El 14 de marzo de 2008, el banco de inversión JPMorgan Chase, junto a la Reserva Federal de Nueva York tuvo que acudir al rescate de la entidad mediante la concesión de una línea de financiación garantizada sin límite de cantidad debido al acusado deterioro de la posición de liquidez de Bear Stearns.
Apenas tres días después de este rescate JP Morgan se vio obligado a comprar a su rival para evitar la quiebra de la veterana firma de Wall Street, que unos días antes había informado de las primeras pérdidas trimestrales en los 85 años de historia de la entidad y que, finalmente, acabarían siendo también las últimas tras la absorción del banco por JP Morgan.
No obstante, JP Morgan tuvo que quintuplicar su oferta inicial de compra de 2 dólares por acción apenas una semana después de anunciar la adquisición para calmar los ánimos de los accionistas de Bear Stearns, que habían visto 'volatilizarse' prácticamente la totalidad de su inversión en el banco en apenas unas semanas.
El rescate de urgencia de Bear Stearns, entonces el cuarto mayor banco de inversión de EEUU, supuso el primer golpe para la aristocracia de Wall Street, que sólo seis meses después de la intervención asistiría a la quiebra de Lehman Brothers, lo que desencadenaría una oleada de intervenciones bancarias en todo el mundo ante el temor del colapso del conjunto del sistema financiero internacional y que desembocó en la desaparición del modelo de banca de inversión universal de EEUU.
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