domingo, 15 de febrero de 2009

La polémica del crédito / Luis de Guindos

Decía Aristóteles que «todas las causas son inicios». Si es así, el inicio de la crisis actual se encontraría en los últimos años de crecimiento exponencial del crédito, que en el caso de España superó, en más del doble, al incremento del PIB nominal. Y es que la crisis actual es una crisis de sobreendeudamiento. En España, este proceso de crecimiento de la deuda fue especialmente intenso por cualquier indicador que tomemos. Pero, tal vez, el más representativo lo tengamos en nuestro déficit exterior, que alcanzó durante varios años niveles próximos al 10% del PIB, el más elevado de los países de la OCDE y que señala el endeudamiento de la economía española frente al resto del mundo.

Además, aquí el aumento de la deuda fue más rápido que en otros países. Se podría decir que la economía española se hizo muy dependiente, tal vez incluso adicta, al crédito. Dicho proceso fue intermediado por los bancos y cajas españolas que, a su vez, dada la caída de la tasa de ahorro nacional, tuvieron que pedir prestado en el extranjero. La fiesta se acabó con el inicio de la crisis financiera internacional, hace ahora 20 meses. Y cada día que pasa se hace más dramática la percepción de los agentes por esta ausencia de financiación, y se intensifica la búsqueda de culpables de la misma.

De cara a una reflexión pausada sobre lo que está ocurriendo, creo que se podrían hacer varias consideraciones relevantes.La primera es que la restricción de crédito se está dando en todo el mundo. El crédito se ha convertido en un bien muy escaso globalmente. Además, en una serie de países muy importantes se ha producido la entrada de los gobiernos en las entidades bancarias.Seguramente, la recapitalización pública puede llevar a que los gobiernos indiquen a estas entidades que sus esfuerzos en la concesión del crédito se centren en sus propios países en una especie de neo-proteccionismo financiero. Ello puede estar teniendo ya un impacto importante en España, puesto que la banca extranjera había jugado un papel muy relevante en la financiación empresarial.Esta ausencia de financiación de la banca extranjera seguramente se agravará en los próximos meses, lo que intensificará aún más la percepción de falta de crédito.

En segundo lugar, la situación de sobreendeudamiento de familias y empresas está generando de modo natural una caída de la demanda de crédito de las mismas, para reducir el peso de la financiación ajena en sus balances. Es lo que se denomina el proceso de «desapalancamiento», que exige además, en el caso de las empresas, la venta forzada de activos para reducir el ratio de recursos ajenos sobre el capital. Se trata de un proceso doloroso que restringe el consumo, la compra de vivienda y el gasto en capital, y que sin duda está detrás de la recesión de la economía mundial, aunque en el caso de España probablemente sea especialmente agudo, como consecuencia de nuestra elevadísima dependencia del crédito en el último lustro.Este fenómeno debe llevar a una contracción de los balances bancarios como reflejo a su vez del esfuerzo de reducción del peso de la deuda que están realizando las empresas y los hogares.

Por otro lado, a lo largo del ciclo del crédito se pueden producir efectos redistributivos que, de algún modo, esconden elementos de injusticia en el tiempo. Seguramente, en el caso de las empresas, las que han acumulado en exceso el crédito en la fase alcista del ciclo y han generado la situación de sobreendeudamiento no son las mismas que las que lo necesitan en la actualidad para financiar su actividad corriente -el capital circulante-. Este hecho aumenta la sensación de frustración de numerosas pequeñas y medianas empresas que sufren hoy la restricción crediticia y que además no contribuyeron a crear el problema del exceso de endeudamiento, pues se comportaron siempre con responsabilidad.

¿Qué se puede hacer para enfrentarse a esta situación? En primer lugar, analizar con rigor el problema, ya que si los agentes perciben que el análisis de la situación es inexacto, entonces seguramente también acabarán dudando de las soluciones que se recomienden. Una vez se tiene un diagnóstico acertado, se trata de intentar devolver la confianza al sector bancario. No se puede dejar caer a ninguna institución. Sus depósitos deben estar asegurados por el sector público, aunque los accionistas y los gestores pueden perderlo todo.

En este sentido, los programas de ayuda de los distintos gobiernos, incluido el del Gobierno español, fueron correctos y evitaron el colapso de los sistemas bancarios en el mundo. A partir de aquí, se trata de utilizar instrumentos disponibles -compra de activos tóxicos, inyecciones de capital o garantías de pérdidas por carteras de préstamos- para apuntalar la solvencia del sistema, lo que sin duda acabará normalizando la situación con el tiempo.

Además, la política fiscal expansiva debe ser utilizada con enorme precaución. Un crecimiento excesivo del gasto público puede acabar siendo contractivo en la medida que su financiación desplace al sector privado, lo que agravaría la restricción crediticia a la que se enfrentan hogares y empresas. En el caso de España, sería muy importante agilizar los pagos del sector público a sus proveedores. El incumplimiento en los plazos de los pagos de las distintas administraciones públicas está intensificando la situación de carencia de liquidez e incentiva la enorme morosidad que se está viviendo en todos los ámbitos en nuestro país.

Una última reflexión: el negocio de los bancos es dar crédito, y a dicha finalidad se dirige toda su organización. Ahora bien, dicho crédito debe concederse a clientes solventes. Lo peor que nos podría pasar es que nos acabáramos encontrando con una crisis bancaria que se superpusiera a la crisis económica. Seguramente en los próximos meses veremos cómo el crecimiento del crédito converge hacia el del PIB nominal, que no es descartable que sea incluso negativo. Entonces, y aplicando la metafísica aristotélica, con bastante probabilidad, habremos empezado a estabilizar la economía española y a poner las bases de su recuperación futura, ya que tendremos «la causa» de la salida de la crisis.

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