martes, 17 de marzo de 2009

Obama intenta evitar un precio político por las bonificaciones de AIG

WASHINGTON.- El presidente estadounidense, Barack Obama, intenta preservar su capital político amenazado por la indignación popular ante las primas pagadas a los ejecutivos de la aseguradora AIG, y orientar la atención hacia los grandes proyectos para sacar al país de la crisis.

Desde su investidura, la voz de Obama domina el debate, anunciando sus planes contra la recesión y sus promesas de ruptura con la política de la administración Bush.

Pero el lunes, el mensaje de Obama, cuando anunció medidas para ayudar a las pequeñas empresas, fue cubierta por la protestas y expresiones de indignación ante las primas que la aseguradora AIG pagó a algunos de sus ejecutivos.

La revelación de esas primas escandaliza porque AIG recibió desde 2008 más de 170.000 millones de dólares del Estado para evitar la quiebra, y continúa en crisis. Según la prensa, AIG fue inundada de mensajes electrónicos y llamadas escandalizadas, que llegan hasta las amenazas de muerte.

Obama pidió emplear todos los medios legales disponibles para bloquear el pago de las primas.

El secretario de Justicia del estado de Nueva York, Andrew Cuomo, hizo enviar citaciones para obligar a la aseguradora a revelar detalles de las bonificaciones pagadas a los empleados.

Pero aunque el Estado controla ahora el 80% de AIG, el gobierno parece tener las manos atadas ante contratos negociados con anterioridad.

La Casa Blanca no parece poder hacer más que revisar atentamente los contratos y tomar garantías adicionales, en momentos en que el Tesoro se dispone a acordar a AIG nuevas facilidades de préstamo por 30.000 millones de dólares.

Después de que Obama asumiera sus funciones con el compromiso de poner fin a las decisiones financieras irresponsables, la Casa Blanca tiene ahora dificultades para explicar su aparente impotencia.

Los 165 millones de dólares en primas que comenzaron a pagarse en los últimos días, son solamente una parte de los más de 450 millones que AIG se comprometió a pagar en 2008, antes de ser reflotada por el Estado.

El secretario de Justicia del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo, también precisó este martes que 11 ejecutivos habían renunciado a sus puestos pese al pago de enormes sumas para retenerlos, que alcanzaron 42 millones de dólares acumulados para 10 de ellos.

"Hace dos semanas, el portavoz presidencial dijo que (en la administración) conocían el destino de cada centavo dado a AIG. Está claro que no sabían de qué hablaban. Estimo que es escandaloso y pienso que los estadounidenses tienen razón en escandalizarse", declaró uno de los líderes republicanos, John Boehner.

El influyente representante demócrata Barney Frank declaró este martes que el Estado debe ejercer sus "derechos de propiedad" para recuperar las sumas pagadas, si fuera necesario apelando a la justicia.

Por su parte, el líder de la mayoría demócrata en el Senado , Harry Reid, advirtió a AIG de que debe revisar las "chocantes bonificaciones" pagadas, bajo amenaza de aplicarle impuestos punitivos.

Obama, que ya experimentó dificultades con ciertas nominaciones a puestos clave, mantiene una alta popularidad, con cerca del 60% de opiniones favorables. Pero sus colaboradores admiten con reticencia sus temores de que la cólera afecte al gobierno, que cada vez menos podrá invocar la herencia de la administración Bush.

La Casa Blanca creyó conveniente señalar que Obama mantiene "total confianza" en el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, y que cualquier insinuación de que cometió un error en el caso de las primas de AIG es "injusta".

El mandatario sigue avanzando en otros combates difíciles, su primer presupuesto, por ejemplo. La amplitud del déficit previsto para 2009 (1,75 billones de dólares) y las disposiciones para poner en práctica ambiciosas reformas enfrentan la oposición republicana, pero también incomodan a algunos demócratas.

Para mantener la iniciativa, los demócratas decidieron movilizar nuevamente esta semana a los millones de partidarios de Obama a fin de presionar a sus congresistas para que aprueben el presupuesto.

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