jueves, 18 de junio de 2009

La reforma de la regulación financiera de Obama se quedó corta, según expertos

NUEVA YORK.- La reforma de la regulación financiera estadounidense propuesta el miércoles por el presidente Barack Obama fue acogida con escepticismo por varios economistas, para los que no va lo bastante lejos.

La necesidad de esta reforma, que pretende tapar vacíos legales que permitieron a las finanzas estadounidenses tomar riesgos desmesurados, tenía sin embargo la aprobación de todos.

"En conjunto, esto sigue los principios generales de lo que la inmensa mayoría de nosotros queríamos ver, pero hubo ciertos aspectos que representan oportunidades perdidas", consideró Douglas Elliott, economista de la Brookings Institution.

Elliott se mostró decepcionado de ver que la arquitectura global quedará casi igual, con la única desaparición de la oficina de supervisión de las cajas de ahorro. Cinco de seis instituciones quedarán en su sitio.

"Tener tantas instancias de regulación deja siempre abierta la posibilidad de que se pueda elegir" entre los reguladores, lo que "permite a las sociedades encontrar el eslabón débil", subrayó, haciendo referencia al hecho de que en el pasado varias sociedades cambiaron su estatuto para escapar a la vigilancia, como el banco Washington Mutual, que quebró en septiembre de 2008.

"Hoy estamos en el momento en que hay que ponerle un plazo definitivo a los duelos jurídicos y a las guerras que alimentaron una estructura arcaica incapaz de impedir la crisis o de administrarla", dijo por su parte Hal Schott, profesor de finanzas de Harvard y director del Comité sobre la Regulación de los Mercados Financieros, grupo independiente creado en 2006.

"La reforma final debe ir considerablemente más allá de lo que propone el gobierno", estimó.

Uno de los aspectos más criticados fue el amplio papel concedido a la Reserva Federal (Fed) para supervisar las instituciones financieras cuya quiebra amenazaría la estabilidad del sistema, aunque estas sociedades no tienen nada que ver con el tradicional campo de acción de la Fed.

Fusionar instancias de regulación "es ciertamente sensato", opinó Diana Furchtgott-Roth, de Hudson Institute, sublevándose en cambio contra una disposición de la reforma, destinada a darle al gobierno el poder de colocar bajo su tutela las grandes sociedades que amenacen con la quiebra.

"La idea de que el Estado tome el control de grupos que tienen problemas porque decide que corren 'riesgo de quebrar' es una invitación al clientelismo político", se inquietó.

También llegaron críticas desde el sector financiero, cuidadoso de no perder su libertad de acción.

El proyecto va a hacer menos ágiles "las finanzas estadounidenses con una regulación inútil que va a generar costos y a bajar la calidad de los servicios financieros, abasteciendo de ventajas competitivas a las sociedades más grandes y menos innovadoras", acusó el presidente del fondo Euro Pacific Capital, Peter Schiff.

Para el presidente de la Asociación Estadounidense de Bancos (ABA, por sus siglas en inglés) Edward Yingling, la reforma "es tan vasta y controvertida como será extremadamente difícil de hacer aprobar y se generará una gran incertidumbre sobre los mercados financieros y entre los reguladores financieros en el periodo en que no esté definida".

Yingling precisó además que la asociación se opondrá a la idea de un regulador único sobre instituciones de importancia "sistémica".

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