domingo, 5 de abril de 2009

La trastienda del G-20 destapa una cumbre vacía

LONDRES.- A juzgar por las sonrisas de los líderes, la cumbre de Londres fue un éxito formidable. Un análisis más reposado de lo acordado dibuja un paisaje mucho menos optimista y habla más bien de progresos limitados. Tanto en el ámbito de los estímulos como en el de la regulación.

Gordon Brown sacó adelante el encuentro y los periódicos saludan su saber económico, su gusto por el detalle y su mano firme al timón de lo sucedido. Y, sin embargo, las últimas horas de la negociación fueron una sucesión de zancadillas, faroles y puñaladas por la espalda en la que el premier británico desempeñó un papel secundario, según revela 'El Mundo'.

En los últimos compases de la negociación, quienes jugaron fueron Nicolas Sarkozy, Angela Merkel, Hu Jintao y Barack Obama. Los dos primeros, arrancando compromisos para terminar con lo que consideran los vicios del capitalismo anglosajón. El presidente chino, dando sus primeros pasos como superpotencia en la escena mundial. Obama, aprendiendo a marchas forzadas los sinsabores y los secretos de la diplomacia.


Según fuentes cercanas a Brown, el espectáculo de Sarkozy en las horas previas a la cumbre no fue más que una provocación de cara a la galería. Lo refleja el comunicado final, que apenas aporta detalles nuevos sobre la regulación de los mercados financieros. Se sanciona la recapitalización de los bancos y se repite la supervisión de los estándares de contabilidad y de los hedge funds y las agencias de calificación, pero nada se dice del asunto más importante para el presente: qué hacer con los activos tóxicos de los bancos.

El G-20 no revalida el plan de Obama ni el sistema de reaseguro de Brown, y tampoco propone una tercera vía alternativa. Como subrayaba el viernes en su editorial Financial Times, «establecer compromisos vagos sólo sirve para crear miedo de que haya poca sustancia detrás de las palabras».

Así pues, no se crean las sonrisas de Nicolas Sarkozy. De la cumbre no arrancó demasiado. Es cierto que logró adelantar la publicación de la lista de paraísos fiscales, pero a costa de negociar con China la exclusión de Hong Kong y Macao de su capítulo más ominoso. Según se supo después, el asunto de los paraísos fue el último en dirimirse.

Básicamente, por el choque de trenes entre Sarkozy y el presidente chino, Hu Jintao, que mantuvieron una conversación gélida durante la cena de Downing Street. Hu terminó aceptando la invitación de Sarko para seguir negociando. Esta vez en sus aposentos del hotel Mandarín. Allí se fraguaron algunos avances, pero el acuerdo sólo llegó al día siguiente, tras la mediación de Barack Obama.

De todos modos, es exagerado proclamar que la nueva lista de paraísos fiscales de la OCDE suponga «el final de la era del secreto bancario», como dijo Brown. Es cierto que señala un cambio en la buena dirección, pero queda mucho camino por recorrer.

En realidad, la de la OCDE no es una lista, sino tres que agrupan a las jurisdicciones según su grado de cooperación. La mayoría de los paraísos fiscales están en la lista del medio: aquélla que recoge a los países que se han comprometido a cooperar, pero aún no lo han hecho satisfactoriamente. Un limbo donde están Andorra, Gibraltar, Liechtenstein o San Marino, pero de donde han salido dependencias de la Corona británica como Jersey, Guernsey o la isla de Man.

Lo más polémico, sin embargo, es la composición de la lista negra, aquella que recoge a las jurisdicciones que aún no han cooperado.Tiene sólo cuatro miembros: Costa Rica, la isla malaya de Labuan, Uruguay y Filipinas. Un experto declaró el viernes a la prensa que el listado era «un ejercicio para salvar la cara, que sólo incluía cuatro países irrelevantes». Territorios sobre los que no existía presión y que nunca antes habían aparecido en una lista de paraísos fiscales.

Si limitados fueron los avances en los asuntos de la regulación financiera, lo fueron aún menos en el asunto estrella de la cumbre: el dirigido a sacar al mundo de la crisis.

Obama y Brown perdieron la batalla de los estímulos fiscales, incapaces de convencer a franceses y alemanes de la necesidad de elevar su gasto público. Esa fue la razón por la que la cumbre derivó hacia otro tipo de estímulos. No fiscales, sino monetarios, y en su mayoría gestionados por el Fondo Monetario Internacional.

Es, precisamente, el organismo de Washington quien más reforzado sale de la cumbre. No sólo por la inyección de casi 400.000 millones de euros en sus recursos, sino sobre todo porque los líderes del G-20 refuerzan su posición como gestor indiscutible de la economía mundial. El comunicado final le faculta para emitir hasta 185.000 millones de euros de sus reservas monetarias, para que los países menos pudientes puedan inyectar dinero en sus economías sin sufrir el estigma ni los intereses que acompañaban a la ayuda del FMI.

Lo más nebuloso de la cumbre fueron quizá sus compromisos de renuncia al proteccionismo. El comunicado no recoge promesas concretas y ni siquiera pone fecha a la conclusión de la Ronda de Doha para abaratar el comercio mundial. «No mencionar a Doha», decía el viernes un director de un think tank sobre comercio, «hubiera sido admitir que estaba muerta».

Los paraísos, en pie de guerra

«Incomprensible». Así calificó el viernes el primer ministro luxemburgués Jean-Claude Juncker la decisión de la OCDE de incluir a su país en la lista de paraísos fiscales que el G-20 se comprometió a perseguir (se amenazó con sanciones a los que no cooperaran) a partir de ahora. No fue el único, la decisión tomada en la Cumbre de Londres de acabar con la que se denominó como «era del secreto bancario» tendrá que luchar con la oposición de algunos de los países que están en el punto de mira.

La OCDE dividió a los territorios en tres bloques: los que cumplen; los que lo hacen pero no del todo; y la 'lista negra', en la que incluyó a los que no han colaborado en absoluto. En este último grupo, incluyó a Uruguay, Costa Rica, Filipinas y Malasia, países que hasta ahora no estaban asociados a este tipo de prácticas.

Pero las mayores quejas vinieron de los que se vieron en la zona gris, entre los que destacaban tres socios de la UE (Austria, Luxemburgo y Bélgica) junto a Suiza o Chile, entre otros. Juncker fue el más combativo, y apenas unas horas después de cerrada la cumbre tildó a la OCDE de «máquina del pensamiento único».

Además, lamentó, con un poco de ironía, que no se hubiese incluido, «por precipitación», algunos estados de EEUU y otros territorios como Hong Kong y Macao. Desde Suiza, su ministro de Finanzas afirmó que la parecía «extraño» que se incluyese a su país, que siempre «cumple sus obligaciones», en la lista.

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