Los países convienen en principios genéricos pero a continuación siguen caminos divergentes.El «programa de estímulo» de Alemania, por ejemplo, es mucho menos ambicioso que el proyectado en principio por la administración de Obama.

Los países renuncian al proteccionismo, pero existen indicios de que China -con un masivo superávit comercial- podría flexibilizar su política de revalorización de la divisa. Al abaratar el renminbi, China añadiría a sus exportaciones una ventaja comparativa en su importe. Si Estados Unidos inserta disposiciones proteccionistas en cualquier legislación de estímulo, también estaría suscribiendo el nacionalismo económico.

Los riesgos multiplican las presiones sobre los bancos centrales dirigidas a restaurar el desarrollo económico. No es tanto cooperación entre ellos como temores compartidos fundados en conclusiones académicas ampliamente aceptadas sobre la Gran Depresión de los años 30. Los errores públicos, es opinión generalizada, agudizaron la depresión. Las lecciones parecen obvias: no dejar que el pánico destruya el sistema financiero, por lo que los agentes públicos de préstamo deben anticiparse siempre que los privados escaseen.

Estas respuestas parecen plausibles pero plantean una cuestión inquietante. ¿Qué pasa si este cambio bajista del ciclo está siguiendo un guión distinto y desbarata la agresividad de los bancos centrales?

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