lunes, 6 de abril de 2009

Los auténticos culpables de la crisis mundial / Ángel Tomás Martín *

La economía real sólo la crea, la conserva y la potencia, el colectivo empresarial de cada nación. Son las empresas nacidas del "espíritu emprendedor" quienes, mediante la creatividad, la innovación, el conocimiento del mercado de consumo y una clara visión de futuro, crean el trabajo, el producto interior bruto, y la recaudación necesaria para la formación de los imprescindibles presupuestos generales de los Estados.

Sentado este principio irrefutable, es también indiscutible que el tejido empresarial no sería posible sin un "sistema financiero" sólido, solvente y dotado de una dirección ética y profesional.

Los gobiernos tienen, entre otras misiones, la responsabilidad de administrar y cumplir con los presupuestos generales públicos, y de regular, vigilar y controlar el sistema financiero.

Las entidades de crédito deben invertir los fondos de terceros en una economía real que
ofrezca solidez, bajo riesgo y mínima morosidad. Una morosidad peligrosa acaba integrándose en sus balances. Una mala gestión del sistema crediticio dirigido a un sector de alto riesgo deviene en crisis gigantescas cuyo estallido repercute en los demás sectores de la economía, ocasionando paro excesivo creciente y el incumplimiento presupuestario, forzado por una disminución, también progresiva, de la recaudación de impuestos.

Por ello, los gobiernos deben velar y obligar a los organismos independientes de control (bancos centrales, tribunales de cuentas etc) a vigilar constantemente a las entidades financieras y a las corporaciones locales, para evitar el incumplimiento de las regulaciones establecidas, inspeccionando e interviniendo, en su caso, cuando sea necesario. No debe confundirse intervenir con el intervencionismo como sistema.

Si analizamos las crisis surgidas durante el siglo pasado -la Gran depresión de 1929; la del Japón del 80, de la que aun no ha salido; el crack de la Bolsa del 89; la Gran Burbuja Tecnológica de final de los 90, entre otras-, llegamos a la conclusión de que se producen como consecuencia de "un entusiasmo inversor colectivo" que termina con el estallido de la burbuja y "el pánico colectivo".

Fomentar e invertir en un sector importante de forma desmedida lleva irremisiblemente a la crisis, a la desaparición de empresas, al paro, a la paralización financiera y devaluación de los activos de las empresas de crédito.

Si la crisis financiera es un desorden agudo que altera el funcionamiento de los mercados y pone en peligro a las instituciones de crédito, con la experiencia de las anteriores crisis, ¿por qué hemos permitido la formación y el estallido de la que sufrimos ahora?¿A quienes puede imputarse las causas de lo ocurrido, las tardías y desacertadas medidas de contención y la carencia de reajuste necesario?

Culpabilidad

El peso de la responsabilidad se encuentra repartido entre los gobiernos y las corporaciones locales, que intervienen en la "economía real" y olvidan administrar bien los presupuestos y vigilar las regulaciones legales establecidas; los mal llamados empresarios, que se aprovechan del beneficio rápido, que nacen y se desarrollan hasta niveles insospechados en tiempos inverosímiles, estimulados por la coyuntura, la vanidad y el lucro fácil en perjuicio de la sociedad; los falsos talentos gestores imaginativos, que Tom Wolf llamara "los masters del universo"; las autoridades monetarias que permitieron la concentración de riesgos a las entidades de crédito; y a éstas últimas, que financiaron casi en exclusiva al sector inmobiliario, desatendiendo otros tradicionales, necesarios y seguros, olvidando que producir por encima de la demanda sólo conduce al fracaso y al caos generalizado.

Gobernantes, financieros, ciertos empresarios (que la crisis se encarga de eliminar) han olvidado algo tan sencillo como el "Principio de Peter", verdadero descubrimiento social y psicológico que nos dice: quien tiende a ascender y ocupar puestos de responsabilidad que superan su nivel intelectual, actúan en el nuevo nivel de su incompetencia.

Todos quieren ser líderes, pero olvidan que ser líder no es hacer sólo las cosas mejor, sino hacer las mejores cosas, y no perciben que actúan dentro del nivel de su incompetencia.

Obligaciones

Las soluciones sólo vendrán si los gobiernos se ocupan de sanear, regular y vigilar el sistema financiero, si evitan la "ingeniería financiera", y si olvidan dirigir la economía real, que sólo compete al empresariado. Los empresarios deben ocuparse de crear, innovar, administrar y expansionar sus empresas con eficacia y equidad, pero sobre todo trabajando intensivamente y siendo maestros en aportar motivación y guía. Todos juntos, trabajando coordinadamente, no deben olvidar la sinceridad, el control de las especulaciones y el perfecto cumplimiento de sus obligaciones. De esta forma, se crea esperanza y genera ilusión.

Se piden con frecuencia "medidas estructurales" en abstracto. Pretender diseñar y proyectar nuevas estructuras económicas sugeridas por equipos dotados de una excelente formación teórica y ninguna experiencia práctica real probada, es puro ilusionismo. Cumpliendo las obligaciones anteriores, la nueva estructura ha de surgir por generación espontanea.

Decía Albert Einstein, "acabemos de una vez con la crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla".

(*) Economista y empresario

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