domingo, 24 de mayo de 2009

América Latina y el agua / Javier Santiso*

España ha apostado siempre por América Latina. En el pasado, nuestras empresas invirtieron masivamente en el continente y la política exterior estuvo volcada hacia allí. Más recientemente, se ha creado el Fondo Español de Agua y Saneamiento para América Latina y el Caribe, impulsado por el Gobierno con la Agencia Española de Cooperación como operador principal, y en el que colaborará el Banco Interamericano de Desarrollo. Este fondo arranca con una dotación inicial de 600 millones de euros y podría alcanzar en el futuro los 1.500 millones de dólares.

Vale la pena detenerse en esta iniciativa. Con cerca de 1.100 millones de euros, España es uno de los principales países donantes de la región, justo por detrás de EEUU. En promedio, los donantes internacionales sólo destinan un 10% de sus ayudas al desarrollo a América Latina, mientras España destina más del 40% del total de su cooperación

La creación del Fondo del Agua anticipa lo que es y será uno de los principales retos mundiales. Más allá de la crisis, las necesidades derivadas del agua (y de los alimentos) constituyen uno de los grandes desafíos de la humanidad. Esta apuesta también apunta a una de las grandes bazas que posee América Latina: sus recursos hidráulicos. Si bien el agua potable escasea en muchas partes, la paradoja es que América Latina posee una de las mayores reservas mundiales de oro azul.

El objetivo del Fondo señalado es acelerar la expansión de la cobertura de los servicios de agua potable y saneamiento entre la población. Las necesidades son inmensas: Las cifras señalan que alrededor de 85 millones de personas aún no cuentan con acceso a agua potable en América Latina y el Caribe, y más de 100 millones no tienen acceso a servicios de saneamiento.

Todos los datos muestran la necesidad de actuar. Otra manera de encarar este desafío es analizar las oportunidades que pueden generar los mercados del agua. La comercialización de esta materia prima es difícil, tanto económica como política y socialmente. Sin embargo, llama la atención el hecho de que América Latina sea una de las regiones mejor dotadas de este tipo de recurso frente a otras como Oriente Medio o el arco asiático. De ser exportable, América Latina podría convertirse en un gigante mundial para estos mercados, abasteciendo a zonas que poseen activos financieros en abundancia.

Podríamos imaginar un fondo de inversión en sectores directamente vinculados al tema del agua, como el sector alimentario. Dicho fondo podría perseguir objetivos de desarrollo y financieros, es decir, buscar sostenibilidad económica. Ambos objetivos no son antinómicos, como ha demostrado el Nobel Mohamed Yunus, que acaba de crear una firma para suministrar agua potable en Bangladesh.

La cooperación internacional, en su vertiente más innovadora, impulsa también cada vez más vehículos de inversión y de capital riesgo, como demuestran agencias británicas como DFID y CDC o la holandesa FMO. A éstas se suman agencias de cooperación o países que fomentaron fondos de inversiones buscando apostar por empresas en países en desarrollo, compaginando objetivos de rendimiento económico con la contribución al desarrollo.

La cooperación suiza tiene una institución de capital riesgo, SIFEM, dotada de 300 millones de dólares. Antes, suecos, noruegos, finlandeses y daneses ya hicieron lo mismo. España posee una agencia comparable, COFIDES, que también busca innovar en este ámbito y cuya actividad se podría potenciar.

Por regla general, estos fondos invierten relativamente menos en América Latina que en otras regiones. Existe un nicho importante para un vehículo de inversión público-privado que apueste por América Latina, y el sector del agua podría ser una de sus ejes estratégicos.

España también podría dotarse de un fondo público-privado con una vertiente inversora que combinara una doble especialización: geográfica y sectorial. Incluso podría combinar sus recursos y aportes con otros provenientes de empresas privadas.

Instituciones como la Corporación Andina de Fomento, que acaba de aprobar 90 millones de dólares de inversiones en los sectores del agua y de saneamiento a finales del 2008, también podrían participar en este tipo de iniciativas, al igual que el BNDES brasileño. También podrían participar instituciones financieras del Golfo o de Asia, en particular los fondos soberanos, en búsqueda de diversificación de activos y con sedes en países carentes de agua y con la necesidad de asegurarse abastecimiento de alimentos. Recientemente, Kuwait Investment Company invirtió 400 millones de dólares en un fondo vinculado al agua y gestionado por Instrata Capital, una gestora con base en Bahrein.

Existe, pues, una gran paradoja: la región es una de las más ricas en agua del mundo -según la ONU, América Latina tiene el 26% de la oferta de agua mundial- pero carece de empresas globales en este sector. Las iniciativas desarrolladas en torno al tema del agua son bienvenidas, pero nos recuerdan que hay que indagar más allá de la espuma de los días, como escribía Boris Vian. Existe un océano de desafíos que enfrentar, y conviene hacerlo con innovación e imaginación.

(*) Javier Santiso es director del Centro de Desarrollo de la OCDE.- www.elmundo.es

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