sábado, 10 de enero de 2009

Obama con graves problemas para controlar la crisis fiscal

WASHINGTON.- Para Barack Obama, conseguir que el Congreso apruebe un gigantesco proyecto de reconstrucción económica será la parte más fácil. Pero más difícil será controlar el descomunal déficit presupuestario y los programas de ayuda social.

Por ahora, Obama está usando su considerable influencia política y la buena voluntad del electorado para imponer un paquete de estímulo que podría estar cercano al billón (millón de millones) de dólares. Mediantes grandes gastos en materia de infraestructura y fuertes recortes impositivos, especialmente a la clase media, existe la esperanza de inyectar adrenalina en una economía al borde del colapso.

Pero el problema es cuando Obama intente reformar programas tales como la Seguridad Social o Medicare (programa de ayuda médica a personas de más de 65 años de edad), considerados políticamente inviolables, y evitar una crisis que escasos estadounidenses sienten o comprenden.

La Seguridad Social, Medicare y Medicaid (asistencia en materia de salud a personas de bajos ingresos) representan un 42% del presupuesto federal. Esos programas son un elemento vital para millones de norteamericanos pobres o de recursos insuficientes.

Pero el vertiginoso aumento en los gastos de salud y la disminución del número de contribuyentes hace que muchos de esos programas resulten imposibles de financiar en el futuro mediato.

Si Obama quiere cortar esos gastos sociales, se arriesga enfrentarse a los legisladores y a la base de su propio partido.

Poco después de ser reelegido en el 2004, el presidente George W. Bush anunció que pensaba gastar parte de su capital político alterando el programa de Seguridad Social mediante una privatización de las jubilaciones. La idea no prosperó. Inclusive miembros de su propio partido, el Republicano, se opusieron a esa reforma.

Por cierto, las opciones para controlar los gastos sociales son difíciles de implementar, debido al costo político. Cualquier solución exigirá subir los impuestos, reducir los beneficios, o hacer ambas cosas a la vez.

Obama intentó demostrar al público y al Congreso que conoce bien la situación al admitir que el déficit fiscal para el 2009 será superior a los 1,2 billones de dólares, el mayor de la historia.

Al publicitar su plan de estímulo, Obama prometió una buena política fiscal a fin de enfrentar el déficit de presupuesto una vez reanime la economía de Estados Unidos. Y de una manera vaga, señaló, en respuesta a la pregunta de un periodista, que la Seguridad Social y Medicare integrarán una "parte central" de sus planes de reducción del presupuesto.

A diferencia del plan de estímulo, que intenta lidiar con una crisis que es visible para la mayoría de los estadounidenses, la necesidad de reformar los programas sociales tiene como propósito evitar una crisis.

Los políticos no han logrado crear una sensación apremiante con relación a la Seguridad Social o a Medicare. No cuando la preocupación de la mayoría de los norteamericanos es cómo evitar la pérdida de sus viviendas, de sus empleos, o de sus ahorros.

El senador demócrata Kent Conrad, presidente del comité de Presupuesto de la Cámara Alta, advirtió con tono sombrío que "el presidente Obama está enfilando hacia un desastre fiscal de proporciones asombrosas, acompañado por una crisis económica de duración y profundidad desconocidas".

Una crisis, añadió, "que posiblemente se prolongue más que cualquier otra desde la Gran Depresión".

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