jueves, 5 de noviembre de 2009

En 20 años, la Europa ex comunista ha acatado las leyes del mercado

BUDAPEST.- En veinte años, desde el hundimiento del sistema comunista, Europa central ha vivido la experiencia inédita de metamorfosear unas economías dirigidas e integrarlas en las economías de mercado.

"Todos lo hemos logrado, y eso que en aquel momento el éxito no estaba para nada garantizado", se felicitó el ministro polaco de Finanzas, Jacek Rostowski, en un reciente foro económico regional en Krynica (sur del país).

Polonia, la mayor economía entre los diez nuevos miembros de la UE en 2004, fue la primera que lanzó una reforma sistemática en 1990. Hoy en día es el único país de la UE que ha preservado un crecimiento económico a lo largo de la crisis.

Los cambios han transformado totalmente el paisaje económico de los países llamados del Este, barriendo buen número de pilares de la economía comunista, como los astilleros polacos, cuna de la lucha contra el antiguo régimen y ahora a punto de desaparecer.

Solo algunos, privatizados parcial o completamente, han renacido. El fabricante automovilístico rumano Dacia (Renault) y el checo Skoda (Volkswagen), la petrolera polaca Orlen y la húngara MOL, se han convertido en actores a escala europea, al lado de recién nacidos locales o grupos internacionales que invirtieron en el Este.

"Al principio nos decíamos: 'si pasar de una economía de mercado a una economía planificada es como preparar una sopa de pescado a partir de un acuario, la inversa será infinitamente más difícil'", recuerda Ivan Miklos, padre de la reforma eslovaca.

El objetivo parecía común: la economía de mercado. Pero el punto de salida, los métodos adoptados y el ritmo de los cambios han variado.

Hungría, Checoslovaquia o Alemania oriental estaban considerados países de ensueño en una Polonia donde ciertos productos estaban racionados, un país con una inflación cercana a 750% en diciembre de 1989.

Los países bálticos, que recobraban su independencia de la Unión Soviética en 1991, estaban obligados a construir de nuevo sus propias economías.

Al principio, "nosotros ni siquiera sabíamos a qué país iba nuestra producción", recuerda Kazimiera Prunskiene, la primera jefa de un Gobierno lituano independiente.

Polonia apostó por su 'Big Bang' desde el 1 de enero de 1990.

"Había que apagar rápidamente el incendio (de la hiperinflación), liberalizar y lanzar cambios institucionales profundos: privatizaciones, creación de una bolsa de valores, de un banco central independiente...", explicó a AFP Leszek Balcerowicz, autor de la "terapia de choque" polaca.

Hungría lanzó su reforma gradual en 1992. Bulgaria puso en marcha oficialmente sus primeras privatizaciones en 1997.

"La ex RDA es una excepción. No tuvo que salir adelante ella sola porque la rica hermana mayor, la ex RFA, la tomó bajo su manto", explica Karl Brenke, especialista de la reunificación en el instituto DIW de estudios económicos.

Las reestructuraciones masivas, de las que se beneficiaba a menudo la ex nomenclatura, estuvieron acompañadas de abusos y generaron desempleo, un fenómeno nuevo en el bloque del Este, donde trabajar era una obligación.

El paro en la ex Alemania oriental sigue siendo el doble que en el Oeste. Los ingresos de un ciudadano de la ex RDA está compuesto hoy por ayudas sociales en un 40% como promedio.

El cierre de minas rumanas costó su puesto a 90.000 mineros. Un nuevo proyecto prevé la supresión 48.000 empleos suplementarios de aquí a 2012.

Según Witold Orlowski, experto de PricewaterhouseCoopers, "ningún Gobierno occidental hubiera sobrevivido ni seis meses con semejante programa de sacrificios.

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