domingo, 4 de octubre de 2009

La industria española cedió en la última década cinco puntos del PIB al ladrillo

MADRID.- España necesita con urgencia cambiar su modelo productivo y para ello tiene que imprimir un giro radical en la dirección de la política económica. La aplicada en la última década, junto a la propia inspiración de la sociedad, han potenciado los sectores más tocados por la recesión y deprimido los que ahora apuntan como de futuro.

Entre 1997 y 2007, el año de mayor desarrollo de la historia reciente, el peso de la construcción en el valor añadido bruto pasó del 7,1% al 12,3%, hasta alcanzar la proporción más elevada entre los 27 socios de la Unión Europea.

Y lo hizo a costa de la industria, que en ese mismo plazo cedió en España casi cinco puntos porcentuales de su valor, desde el 22,2% que representaba de 1997 -un año en el que, conviene no olvidarlo, ya habían quedado atrás las fases más duras de la reconversión- hasta el 17,5% del valor añadido bruto total que apenas conseguía mantener diez años más tarde.

Registraron un avance relativo cercano a cuatro puntos los servicios a las empresas y financieros, cuya cuota pasó en España en esa década del 18,3% al 22,1%. Aunque ligada a la modernización, este tipo de actividad experimenta ahora una fuerte contracción como consecuencia de la crisis financiera internacional.

La transformación del campo justifica en buena parte el retroceso de la agricultura desde el 5% al 2,9% del valor añadido bruto, mientras que tiene escasa explicación la merma sufrida por el peso del comercio, los transportes y los servicios de comunicaciones. Se entiende mal que en un país con fuerte presencia del turismo hayan pasado de representar una cuota del 26,4% al 24,4% sobre el conjunto del valor añadido.

Otros servicios, que incluyen la administración pública y la defensa, la seguridad social obligatoria, la educación, los servicios sociales colectivos y domésticos, han sostenido sin apenas cambios su participación en el total de la actividad. Si en 1997 suponían un 21%, una década más tarde equivalían al 20,9%.

El valor añadido bruto es un excelente indicador de la importancia económica de los sectores. Equivale, generalmente, a más del 90% del Producto Interior Bruto correspondiente, y se calcula sumando el valor de todos los bienes producidos y restándole el correspondiente a los bienes y servicios ya incorporados en las diferentes fases de esa misma producción.

De este modo, ni los materiales ni las piezas que integran una máquina se computan dos veces, y se obtiene una imagen muy próxima a la realidad.

En la primera década del siglo, España laminó su industria y ha crecido a ritmo inferior a lo que le hubiera correspondido en determinadas áreas de servicios. ¿Ha ocurrido lo mismo en otros países de su entorno?

La oficina de estadísticas europea facilita las comparaciones con el promedio de la Unión Europea de 27 miembros y el detalle de los países que siguen siendo motores económicos de la región.La UE-27 ha recortado la importancia de la agricultura y también la presencia de la industria, que en 1997 aportaba el 23,3% del valor añadido total y diez años más tarde había reducido esa cuota al 20,2%.

Pero el avance de la construcción fue mínimo en ese periodo -del 5,6% al 6,3%-, si bien es cierto que el equilibrio se vio quebrado por una expansión notable de los servicios a las empresas y financieros, que experimentaron una ganancia de 4,7 puntos.Por países, la trayectoria del modelo germano se revela como una de las más distantes del patrón de crecimiento español.

En Alemania, la industria ha ganado cuota, del 25,1% al 26,4%; la construcción ha perdido parte de su ya reducido peso, desde el 6% al 4%, y la relevancia de los servicios a las empresas y financieros se ha dejado notar, aunque con un más moderado incremento de dos puntos porcentuales, desde el 27,3% al 29%.

Por descontado, la preponderancia de algunos sectores tiene mucho que ver con la estructura económica tradicional de los socios europeos. A nadie sorprende el peso que el comercio y los transportes alcanzan en Grecia (30,6% del valor añadido bruto) o el de los servicios financieros en Luxemburgo (49%) y el Reino Unido (33,8%).

Menos sentido tiene el 12,3% alcanzado por la construcción en España o el 9,9% que llegó a alcanzar en 2007 en Irlanda, dos países severamente tocados por la crisis.

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