martes, 7 de julio de 2009

El G-8 se reúne con un ojo en el sismógrafo y otro en los males del planeta

ROMA.- Con un ojo en el sismógrafo y otro en las convulsiones económicas y políticas del planeta, los líderes de los ocho países más industrializados (G8) inician mañana miércoles una cumbre de tres días en la ciudad italiana de L'Aquila, devastada en abril por un terremoto que dejó casi 300 muertos.

El G-8 (Alemania, Francia, Canadá, Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia, Rusia y Japón) se reunirá el jueves con el G5 de potencias emergentes (Brasil, China, India, México y Sudáfrica) que claman por más poder de decisión en las grandes cuestiones mundiales y en la elaboración de respuestas a la crisis económica y financiera que estalló hace dos años en el corazón de los países ricos.

El calentamiento climático y las políticas de ayuda a los países más pobres figuran en la agenda de esos encuentros.

Pero también estarán presentes en las discusiones algunos de los numerosos frentes de crisis del mundo, como las cuestiones nucleares norcoreana e iraní, y con los disturbios étnicos en China y el golpe de Estado en Honduras como "invitados" de último momento.

Todo ello si la región de los Abruzos, donde se halla L'Aquila, no vuelve a temblar con violencia.

"En caso de temblor de más de 4 grados (en la escala de Richter), se procederá a evacuar a todos (los participantes), por motivos de seguridad", indicaron el lunes los servicios de la protección civil italiana.

Desde el seísmo del 6 de abril (de 5,8 grados), se registraron numerosos movimientos telúricos, algunos de ellos de más de 5 grados. El viernes pasado, se produjo uno de 4,1 grados, con epicentro a menos de un kilómetro del cuartel donde se llevará a cabo la cumbre.

La evacuación no sería sencilla: a unos 40 jefes de Estado y de Gobierno presentes en el cónclave se suman varios miles de personas que forman parte de las comitivas oficiales y de organizaciones internacionales, y unos 3.000 periodistas acreditados.

La cumbre estaba planeada incialmente en la tranquila isla de La Maddalena, en Cerdeña, pero el jefe de Gobierno italiano, Silvio Berlusconi, decidió trasladarla a L'Aquila, en muestra de solidaridad con las decenas de miles de personas que perdieron todo en el siniestro, 24.000 de las cuales siguen viviendo en tiendas de campaña.

"La capital del dolor se convertirá en capital del mundo", dijo Berlusconi, que corre el riesgo de que ese espectacular golpe mediático le salga por la culata y ocasione un daño mayor a su imagen internacional, sumamente erosionada por una serie de escándalos relacionados con su vida privada.

Muchos siniestrados de L'Aquila expresan su indignación por lo que consideran un derroche de medios para recibir con honores a los grandes de este mundo, sin que se vea una mejoría en las condiciones precarias en las que viven desde hace tres meses.

Algunos jefes de Estado -entre ellos el presidente estadounidense, Barack Obama, quien participa en su primer G8- tienen previsto visitar las zonas destruidas y han ofrecido hacerse cargo de la restauración de importantes monumentos medievales de la ciudad.

En la cumbre, los líderes discutirán cómo restaurar la economía mundial, golpeada por la recesión en los países ricos, la ralentización en los emergentes y la desocupación en alza y amenazada por la deflación (caída de los precios que desincentiva las inversiones) y una espiral de proteccionismo.

Los Gobiernos inyectaron billones de dólares en planes de reactivación, que parecen haber evitado una Gran Depresión como en los años 30. Pero esos planes no consigueron asegurar un real despegue de la actividad y crearon en cambio un déficit fiscal enorme que se convirtió en una nueva pesadilla para la economía mundial.

La crisis se desencadenó en 2007 con el colapso del sector inmobiliario en Estados Unidos y se aceleró a fines de 2008 con la quiebra del banco estadounidense Lehman Brothers y otras grandes instituciones financieras.

Pero los bancos aún no han saneado suficientemente sus balances, y mientras no lo hagan, el crédito no volverá a despegar, advierten muchos dirigentes y analistas.

"La recuperación vendrá antes o después, en función de la limpieza de los balances en el sector bancario", dijo el lunes el director del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, quien admitió que en ese campo "queda mucho por hacer".

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