lunes, 27 de abril de 2009

La buena y la mala suerte de EE UU / Paul A. Samuelson *

Los mejores expertos en macroeconomía parecen coincidir en muy pocas cosas y disentir en muchas. Tras dos años de tantas discusiones, no cabe duda de que la economía mundial sigue experimentando un empeoramiento del ciclo económico.

¿Hay una restricción del crédito? ¿O está demasiado accesible? Paradoja: ahora el crédito para los activos ultraseguros es en realidad baratísimo. Del mismo modo que el Banco de Japón, durante más de una década perdida, tuvo que reducir su tipo de interés oficial prácticamente a cero, la mayoría de los bancos centrales de todo el mundo tienen ahora que soportar una vida frenética: los créditos son baratos y carísimos a la vez.

La estanflación se extiende ahora desde Nueva York hasta Zúrich, Islandia e Irlanda. Esto significa una paralización del comercio al por menor y al mismo tiempo unas tasas de desempleo que siguen por las nubes.

Intento mantener un punto de vista centrista, coherente con el que imperaba durante la Gran Depresión de 1929-1939. Éstos son los principales principios centristas:

Las macroeconomías liberalizadas no pueden curar sus propias heridas. La irracional liberalización efectuada por el presidente Herbert Hoover en 1930 -que Milton Friedman, catedrático de economía de la Universidad de Chicago, propugnó en toda la época comprendida entre 1940 y 2005- era una predecible senda hacia el desastre.

¿Entonces, qué puso fin a la Gran Depresión? No, no fue principalmente el retorno a algunos de los programas estabilizadores habituales de la Reserva Federal. El universal (y racional) temor a la pérdida de las inversiones indujo enseguida a la acumulación. ¿Acumulación por parte de quién? Acumulaban por igual las familias ricas y las pobres, en lugar de gastar libremente en consumo.

En aquel momento, mi suegro era presidente del First National Bank de Berlin (Wisconsin). Después de que el presidente Roosevelt cerrase todos los bancos, en la semana siguiente a su subida al poder, este banco de Berlin fue el único al que se le permitió reabrir. ¿Puso eso fin a la acumulación? No. El presidente Will Crawford invirtió después, en 1933, principalmente en bonos del Tesoro, que ofrecían un rendimiento prácticamente nulo. Tanta cautela no creó en esencia nuevos puestos de trabajo para los desempleados.

Eso indica que la recesión mundial podría durar hasta bien entrado 2010. Pero con el abundante gasto deficitario de Obama, al final, el precio de los índices bursátiles dejará de caer. Unos cuantos intermediarios de Wall Street a corto o largo plazo tendrán la suerte de tomar decisiones oportunas. También, como es habitual, cuando se produzca, la recuperación final será rápida.

Hay pocos héroes entre los especuladores. Alan Greenspan empezó siéndolo. Pero hasta él admite su falibilidad. El nuevo gobernador de la Reserva Federal, Ben Bernanke, merece nuestros elogios por su flexibilidad y su cautela.

En mi opinión, a Estados Unidos le está yendo mejor que a Francia, Alemania, Reino Unido, Japón y otros 40 países. Esto no debe enorgullecernos ni darnos una excesiva confianza. Fueron los ingenieros financieros estadounidenses los que originaron la crisis mundial de 2006.

Por fortuna, los votantes estadounidenses rechazaron en las urnas las políticas del presidente George Bush. ¿Es posible que la suerte influyese mucho en eso? Nunca lo sabremos.

(*) Profesor emérito de Economía en el MIT y Premio Nobel de Economía en 1970

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