lunes, 5 de octubre de 2009

Nómadas de Kenia obligados a matar sus dromedarios debido a la sequía

NAIROBI.- La excepcional sequía que sufre la región keniana de Turkana ha llevado a los nómadas locales a sacrificar sus dromedarios para poder sobrevivir, a través de un programa de ayuda de la ONG Veterinarios sin fronteras de Bélgica y de la Comisión europea.

"Traje mi dromedario para sacrificarlo y ganar un poco de dinero después de que el otro que tenía murió de hambre debido a la sequía", explicó Erkal Lorinyo, de unos 65 años que observa como el animal es troceado para recuperar la carne y la piel.

Como Lorinyo, unos veinte nómadas de Turkana caminaron durante horas a través de la árida sabana bajo unos 40 grados de temperatura, hasta el lugar donde está previsto el sacrificio.

Un dromedario o una vaca pueden dar a su propietario 10.000 shelines kenianos (146 dólares), una cabra 11,7 dólares y la carne puede ser distribuida luego entre los más necesitados.

Este sistema de sacrificio es la base de un programa de ayuda a los pastores del distrito de Turkana organizado por Veterinarios sin fronteras-Bélgica y financiado por la Comisión Europea por un monto de 2,2 millones de euros.

Agobiados por la necesidad, los nómadas de Turkana han superado sus reticencias iniciales de abandonar una parte de su ganado, y un total de 16.000 cabezas serán sacrificadas de aquí a fin de año, entre ellas una treintena de dromedarios.

Situada al noroeste de Kenia, en la frontera con Uganda, Sudán y Etiopía, la región de Turkana es la más pobre del país.

La sequía que la afecta desde hace más de dos años ha hecho que su población de medio millón de personas, un 70% de las cuales son nómadas, se encuentre al borde del agotamiento.

El fenómeno, que los meteorólogos atribuyen al calentamiento climático mundial ha transformado completamente la vida de los Turkana.

"La sequía provocó una agudización de los conflictos" entre comunidades rivales por las escasas tierras de pastoreo, explicó Joseph Elim, responsable de la asociación Turkana Riam-riam. Cientos de hombres mueren cada año en enfrentamientos atizados por el contrabando de armas.

La sequía también echa a las calles de la capital, Lodwar, a cientos de jóvenes que, sin otra posibilidad y desesperados, abandonan el único oficio que se ejerce en sus comunidades, el de pastor.

Uno de ellos, Eibach Lokou, de 25 años, sobrevive vendiendo carbón vegetal, que según él produce a partir de árboles secos.

La realidad es que la población local se vale de la desforestación para obtener mínimos recursos, arriesgando agravar el cambio climático del que son víctimas.

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