lunes, 21 de diciembre de 2009

Luanda, la "ciudad más cara del mundo", donde el lujo y la miseria se codean

LUANDA.- Considerada por la revista Forbes como la ciudad "más cara del mundo para los extranjeros", Luanda, la capital de Angola, es también una de las más desiguales del planeta, con millones de pobres instalados junto a hoteles de lujo y vehículos todo terreno, surgidos de la bonanza petrolera.

Un tráfico infernal, una nube de contaminación, una masa humana en constante movimiento, calor y humedad, 'monoblocks' derruídos de los años 60, grandes avenidas, favelas, el mar, edificios en construcción elevándose como champiñones... Sí, no hay duda, Luanda es el reino de la 'confuçao', como repiten los angoleños.

"El principal problema de Luanda es que hay demasiada gente y poca infraestructura. No hay suficientes casas, no hay electricidad, no hay agua corriente, no hay desagües", constata Marco, un angoleño de unos 30 años que volvió al país hace cinco tras vivir largo tiempo en Bélgica.

En efecto, la capital de esta ex colonia portuguesa, concebida para unas 500.000 personas, alberga hoy en día unas 5 millones de almas, la mayoría de ellas escapadas del interior devastado por una guerra civil que azotó durante casi 30 años al país (1975-2002).

Marco explica que un cuarto en una de las tantas favelas diseminadas en los morros y la parte baja de la ciudad cuesta 8.900 kwanzas por mes, es decir, unos 100 dólares, aunque "ni usted ni yo podríamos vivir en esas condiciones, se lo aseguro".

En sus calles, el contraste no puede ser más fuerte: mujeres y niños vestidos casi con harapos y mutilados de la guerra civil venden de todo (desde frutas y perchas, pasando por CD y ventiladores) mientras poderosos 4x4 importadas con cristales polarizados desfilan en caravana.

Primer productor de petróleo en África, Angola ha registrado tasas de crecimiento de dos cifras desde 2003, aunque este año ha sufrido una fuerte recesión por la crisis económica mundial y ha tenido que recurrir por primera vez a un préstamo del FMI (Fondo Monetario Internacional).

En este mundo de fantasía para algunos que fomentan los petrodólares, un café en uno de los lugares de moda puede llegar a los 10 dólares, y por una cena sin vino en uno de sus restaurantes en la playa se paga al menos 75 dólares.

En cuanto a los hoteles, los precios no arrancan por debajo de los 150, 200 dólares y llegan hasta los 600 o más, mientras que la renta de una casa en uno de los condominios de lujo puede subir a 10.000 dólares mensuales.

En este contexto se enmarca el moderno y lujoso centro de convenciones Talatona, en las afueras de la ciudad, donde se celebra mañana martes la reunión ministerial extraordinaria de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Por momentos parece una nueva Dubai, pero sigue siendo África, y para la mayoría el día es día es cuestión de sobrevivir.

"Este país es un desastre, esto no es vida", dice Cunha, un electricista de 28 años y tres hijos, mientras espera para cargar combustible con el tanque del generador de su casa bajo el brazo, en una de las tantas imágenes insólitas que regala este país. "Gasto unos 30.000 kwanzas por mes (340 dólares) solo para tener electricidad en casa y que no se pudra la comida en el refrigerador", agrega con una mezcla de fastidio y resignación.

Y a pesar de su queja, Cunha puede considerarse un afortunado. El sueldo mínimo oficial ronda los 200 dólares, aunque muchos no ganan más de 50 dólares mensuales y dos terceras partes de los 17 millones de angoleños vive con menos de dos dólares diarios.

Ciudad sin taxis (los primeros serán puestos en circulación con ocasión de la Copa de África de Naciones de fútbol, en enero), el único medio de transporte para quien no tiene automóvil son los 'candongueiros', unos minibuses azul y blanco que recorren Luanda en todos los sentidos por 100 kwanzas (algo más de un dólar).

"Una vez que conoces el sistema, funciona bastante bien. Pero pocos extranjeros se aventuran, obviamente, menos si no hablan portugués. Acá el turismo no existe, y si existe, es de mucho dinero", concluye Marco, contento de haber regresado a su tierra natal pese a todas las dificultades.

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