jueves, 15 de octubre de 2009

El nordeste rico de Italia necesita la mano de obra de los inmigrantes

VERONA.- Las industrias de la rica región del nordeste de Italia reconocen que necesitan la mano de obra de los inmigrantes, aunque su integración es cada vez más difícil en momentos en que el gobierno de Silvio Berlusconi endurece su arsenal de medidas contra la inmigración.

En esa zona, bastión electoral de la xenófoba Liga Norte, los "extracomunitarios", como suelen ser tildados los extranjeros que no provienen de la comunidad europea, han contribuido al impresionante crecimiento económico del pujante nordeste, reino de la pequeña y mediana empresa.

"Nuestros jóvenes no quieren realizar el trabajo de los inmigrantes. Conocen a Dante y el latín pero no son capaces de sudar", sostiene Mario Cortella, de Kristallux, una fábrica de accesorios de baño cerca de Padua.

"Al inicio considerábamos la inmigración un problema, luego una oportunidad y hoy en día es una necesidad", sostiene Cortella.

En Padua, la hermosa ciudad de San Antonio, los inmigrantes representaban el 2% de la población en el año 2000 y actualmente alcanzan el 15%.

Según las cifras oficiales, casi 4 millones de extranjeros residen en Italia, lo que corresponde al 6,5% de la población, de los cuales el 60% vive en el norte de la península.

En la fábrica de Kristallux, el albanés Senaj Enver trabaja sin descanso entre tubos para toallas.

"Mi historia es la misma de todos los inmigrantes. Me escapé en 1993 de Albania para huir del régimen en busca de una vida mejor. Llegué en una zodiac, esas embarcaciones de caucho inflables", contó.

"Al inicio fue muy duro", recuerda, "ahora me siento italiano, hasta compré mi propia casa", reconoce.

La ley adoptada recientemente por el gobierno de centro-derecha que introduce el delito de inmigración clandestina pesa como una espada de Damocles sobre los trabajadores extranjeros que pierden su empleo por la crisis económica.

"Con esa nueva ley el extranjero que pierde su trabajo y se queda sin papeles legales se convierte en un criminal después de tan sólo pocos meses. Gente que ha pasado años aquí, que tienen hijos en la escuela", clama Said Nejjari, de origen marroquí y representante del sindicato CGIL en una acería de Verona.

"Una cuestión delicada", subraya Cortella, quien hace "todo lo posible" para evitar que despidan a los trabajadores inmigrantes pese a la crisis y terminen por ser expulsados del país.

La floreciente economía del nordeste sufriría sin los inmigrantes, por lo que las empresas han creado cursos de formación y de idiomas y les ofrecen alojamiento con el fin de que "no sean considerados como trabajadores que una vez completada su jornada laboral de 8 horas deben desaparecer", explica Cortella.

Pese a ello la integración no es fácil en esa región, cuna del movimiento populista antiinmigración Liga Norte, aliado clave de Berlusconi.

En el 2007 fue justamente en Padua donde un ex viceministro de la Liga Norte desató una polémica nacional al pasearse con un cerdo sobre el terreno donde se planeaba construir un mezquita.

En esa misma región, entre las más católicas y conservadores de la península, el debate sobre asuntos religiosos está al orden del día.

"Vivimos en un Estado laico y las campanas no suenan a todas las horas para no molestar. Aquí no es posible que el muecín convoque a la oración cinco veces al día. Eso no se puede", declaró el controvertido alcalde de Verona, Flavio Tosi, de la Liga Norte, conocido por sus provocaciones contra la inmigración.

Para Said Nejjari lo que es más decepcionante es que los italianos "no son sensibles a los problemas de los inmigrantes, siendo un país que envió numerosa mano de obra al extranjero" en los tiempos en que Italia era sinónimo de inmigración y pobreza en muchos continentes, subraya.

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