lunes, 27 de abril de 2009

Así se propagó la epidemia a las masas

MADRID.- El 18 de junio de 2002 a las 10.30 de la mañana, George W. Bush, presidente de EEUU, se dirigió en Washington a los representantes del departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano. «Creo que ser propietario [de una casa] es parte del sueño americano Y por eso, ayer mismo pedí al sector privado que nos ayude, y que ayude a los que desean comprar casas. Necesitamos más dinero para los compradores de bajas rentas que por primera vez acceden a la vivienda [Aplausos]».

Para muchos, fue el momento en que la esfera del planeta financiero comenzó a girar y girar hasta perder el control. «En aquel momento, el sistema financiero y la economía americana se estaban rehaciendo de dos durísimos golpes: la explosión de la burbuja de internet que durante los dos años precedentes había evaporado cerca de 3 billones de dólares de valores en la Bolsa, y el ataque del 11 de septiembre», afirmaba un artículo de Il Sole 24 Ore.

Entonces, toda la maquinaria pública y privada se puso en marcha para apoyar los planes del presidente. La Reserva Federal había comenzado a bajar los tipos de interés en enero de 2001. Entonces estaban al 6%. Esa bajada cogió tal ímpetu que a final de ese año los tipos se situaron en 1,75%. En junio de 2003, llegaron al 1%. Era como bajar una larga escalinata a grandes saltos y en cinco segundos, a juicio de 'El Mundo'.

Dinero regalado

Y para los ciudadanos americanos empezó su Era de la codicia.El dinero casi estaba regalado, los 8.000 bancos privados y las sociedades hipotecarias salieron a la calle a conceder préstamos para que los norteamericanos comprasen casas. Incluso para los más pobres. Concedieron hipotecas hasta a los ninjas, que no eran guerreros japoneses, sino una clase desfavorecida que en inglés significa No Income, No Job, No Assets (sin ingresos, sin trabajo, sin propiedades). Sin quererlo, el país que más términos económicos ha inventado estaba creando un género de hipotecas llamadas subprime que luego se harían muy famosas.Hipotecas basura como se las llamó en España. El nombre lo dice todo.

De repente, la economía norteamericana salió de la tumba y empezó a crecer porque el país empezó a gastar un dinero que recibía fácilmente de los bancos. Cualquier familia podía obtener un crédito para comprar su casa, más coches, para consumir o para viajar. Los vendedores de hipotecas, los brókers, eran como vendedores de enciclopedias. Llegaban a una casa y le decían al propietario que, mejor que vivir de alquiler, era comprar la casa. Se la financiaban a muchos años, con un tipo de interés de risa al principio. «Tenían dos años de carencia en los cuales no pagaban nada. Pero al tercer año, les cobraban entre un 7% y un 14%, un detalle que no veían porque eso estaba en la letra pequeña», dice Guillermo de la Dehesa, presidente del Grupo Aviva.

Al broker sólo le interesaba cobrar su comisión y le daba igual la fiabilidad de la persona que estaba poniendo su firma en esa hipoteca. Las hipotecas llamadas low doc o no doc (con poca documentación o sin documentación) crecieron como la peste negra y, en poco tiempo, ya suponían la mitad de las hipotecas.

El caso paradigmático

Ese fue el caso de la señora Halterman. Propietaria de una casucha en Avondale, California, (en la imagen mostrada por The Wall Street Journal aparecía una chabola), esta mujer alcohólica con un largo historial de impagos recibió en 2006, de las empresas hipotecarias y sus intermediarios, un crédito por 103.000 millones de dólares con un tipo variable que llegaba al 15%. Halterman lo necesitaba para tapar los agujeros de su desatinada vida económica.

Pero la mujer se compró un todo-terreno. Como no tenía un trabajo estable y estaba enganchada a las anfetaminas, se fundió todo el dinero y dejó de pagar sus compromisos. Al final, abandonó la casa. Pero su préstamo ya había dado la vuelta al mundo en el celofán de los derivados. La casa fue clausurada y afuera se colgó un cartel que decía: «Inhabitable». Halterman reconoció que no necesitaba tanto dinero. «Bien pensado, lo que necesitaba era una buena patada en el trasero».

A finales de 2006, muchas familias norteamericanas percibieron que no podían devolver las hipotecas. ¿Qué había pasado? Pues que sus créditos eran demasiado caros. De modo que entre 2006 y principios de 2007 los bancos se empezaron a encontrar con una cosa que los norteamericanos llamaron con sentido del humor el jingle mail, el correo tintineante. Es decir, los propietarios de casas, metían las llaves en un sobre, las enviaban al banco y abandonaban su casa por otra de alquiler porque ya no tenían dinero para sufragar su hipoteca.

El 'agorero' al que nadie quiso escuchar

En febrero de 2003, sólo un año después del discurso de Bush que animaba a todos los norteamericanos a comprar una casa, Armando Falcón presentó un extenso informe ante el Congreso de los Estados Unidos titulado 'Riesgo sistémico: Fannie Mae, Freddie Mac y la OFHEO'.

La OFHEO era la oficina estatal que dirigía el mismo Falcón.Clinton lo había puesto allí en 1999 y su cometido era vigilar que Fannie Mae y Freddie Mac no hicieran cosas raras, ser un controlador de sus cuentas.

Los dos primeros escenarios expuestos en el documento de Falcón afirmaban que los problemas financieros de una de las empresas hipotecarias se podían amortiguar si la otra empresa la apoyaba.Pero, en caso de que las dos empresas hipotecarias afrontasen serios problemas de liquidez, el resultado sería pavoroso: «Crearía problemas en toda la economía».

Falcón añadía que si esos problemas contagiaban al sistema bancario que comerciaba con obligaciones de Fannie y Freddie, y al sector financiero en general, «dañarían la economía de los Estados Unidos y del mundo entero». Era la peste global. Y terminaba: «Si el Gobierno no previene esta crisis financiera, el derrumbe potencial de la economía puede ser muy profundo».

Falcón fue destituido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario