domingo, 5 de abril de 2009

Hacia un nuevo orden financiero internacional / Ángel Laborda

Sin duda, el mayor interés informativo en el ámbito económico se situaba esta semana allende nuestras fronteras, con un evento histórico, la cumbre del G-20; la bajada de los tipos de interés por parte del BCE y las nuevas previsiones internacionales para 2009-2010 que presentó la OCDE.

A casi dos años de estallar la crisis financiera, los dirigentes mundiales parece que, por fin, empiezan a entenderse. Seguramente presionados por la gravedad de la situación y bajo el peso de las consecuencias de no llegar a acuerdos, han sido capaces de diseñar lo que ahora se llama una hoja de ruta para reanimar al herido de muerte sistema financiero internacional. Casi dos años desde el inicio de la crisis, pero casi cuarenta desde que el sistema diseñado en Bretton Woods dejara de ser efectivo.

Desde entonces, dicho sistema ha estado funcionando, primero, bajo la batuta de las acciones unilaterales de las grandes potencias mundiales (en realidad, prácticamente una: EE UU) y, luego, casi sin batuta, al albur de la denominada autorregulación de los mercados, es decir, sin una regulación y supervisión efectivas. Hasta que ha pasado lo que ha pasado.

Dice el refrán que no hay mal que por bien no venga y quizá esta crisis sirva para dotar a la nueva economía global de un sistema financiero bien regulado y supervisado, que dé soporte a todo el potencial que supone la globalización. Si se consigue esto y, además, se avanza en la abolición de barreras y usos proteccionistas, se puede dar por seguro que las economías volverán a crecer a lo largo y ancho del mundo.

Éste es el acuerdo fundamental de la cumbre de Londres, además de tomar medidas a corto plazo para dotar de más liquidez al FMI y a los bancos multilaterales de desarrollo (más de un billón de dólares), con el fin de evitar el colapso de las economías más expuestas a la crisis financiera y de mantener la financiación, ahora cerrada, a las emergentes, al tiempo que se inicia la reforma de los organismos financieros internacionales para dotarlos de más efectividad y participación. De los planes de estímulo fiscal, que cada uno en su casa haga las cuentas y tome las medidas que le parezcan más adecuadas.

Ver que los dirigentes mundiales empiezan a ponerse de acuerdo supone un espaldarazo para la confianza, algo escasa en estos momentos, sobre todo cuando las perspectivas a corto plazo cada vez son más negativas, como puso de manifiesto la OCDE con sus nuevas previsiones. Éstas contemplan caídas del PIB mundial en 2009 del 2,75% y de entre el 4% y el 7% para las economías desarrolladas, cifras que superan en mucho las más negativas publicadas hasta ahora, aunque mantienen la esperanza de iniciar la recuperación en 2010.

No sé si en España el PIB llegará a contraerse tanto, pero los datos que vamos conociendo van por ahí. Mención especial merecen los datos de parados registrados y de afiliaciones a la Seguridad Social de marzo. Los parados aumentaron en 123.543 respecto a febrero, una cifra algo inferior a la de los meses precedentes.

Ello se explica por motivos estacionales, ya que en términos tendenciales (desestacionalizados) el aumento fue el mayor hasta ahora, casi 158.000. También la estacionalidad es la causa principal que explica que el descenso de los afiliados fuera notablemente menor que el de meses anteriores, aunque también se observa una caída algo menor en términos tendenciales. Eso puede indicar que los momentos de mayor destrucción de empleo ya han pasado.

Otros indicadores conocidos en la semana son igualmente elocuentes. Las ventas al por menor caían en febrero un 7,6% sobre un año antes; la producción industrial de ese mismo mes, un 22%; el consumo de energía eléctrica de marzo, un 10,2%; la superficie a construir, según los visados de obra nueva de enero, un 55,9%, y las matriculaciones de turismos en marzo, un 39% (eso sí, en los meses precedentes caían a mayor ritmo).

El rasgo positivo lo ponían los indicadores de confianza de los consumidores, que mejoraron en marzo, probablemente por el alivio que suponen la bajada de los tipos de interés y de la inflación y por las perspectivas de mejora en el mercado laboral asociadas al plan E. Por algo se empieza.

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