miércoles, 8 de julio de 2009

El presidente chino deja el G-8 ante la situación en su país

ROMA.- Filas de agentes antidisturbios se desplegaron el miércoles en la ciudad china de Urumqi para tratar de contener la violencia de origen étnico, días después de que 156 personas murieran en los peores incidentes de ese tipo en décadas.

Los chinos de la etnia han salieron a las calles por segundo día consecutivo, e incluso con los helicópteros sobrevolando por encima de sus cabezas hubo enfrentamientos con una multitud de unas 1.000 personas mientras la policía detenía a los supuestos cabecillas, provocando gritos de "suéltenlos".

Urumqi, la capital de la región noroccidental de Xinjiang, impuso un toque de queda nocturno después de que miles de chinos han abarrotaran las calles armados con palos y cuchillos pidiendo venganza a los uigures por la violencia del domingo.

La continua inestabilidad provocó que el presidente Hu Jintao abandonara sus planes de asistir a la cumbre del G-8 en Italia, y volvió a casa para supervisar los acontecimientos en Xinjiang, una provincia con riqueza energética donde 1.080 personas han resultado heridas y 1.434 fueron detenidas desde el domingo.

Los mercados financieros de nuevo parecían inalterables y la vida regresaba a los barrios de los uigures. Pero los residentes dijeron que las detenciones nocturnas continuaban y que estaban preparándose para defenderse contra más ataques de los han.

El aeropuerto de Urumqi estaba abarrotado de personas ansiosas por marcharse. "Me temo que Xinjiang ya no es seguro", dijo un pasajero que se negó a ser identificado.

Las autoridades quitaron importancia a los continuos disturbios mientras la fuerte presencia de las fuerzas de seguridad, incluyendo a miles de soldados y vehículos blindados con personal armado, llevaba paz a las partes centrales de la ciudad.

"La mayor parte del público estaba bastante contenido", dijo el jefe del Partido Comunista de Urumqi, Li Zhi, sobre la violencia del martes.

"Un puñado de han atacaron a los uigures y hubo un puñado de uigures que atacaron a los han (...) este puñado de elementos violentos ha sido capturado por la policía y ahora la situación se ha sofocado", añadió en una conferencia de prensa en la capital de Xinjiang.

Tampoco hubo un toque de queda oficial, aunque a primeras horas de la tarde las calles se estaban quedando vacías y vehículos con altavoces conducían alrededor del pueblo diciendo a la gente que se "vaya a su casa lo más rápido posible", y advirtiéndoles que no presten atención a los rumores.

Pero el Gobierno no ha dado detalles sobre el número de heridos el martes o si alguien murió, y la falta de información estaba alimentado historias perturbadoras.

Un hombre de unos 50 años, que se identificó como Mohammed Ali, dijo que había escuchado a vecinos y amigos que dos hombres habían fallecido y otros dos estaban gravemente heridos. Los uigures estimaron que la cifra era aún más alta.

"Ahora me da miedo ir a cualquier lado", indicó. "Incluso hacer cosas normales se ha convertido en algo atemorizante", agregó.

Sus temores fueron corroborados en el centro de la ciudad. En una calle, dos jóvenes fueron rodeados por una multitud furiosa, y decenas trataron de tirarlos al suelo y agarrarlos del pelo

Xinjiang ha sido un caldo de cultivo de tensiones étnicas estrechamente controlado, forjado por la brecha económica entre muchos uigures y los chinos han, los controles del Gobierno sobre la religión y la cultura y la influencia de los inmigrantes han, que ahora son mayoría en las principales ciudades, incluida Urumqi.

Que la furia explotara por parte de ambos grupos étnicos ahora hará que controlar política y estratégicamente al delicado Xinjiang sea aún más difícil para el gobernante Partido Comunista.

Pekín no puede permitirse perder el control de un vasto territorio localizado en la frontera de Rusia, Mongolia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Afganistán, Pakistán e India, tiene abundantes reservas petroleras y es la mayor región productora de gas natural de China.

Medios estatales intentaron disminuir la tensión con editoriales que llamaban a la calma e historias de ciudadanos han y uigures ayudándose mutuamente durante la violencia. El Gobierno no ha dado detalles sobre a qué etnias pertenecían de los muertos.

El Gobierno ha culpado de las muertes del domingo a uigures exiliados que buscan la independencia, especialmente a Rebiya Kadeer, una mujer de negocios y activista que ahora vive en el exilio en Estados Unidos.

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