miércoles, 30 de diciembre de 2009

La fiebre del oro hace estragos en la Amazonía de Perú

LIMA.- Cráteres cavados por el hombre, ríos contaminados por mercurio, cerros de tierra removida donde antes había bosques, árboles sepultados por corrimientos: el ecosistema de Madre de Dios, una región de la amazonía peruana, está siendo destruido por la fiebre del oro.

El panorama es el de un gran desierto surgido en medio de la jungla al sudeste (fronteriza con Brasil y Bolivia) donde la minería informal extrae anualmente 16 toneladas de oro a costa de la destrucción hasta ahora de 20.000 hectáreas de bosques tropicales, según cálculos oficiales.

Unos 30.000 trabajadores informales han establecido inmensos campamentos convertidos en ciudadelas precarias, levantadas sobre relaves en medio de charcos de agua rojiza donde ya no hay atisbos de fauna ni vegetación.

Esta porción de selva destruida amenaza zonas de reserva natural y parques nacionales que han caracterizado a Madre de Dios, un departamento pobre a unos 1.400 kilómetros de Lima donde la minería artesanal crece sin control.

"Estamos matando la selva, no se puede sembrar nada acá ahora", dice Paulino Chávez, un minero ilegal que, confiesa, recibe de paga 25 soles diarios (ocho dólares).

"Sé que me pagan una miseria, pero no hay otras opciones", añade Paulino, quien trabaja con sus siete hijos (la mayoría menores de edad), desde que amanece hasta que anochece, todos escarbando en el fango en un poblado nacido casi espontáneamente llamado Delta 1.

Uno de sus compañeros de faena, Marcelino Bombilla, quien recibe la misma paga, afirma que "algo es algo, peor es nada".

"En la ciudad no hay trabajo y no queremos ser 'pirañas' (ladrones); mucha gente trabaja aquí conscientemente y el gobierno debería apoyar y tratar de formalizar este problema que tiene muchos años", agrega Bombilla.

En Delta 1, donde los mineros viven en la miseria, proliferan bares y prostíbulos, al igual que en la cercana Huaypetue, el campamento emblemático de la región que data de hace más de 30 años, ahora convertido en una sórdida ciudad de unos 20.000 habitantes.

Los mineros ilegales en Delta 1 se reparten en tareas como remover tierra con chorros de agua, utilización de dragas en un río cercano, tala de árboles a medida que se requiere de más terreno y el peligroso uso del mercurio, que se vende sin ningún control cerca de las zonas de extracción y es uno de los mayores contaminantes.

Por cada gramo de oro extraído se requieren dos o tres veces más de mercurio y los expertos estiman que al año se utilizan unas 60 toneladas de mercurio.

"Hay que alertar a los que compran oro que ese metal precioso se obtiene en base a destruir ecosistemas, de prostitución, de explotación, de esclavitud", dijo a AFP el ministro del Ambiente, Antonio Brack.

Perú es el sexto productor mundial de oro y Brack dice que casi una cuarta parte del mismo proviene de la minería ilegal, sobre todo de Madre de Dios.

Días atrás Brack admitió que ahí "se está generando el mayor desastre ecológico en la Amazonía jamás visto" y que el Gobierno trabaja para "detener el mal que se extiende como un cáncer por la selva" afectando áreas protegidas y tierras indígenas.

De un total de 1.546 derechos mineros otorgados en los últimos años, apenas 19 cuentan con licencias ambientales y estudios de impacto ambiental; el resto funcionan prácticamente como ilegales, según el Instituto Geológico Minero y Metalúrgico.

ONGs ecologistas sostienen que tras la minería informal existen grandes empresas que alientan esta actividad ante el aumento del precio internacional del oro que a principios de diciembre estaba en un máximo histórico de 1.200 dólares la onza de oro en Hong Kong y Londres.

Ana Leyva, portavoz de la Red Muqui (que reúne a entidades defensoras del medio ambiente) se pregunta "¿cómo pueden los pobres mineros informales tener dinero para comprar grandes dragas y adquirir grandes cantidades de mercurio?".

"Hay grandes empresas que deben ser investigadas y que son las que fomentan esta minería ilegal", sostuvo.

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