jueves, 10 de diciembre de 2009

Policía ambiental en la Amazonía: la titánica tarea de proteger la selva

MANAOS.- Cientos de policías ambientales sobrevuelan cada día la inmensa Amazonía brasileña, con imágenes tomadas por satélite, en busca de los responsables de las salvajes quemas que hacen avanzar la deforestación de este pulmón del planeta.

Es el suroeste del Estado brasileño de Pará. A bordo de un helicóptero que parte en misión al corazón del Bosque Nacional Jamaxin, en plena Amazonía, van dos fiscales del Instituto del Medio Ambiente (IBAMA), un cuerpo con poder de Policía Ambiental que depende del Ministerio del ramo.

En Brasil, hay 1.300 efectivos que persiguen delitos ambientales e intentan proteger cinco millones de kilómetros cuadrados de selva.

Con un sencillo uniforme de camiseta verde, estos hombres y mujeres son una especie de espías de la selva y su principal herramienta de inteligencia es un sistema que Brasil domina muy bien: la lectura de imágenes por satélite que permiten un control virtual de la Amazonía, casi en tiempo real y único en la región.

"Seleccionamos de la información satelital las deforestaciones más significativas y partimos al ataque para localizar a los responsables; este año la situación más explosiva se produjo en el Bosque Nacional Jamanxim, donde el Ibama instaló su principal operación contra la deforestación", explica la geógrafa del Ibama para el oeste de Pará, Priscila Santos.

El helicóptero se adentra en un horizonte de selva intacta, que desde el aire se ve como un tupido manto verde de inmensos árboles.

La única señal de que el bosque Jamanxim está en peligro es una engañosa neblina producida por el humo de incendios que acechan aquí y allá.

En ese mar verde aparece la primera interrupción brusca de la cubierta vegetal: un claro arrasado por el fuego, tal y como indicaba la información satelital.

Unos kilómetros más allá, aparece una inmensa área de pasto con cientos de cabezas de ganado. Los fiscales notificarán a los responsables de esas áreas, si logran localizarlos y, posteriormente, éstas serán embargadas y el hacendado, para poder vender el ganado, tendrá que sacarlo del bosque.

A su regreso, el helicóptero descubre una mina artesanal de oro escondida en la selva que no había detectado antes, en la que se distinguen perfectamente las piscinas, rampa y bombas de agua para separar el metal precioso del lodo, con devastadores rastros de mercurio usados en el proceso. Si da oro, la voz correrá y surgirá una ciudad a su alrededor.

El Ibama no interferirá en esa mina, porque su prioridad es sacar el ganado del bosque, y los recursos para la represión ambiental son pocos.

Cargado de voluntarismo y escaso en dinero y efectivos, el Ibama pide apoyo a otras fuerzas del Estado para las grandes operaciones.

Fue el caso de la operación en esta región del bosque Jamanxin, considerada la nueva frontera de la deforestación amazónica que atrae a muchos con sueños de dinero fácil, donde el Ibama llegó a congregar 100 efectivos de varias fuerzas que cerraron aserraderos ilegales, embargaron decenas de haciendas que deforestaron sin permiso y localizaron decenas de zonas de bosque devastadas.

La llegada de los policías ambientales genera no pocos enemigos.

"El Gobierno debería mandarnos menos biólogos y más antropólogos; con tanto interés por proteger la naturaleza, se olvidan de las personas, que también necesitan sobrevivir", protesta la hacendada local Marli Maniazo.

La deforestación de los grandes bosques tropicales, que provoca el 20% de las emisiones nocivas de efecto invernadero por los millones de toneladas de CO2 que desprende, es un gran tema de la conferencia del clima de Copenhague esta semana.

"El Gobierno brasileño está decidido a ganar la campaña contra la deforestación, vamos a cumplir nuestras metas y no retrocederemos", asegura el jefe de la fiscalización ambiental brasileña, Luciano Evaristo, recordando que Brasil, cuarto mayor emisor del planeta, acaba de comprometerse a reducir en 80% la deforestación amazónica hasta 2020.

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