La Confederación de Cooperativas de Trabajo (Coceta) estima que en dos años se han tomadounas 40 empresas en España cuando en dos décadas no tuvieron constancia de ninguna acción parecida. En ocasiones aunque raras, incluso el dueño se suma a la toma.
Cataluña es probablemente la comunidad donde se dan más experiencias de este tipo, hasta el punto de que la Generalitat creó en junio una línea de ayudas específicas para transformar una empresa mercantil en cooperativa. Y existe una cooperativa, Aracoop, especializada en ayudar en el proceso de transformación. En el último año, las peticiones de información a Aracoop han aumentado el 50%.
El fenómeno se ha extendido sigilosamente por toda España ante la posibilidad de capitalizar el paro y con la riquísima experiencia acumulada en la crisis de finales de la década de 1970, cuando muchos obreros tomaron sus fábricas y las reconvirtieron en cooperativas. Algunas de esas empresas, como la catalana Mol-Matric, siguen funcionando de forma asamblearia 30 años después y generando beneficios.
Los acuerdos son siempre unánimes: trabajar, trabajar y trabajar. Las asambleas las hacen los sábados, en la fábrica.
Las razones para la toma no suelen ser ideológicas, sino prácticas, aunque muchos interlocutores no lo crean.
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