domingo, 5 de julio de 2009

El cambio climático puede obligar en España a plantar viñedos en el monte

MADRID.- ¿Las viñas españolas tendrán que huir a las cumbres para resistir las fuertes canículas que se prevén en el futuro? La idea está siendo seriamente considerada por expertos y viticultores para combatir un cambio climático que amenaza con convertir a España en una zona semidesértica.

España, que cuenta con las mayores extensiones de viñas del mundo (1,16 millones de hectáreas frente a 852.000 en Francia) y con denominaciones de renombre como Rioja o Ribera del Duero, "está en primera línea del calentamiento global", explica el químico Juan Francisco Cacho, especialista en vinos y profesor de la Universidad de Zaragoza.

El país, que ya es el más seco de Europa, está amenazado por una "africanización" de su clima y hasta un tercio de su territorio corre un "riesgo severo" de desertificación, según el ministerio de Medio Ambiente.

Por ello, las grandes bodegas y la Federación Española del Vino se movilizan en torno al proyecto 'Demeter', destinado a "reunir los conocimientos necesarios para hacer frente a los desafíos del cambio climático".

La viña necesita el sol, todos los viticultores lo saben, pero demasiado calor perjudica la buena maduración de la uva, explica el profesor Cacho.

La canícula satura enseguida los racimos de azúcar, mientras que los "componentes fenólicos" que dan al vino su aroma, su consistencia y su color maduran más lentamente.

Así, los viticultores españoles tienen que elegir entre vendimiar pronto y producir un vino con un buen grado de alcohol pero todavía 'verde' o recolectar más tarde uvas llenas de azúcar que dan buenos vinos pero muy alcoholizados.

"Las bodegas prefieren esperar... aunque los vinos que se producen ahora tienen a menudo 14, 15 e incluso 16 grados de alcohol frente a los 12 grados de antes", explicó Cacho.

El proyecto 'Demeter' intenta precisamente "buscar nuevas prácticas vitícolas que retrasen la maduración", explica Mireia Torres, directora técnica de una gran bodega española, Bodegas Torres, con sede en Cataluña.

"Disponemos de una parcela experimental donde se analizan los efectos de las diferentes prácticas vitícolas respecto al clima", explica.

Una alternativa es la altitud. En las zonas elevadas, la viña sufre menos el calor: las noches son más frescas, lo que permite una maduración más armoniosa de las uvas.

En las Bodegas Pérez Pascuas en la Ribera del Duero, tres generaciones de viticultores han llegado a la misma conclusión: "las viñas en altura dan vinos de mejor calidad", explica el nieto del fundador, José Manuel Pérez Ovejas.

Sus viñas están todas a más de 820 metros de altura y sufren relativamente poco los veranos caniculares.

"Las viñas (españolas, ndlr) se sitúan como máximo a 800 metros de altitud. Dentro de 15 años, habrá que plantar viñas entre 800 y 1.000 metros y las grandes bodegas ya están comprando terrenos en altura", subraya el profesor Cacho.

Enólogo para la selecta bodega 'Viñedos Alonso del Yerro' (Ribera del Duero), el francés Lionel Gourgue cree que un desplazamiento en altura de las viñas no sería más que una vuelta a los orígenes.

"La viña siempre se ha plantado en laderas (...). En los años 80 se cometieron errores y se plantó en cualquier sitio", explica.

Es el caso de las llanuras de Castilla-La Mancha, donde para sobrevivir tal vez algún día los viticultores tendrán que regar sus viñas, adelanta.

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