domingo, 17 de mayo de 2009

Para Rudolph Giuliani, de la crisis se sale con nuevas reglas que no violen las leyes fundamentales de la economía

MADRID.- El ex alcalde de Nueva York (1993-2002), Rudolph Giuliani, estuvo en Madrid. Llegó, charló y triunfó a tenor de los aplausos de despertó en el auditorio del Palacio de Congresos, donde más de un millar de personas escuchó con las orejas bien abiertas sus recetas para salir de la peor crisis que enfrenta la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial.

Su experiencia en el 11-S, como en otras crisis anteriores, le ha permitido extraer las lecciones que, según explicó en Madrid, se pueden aplicar a la actual crisis económica. Una crisis que se gestó sobre la creencia de que los últimos cinco años de crecimiento económico se repetirían en el futuro y que se alimentó con el grifo de la financiación totalmente abierto y sin control.

“Se han violado las leyes económicas”, fueron sus palabras, al tiempo que criticó que tanto instituciones financieras como particulares participaran en operaciones sin conocer dónde se metían.

“¿Cómo se han podido realizar operaciones sin conocerlas?, ¿cómo se puede prestar el dinero a alguien que no se conoce?”, se preguntaba Giuliani para quien la peor crisis de los últimos setenta años puede analizarse en tres niveles: el de las hipotecas subprime, el del crédito ilimitado para la compra de bienes de consumo y el del impacto de los dos primeros tenido sobre la economía real al permitir que las empresas realizaran acuerdos apalancados sobre crédito y sobre liquidez sobre la presunción de que la economía seguiría creciendo al ritmo de los últimos cinco años.

El auditorio del Palacio de Congresos esperaba con impaciencia la respuesta a la pregunta del millón: ¿cómo salimos de la crisis? Giuliani dio una respuesta contundente. “Si el Gobierno no interfiere, la economía saldrá sola por sí misma. En el pasado hemos tenido crisis peores que ésta y hemos salido”.

Y recurrió a la historia para sustentar tal afirmación. “La Gran Depresión fue una gran recesión que las políticas del Gobierno convirtieron en una Gran Depresión. El Gobierno de Estados Unidos intervino de la forma incorrecta. Si no lo hubiera hecho, se habría resuelto en cuatro o cinco años. En 1937-38, la depresión era peor que en 1930-31”, explicó el ex alcalde de Nueva York.

"Es un problema en el que nos hemos metido por violar las leyes económicas y del sentido común y para salir de esto es necesario nuevas reglas. Necesitamos reducir el gasto gubernamental y una industria financiera regulada. Pero debe tratarse de una regulación relevante y flexible, que no viole las leyes fundamentales de la economía".

Habló sobre la necesidad de conocer al cliente y las operaciones que cada día se realizan en los mercados. Sin olvidar la transparencia, un requisito indispensable para mediar la efectividad y eficiencia de los planes estatales. Aunque todo ello, según Giuliani, debe ir acompañado un buen liderazgo en tiempos de crisis, que se basa en seis puntos claves:

Tener convicciones sólidas -es necesario tener un plan con lo que queremos hacer-, ser optimista para superar la situación, tener valor y coraje -el hecho de que algo no haya funcionado en el pasado no significa que no vaya a funcionar-, estar siempre preparado para asumir un riesgo, trabajar en equipo y por último, buena comunicación -explicar a los demás lo que queremos hacer-.

Europa pierde turistas mientras que en Asia-Pacífico crecen

MADRID.- Europa continúa siendo líder en llegadas de turistas internacionales aunque está perdiendo cuota de mercado. Sin embargo, en la región de Asia-Pacífico siguen aumentando. El viejo continente recibió el año pasado 487,5 millones de turistas internacionales (apenas 300.000 viajeros más respecto a 2007), según los datos que la OMT dio a conocer.

Esta cifra representó el 52,8% del total de llegadas en el mundo, frente a la cuota de mercado global del 57,4% que Europa poseía en el año 2000.

Y es que durante los últimos años, a medida que otros destinos han ganado popularidad y han surgido nuevos mercados emergentes (China, India, Brasil, etc), la distribución internacional de los flujos turísticos ha ido cambiando.

Y los destinos más favorecidos por este cambio de tendencia global se encuentran en la región Asia-Pacífico, que ha desplazado a las Américas en la segunda posición del ránking mundial.

Así, el año pasado los destinos de Asia-Pacífico recibieron 187 millones de turistas internacionales, que equivalen al 20,2 % del mercado mundial. Hace nueve años, esta región del mundo recibía el 16% de las llegadas internacionales.

Por su parte, América recibió el año pasado 147 millones de turistas, que representan el 15,9% de las llegadas internacionales. En el año 2000, este continente retenía el 18,7% de la cuota de mercado global.

Según las previsiones de la OMT, las llegadas internacionales de turistas se estancarán este año o incluso podrían caer un 2%. Pero de momento, los viajes en todo el mundo descendieron un 8% durante los dos primeros meses de 2009 respecto al mismo período del año anterior.

No obstante, cabe la posibilidad de que algunos países logren zafarse de la tendencia global y que registren tasas positivas.

En este sentido, durante los dos primeros meses del año se observaron crecimientos en las llegadas de turistas en Líbano (54%), Marruecos (8%), Sudáfrica (6%), Corea (24%), Panamá (7%), Colombia (7%) o Chile (6%).

Europa, economía y valores / Josep Borrell *

Decididamente, una profunda recesion acompañara a las elecciones europeas. Los hechos están dando razón a los que habíamos temido que la factura de la crisis sería para Europa más dura que para EEUU. Los últimos datos confirman el desplome de la economía alemana, que arrastra al conjunto de la eurozona. Mucho peor es la situación de los que no cuentan con el escudo protector del euro, especialmente en los países bálticos.

La caída del PIB alemán del 3,8% en el primer trimestre de este año (1,6% en EEUU y 1,8% en España) es la más grave desde que en 1970 se empezó a calcular este dato. El hundimiento de las exportaciones, consecuencia de la caída de la demanda mundial, hace más que creíble el escenario negro de una caída anual del 6%, lo nunca visto desde el final de la II Guerra Mundial.

Se acabó la teoría del decoupling entre las economías europeas y americana que, apenas un año atrás, hacía que algunos sacaran pecho creyendo que no hacían falta grandes planes de relanzamiento público y que el sistema financiero europeo no había caído en los excesos del otro lado del Atlántico. Ahora las esperanzas están puestas en la recuperación que pueda venir de EEUU y del efecto que los 80.000 millones de euros de gasto público puedan tener sobre la demanda interna.

El paro y los déficits públicos aumentan a medida que la actividad disminuye. En Alemania el paro ha crecido mucho menos que en Francia, y no digamos que en España, porque su sistema laboral hace que el paro sea un indicador retrasado, el empleo es menos precario y los despidos se retrasan gracias al trabajo a tiempo parcial. Pero los próximos meses serán malos y el déficit público ya refleja la caída de ingresos y el aumento de gastos dirigiéndose a los 50.000 millones de euros este año y 90.000 el que viene, cifras también inéditas en la historia de la República Federal.

Así pues, nuestros males no son sólo culpa de Zapatero, ni son sólo nuestros, sino que responden a las consecuencias de una recesión mundial de la que sólo se saldrá si el impulso keynesiano es lo suficientemente fuerte y creíble para volver a poner en marcha el circuito económico. Y en ello se deberían centrar estas elecciones europeas, ya que el Partido Socialista presenta en su manifiesto un plan de relanzamiento mucho más fuerte que el aplicado hasta ahora por la mayoría de gobiernos de centro derecha y un conjunto de medidas de política económica para la creación de empleo que deberían ser objeto de debate.

Pero si la economía europea va mal, también los valores sobre los que decimos que se basa nuestra identidad y los principios sobre los que se ha construido la Unión están sometidos a dura prueba en estos tiempos de crisis.

Así, el pasado domingo, Italia, un país firmante del pacto europeo sobre la emigración y el asilo aprobado el pasado otoño, ha interceptado en alta mar a 500 emigrantes y los ha enviado directamente a Libia, que no es firmante de la carta de las Naciones Unidas sobre la emigración, y no tiene sistemas reconocidos de protección y asilo, sin que su situación con respecto al derecho de asilo haya sido analizada. Algunos de ellos provienen de Somalia y Etiopía, donde su vida puede correr peligro.

Es la primera vez que esto ocurre. Se trata de un salto cualitativo en la política europea de emigración y asilo. Es la consecuencia del pacto de "amistad" firmado entre Berlusconi y M. Gaddafi por el cual Libia acepta recibir los emigrantes interceptados en alta mar y encargarse de su expulsión a sus países de origen a cambio de una ayuda de 5.000 millones de dólares.

Se hace así realidad la propuesta que en su día rechazó el Parlamento Europeo de "externalizar", mediante la correspondiente compensación económica, en los países de nuestra periferia, como Marruecos y Libia, la retención de los emigrantes ilegales que intentan llegar a Europa y la expulsión a sus países de origen.

Italia es la que actúa, pero el resto de países, nórdicos incluidos, guardan un silencio cómplice para unos e incómodo para otros. Ante las actitudes de unos y de otros cabe preguntarse qué queda de la proclamada voluntad de construir una "Europa del asilo" que permita compartir las cargas que implica el ejercicio de ese derecho humanitario.

Ciertamente, la presión migratoria que reciben Italia y España, o en mayor medida aún Malta, necesita una acción concertada para hacerle frente sin tener que tirar por la ventana el principio, reconocido internacionalmente desde el fin de la guerra mundial, de proteger a todo ser humano que escapa de una persecución. Ciertamente, el Gobierno italiano puede hace valer que el número de llegadas a la isla de Lampedusa casi se han doblado en un año, de 20.000 a 37.000.

Así, para el ministro italiano del Interior el domingo fue un gran día para la lucha contra la emigración clandestina. Para Médicos sin Fronteras, un retroceso terrible indigno de Europa. Para el Alto Comisario de las Naciones Unidas para los refugiados, una violación de los acuerdos internacionales suscritos por Italia. Para el comisario Barrot, responsable de las políticas de justicia e interior, una respuesta evasiva mientras se va a Libia a conocer la situación y tratar de evitar "nuevos dramas".

Ciertamente, sería bueno que los demandantes de asilo no tuvieran que arriesgarse al peligro de una travesía en manos de traficantes de seres humanos. Pero es difícil creer que en el contexto autoritario del régimen libio se pueda ejercer una demanda de asilo como en Europa. Ciertamente, es más fácil preocuparse por este tipo de soluciones expeditivas cuando el problema no te afecta. Siempre ha sido más fácil predicar que dar trigo, pero lo ocurrido demuestra que la fuerza moral de las prédicas europeas no es suficiente para entre todos arbitrar soluciones que preserven nuestros principios.

De esto también deberíamos discutir en estas elecciones.

(*) Josep Borrell es ex presidente del Parlamento Europeo

El Imperio del Carbono / Paul Krugman *

He visto el futuro, y no va a funcionar. Éstos deberían ser tiempos de esperanza para los defensores del medio ambiente. La ciencia basura ya no impera en Washington. El presidente Obama ha hablado de forma enérgica sobre la necesidad de tomar medidas contra el cambio climático; la gente con la que hablo tiene cada vez más confianza en que el Congreso apruebe pronto un sistema de incentivos económicos que limite las emisiones de gases de efecto invernadero, y que los límites vayan siendo más estrictos con el paso del tiempo. Y una vez que Estados Unidos actúe, podemos esperar que gran parte del mundo siga sus pasos.

Pero esto deja sin resolver el problema de China, donde he pasado casi toda la semana pasada. Como todas las personas que visitan China, me he quedado pasmado con la escala de desarrollo del país. Incluso los aspectos molestos (gran parte de mi tiempo lo he pasado contemplando la Gran Muralla del Tráfico) son subproductos del éxito económico del país. Pero China no puede seguir por el mismo camino, porque el planeta no es capaz de soportar esa presión.

El consenso científico sobre las perspectivas del calentamiento global se ha vuelto mucho más pesimista durante los últimos años. De hecho, las últimas previsiones de reputados expertos en clima rayan en lo apocalíptico. ¿Por qué? Porque la velocidad a la que están aumentando las emisiones de gases de efecto invernadero iguala o supera las peores previsiones. Y el aumento de las emisiones procedentes de China (que ya es el mayor productor mundial de dióxido de carbono) es uno de los principales motivos de este pesimismo.

Las emisiones de China, que proceden en su mayoría de las centrales eléctricas en las que se quema carbón, se han duplicado entre 1996 y 2006. Este ritmo de crecimiento ha sido mucho más rápido que en la década anterior. Y la tendencia parece que va a mantenerse: en enero, China anunciaba que planeaba seguir dependiendo del carbón como su principal fuente de energía y que, para sostener su crecimiento económico, aumentaría la producción de carbón en un 30% de aquí al año 2015. Ésta es una decisión que por sí sola contrarrestará cualquier reducción en las emisiones que se lleve a cabo en cualquier otro sitio.

Así que, ¿qué se debe hacer respecto al problema de China? Los chinos dicen que nada. Cada vez que he sacado el tema a relucir durante mi visita, me he topado con indignadas declaraciones sobre lo injusto que era esperar que China limitase el uso de los carburantes fósiles. Afirmaban que, después de todo, Occidente no ha tenido que padecer restricciones similares durante su época de desarrollo; aunque China sea la mayor fuente mundial de emisiones de dióxido de carbono, sus emisiones per cápita siguen estando muy por debajo de los niveles estadounidenses; y, en cualquier caso, la mayor parte del calentamiento global que ya se ha producido no es culpa de China, sino de los gases que en el pasado emitieron los que ahora son países ricos.

Y tienen razón. Es injusto esperar que China viva sometida a restricciones que nosotros no tuvimos que afrontar cuando nuestra economía iba hacia arriba. Pero esa injusticia no cambia el hecho de que permitir que China iguale el anterior libertinaje occidental supondrá una condena para la Tierra tal como la conocemos.

Dejando a un lado la injusticia histórica, los chinos también han insistido en que no se les debería hacer responsables de los gases de efecto invernadero que emiten al producir bienes para los consumidores extranjeros. Pero se niegan a aceptar la implicación lógica de ese punto de vista: que la carga recaiga entonces sobre esos consumidores extranjeros; que los compradores que adquieran productos chinos paguen una tarifa de carbono que sea un reflejo de las emisiones asociadas a la producción de esos bienes. Según los chinos, eso sería una violación de los principios del libre comercio.

Lo sentimos, pero las consecuencias que la producción china tiene para el cambio climático tienen que reflejarse en algún sitio. Y en cualquier caso, el problema de China no es lo mucho que produce, sino la forma en que lo produce. Recuerden que ahora China emite más dióxido de carbono que Estados nidos, a pesar de que su PIB es sólo la mitad de grande (y Estados Unidos, a su vez, es un monstruo de las emisiones en comparación con Europa o Japón).

La buena noticia es que la propia ineficacia de China en su uso de la energía brinda enormes oportunidades de mejora. Con las políticas adecuadas, China podría seguir creciendo rápidamente sin incrementar sus emisiones de carbono. Pero primero tiene que darse cuenta de que es necesario cambiar de política.

En algunas declaraciones procedentes de China hay indicios de que los responsables políticos del país están empezando a darse cuenta de que su postura actual es insostenible. Pero sospecho que no se dan cuenta de lo deprisa que todo el juego está a punto de cambiar.

A medida que Estados Unidos y otros países desarrollados empiecen por fin a actuar frente al cambio climático, también sentirán que tienen más poder moral para enfrentarse a aquellos países que se nieguen a tomar medidas. Antes de lo que la mayoría de la gente piensa, los países que se niegan a limitar sus emisiones de gases de efecto invernadero se enfrentarán a sanciones, probablemente en forma de impuestos sobre sus exportaciones. Se quejarán amargamente de que eso es proteccionismo, pero ¿y qué? La globalización no tiene mucho de bueno si el propio globo se convierte en un lugar inhabitable.

Ha llegado la hora de salvar el planeta. Y, le guste o no, China tendrá que contribuir a ello.

(*) Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de Economía en 2008

¿Cambiar o mejorar el modelo económico? / Antón Costas *

Hagan la prueba. Pregunten a un economista, un empresario, un experto o un político qué hay que hacer para que la economía española vuelva a funcionar. Probablemente acabarán diciendo una de estas dos cosas, o ambas: que hay que "cambiar de modelo productivo" o que hay que hacer "reformas estructurales".

Lo de cambiar de modelo va camino de convertirse en un estribillo. Lo que quiere decir que no está claro. Algo así como que hay que abandonar la construcción, el turismo y la manufactura como motores de crecimiento y reemplazarlos por otros nuevos basados en la alta tecnología.

Esta idea, formulada de forma simplista, es peligrosa. Por dos razones. Primera, porque a fuerza de desear lo que no tenemos podemos minusvalorar lo que sí tenemos. Segunda, porque supone que el nuevo modelo productivo puede surgir por generación espontánea, ex novo, sin necesidad de apoyarse en las viejas actividades. Permítanme comentar estos dos riesgos.

En los últimos quince años España ha experimentado una espectacular transformación. Un país acomplejado, socialmente atrasado, exportador de emigrantes, acostumbrado a vivir fuertes desequilibrios económicos e incapaz de competir en el exterior se ha transformado en un país con economía estable, empresariado dinámico y socialmente confiado en su capacidad para competir, no sólo en la economía, sino en el deporte, la arquitectura o las artes.

¿Cuál fue la espoleta de esa explosión de dinamismo y creatividad? Sin duda, influyó la entrada en el euro y el dinero barato y abundante. Pero hubo más. Un factor psicológico poco valorado: una nueva generación de españoles confiada en sí misma, sin el complejo de inferioridad que limitó a las generaciones nacidas bajo el franquismo.

El protagonismo que tuvo la construcción generó cierto desasosiego con los "pies de barro" del modelo. La crisis ha acentuado el desencanto. Pero deberíamos evitar que ese desencanto debilite la autoconfianza, que es el motor más potente que tenemos para salir de la crisis.

'The party is over', tituló la influyente revista The Economist un monográfico sobre España. ¿Será cierto que todo ha sido una fiesta? No lo creo. La familia española en su conjunto no ha sido manirrota, en contra de lo que se dice. Las nuevas infraestructuras no son un espejismo. Tampoco lo es ese ejército de empresas españolas, muchas de ellas del sector de la construcción y del turismo, que han ganado en tamaño, ambición y presencia internacional.

Esto no significa complacencia ni desconocimiento de la necesidad de redimensionar muchos sectores y fomentar el cambio de especialización productiva. Pero tengo la impresión de que para algunos cambiar de modelo económico es lo mismo que cambiar de modelo de coche, que basta con ir un día al concesionario, elegir, pagar y llevarse uno nuevo.

Como ocurre en la naturaleza, en la vida económica lo nuevo surge de lo viejo mediante pequeños cambios graduales, evolutivos, darwinianos, que al acumularse en el tiempo dan lugar a algo distinto de lo inicial. La finlandesa Nokia, ejemplo exitoso de empresa de nueva tecnología, surgió de una vieja empresa manufacturera.

Más que hablar de cambiar el modelo, que no se sabe qué quiere decir, tenemos que ponernos a mejorar las prestaciones del que tenemos. Veamos un ejemplo.

La construcción es un sector maduro, pero no podrido. En su estado actual es minifundista, segmentado, con costes elevados, falto de innovación y con mala calidad del servicio. Pero eso no es algo inevitable. Es la consecuencia de cómo funciona en España.

Tiene que hacer lo que hizo el sector automovilístico: transformarse en industria. Ahora cada uno va a su aire: el urbanista legisla, el empresario promueve, el arquitecto diseña, el constructor generalista coordina el proyecto, el ingeniero o el constructor ejecutan una parte del proyecto y el fabricante suministra productos y materiales. El resultado es unos costes elevados, una baja productividad y una mala calidad del producto y del servicio. La solución no es despreciar la construcción, sino innovar y fomentar la colaboración entre todos los actores implicados.

Lo dicho vale también para el turismo. Sorprende que el país más turístico del mundo cuide tan poco los recursos en que se apoya y no invierta en mejorar la capacidad de innovación del sector.

¿Cómo lograr mejorar la innovación y la productividad del modelo que tenemos? El problema no son los salarios. Una economía donde más del 40% de los empleados ganan menos de mil euros no tiene un problema salarial. Tampoco está en las ayudas públicas. Gastamos mucho en bonificaciones a la contratación y demasiado poco en formación de los trabajadores.

El camino no es tampoco que los poderes públicos decidan cuál ha de ser el nuevo modelo de crecimiento. No corresponde a nuestro nivel de desarrollo. El camino está en mejorar los resultados del modelo que tenemos, mediante un compromiso entre empresas, trabajadores y Gobiernos que fortalezca la colaboración y la confianza mutua sobre la base de unos objetivos y medidas compartidas. El nuevo modelo surgirá del viejo mediante la innovación y el cambio gradual y continuo. Eso es lo que nos dice la experiencia de otros países que han transitado con éxito ese camino.

No deberíamos desaprovechar la oportunidad de esta crisis. Contrariamente a la máxima de san Ignacio, los tiempos revueltos pueden ser favorables para hacer mudanzas. Pero a condición de lograr esa confianza y compromiso por el cambio.

(*) Antón Costas Comesaña es catedrático de Política Económica en la Universidad de Barcelona

Pruebas de esfuerzo' para la banca / Luis de Guindos

Como si de un paciente con cardiopatía se tratara, la banca americana se ha sometido a una prueba de esfuerzo y los resultados se acaban de hacer públicos por parte del Tesoro de EEUU, que ha sido el responsable de su ejecución. Este stress test forma parte del plan del secretario del Tesoro norteamericano para sanear al sistema bancario, en conjunción con el programa de adquisición de activos tóxicos que comentamos hace unas semanas.

Tras una serie de filtraciones previas a la publicación oficial de los datos, la conclusión más difundida del análisis ha sido que la banca americana sólo necesita 75.000 millones de dólares de capital para hacer frente a pérdidas potenciales en sus balances.

El principio básico en el que se fundamenta este ejercicio es la convicción de que el problema para salir de la crisis financiera es la falta de transparencia de los bancos, que acaba sembrando la desconfianza de los inversores en las entidades de crédito. Para combatirla, se trata de que alguien con autoridad, en este caso el Tesoro y la Reserva Federal, realice un análisis de los balances bancarios en diferentes escenarios de esfuerzo para determinar su morosidad y pérdidas potenciales y el capital que es necesario inyectar para hacer frente a las mismas.

En el caso de los EEUU, se recogían dos escenarios, uno central, que pronto quedó sobrepasado por la realidad, al parecer demasiado optimista, y uno segundo negativo o pesimista, que se ha acabado convirtiendo en el central. En el más adverso, el desempleo alcanza el 8,9% este año y el 10,3% en 2010. Además, se supone una caída del PIB del 3,3% en 2009 y una suave recuperación del 0,5% en 2010. Por último, respecto del precio de la vivienda, tercera variable básica considerada, se utiliza como hipótesis una reducción de precios del 22% y de un 7% en cada uno de los dos años.

El análisis se ha circunscrito a aquellos bancos con activos consolidados por encima de 100.000 millones de dólares, que, conjuntamente, representan dos tercios del sistema bancario de Estados Unidos. Se ha intentado, para ser lo más exhaustivo posible, incluir en el análisis todas las pérdidas por activos en balance y los compromisos fuera de balance.

Si se materializara el escenario pesimista, las pérdidas de los 19 bancos incluidos en el análisis podrían alcanzar los 600.000 millones de dólares, de los que más de dos tercios corresponden a carteras de préstamos. Dados los niveles de capital existentes a finales del año 2008, la práctica totalidad de los bancos analizados podrían hacer frente e estas pérdidas manteniendo un ratio de recursos propios de Tier 1 por encima del 6%. No obstante, si nos centramos en lo que se denomina core capital, es decir, capital social más reservas, que excluye instrumentos híbridos como las participaciones preferentes, entonces, para mantener su ratio respecto al activo por encima del 4%, se necesitaría capital adicional en 10 bancos por 185.000 millones de dólares.

Teniendo en cuenta las ventas de activos anunciadas por los bancos y las reestructuraciones iniciadas en este ejercicio, la cifra anterior se reduce hasta los 75.000 millones que comentábamos anteriormente. Los bancos con mayor necesidad de capital son Bank of America y Wells Fargo, con 33.900 millones y 11.500 millones, respectivamente. Los bancos con necesidad de atraer capital tienen un mes para presentar un plan detallado de cómo hacerlo, que deberá recibir el visto bueno de la FED, y cuentan con un plazo de seis meses para implementarlo.

La FED ha indicado claramente su preferencia de que los aumentos de capital se hagan por medios privados, lo que no excluye la conversión de acciones preferentes en acciones ordinarias, venta de activos o recorte de dividendos. Los bancos pueden también convertir parte de las preferentes actualmente en manos del Tesoro, 216.000 millones para los 10 bancos en cuestión, en capital ordinario para alcanzar el ratio requerido. Prácticamente, de modo simultáneo a la publicación de los resultados, los bancos en cuestión han anunciado sus planes para cubrir las necesidades de capital calculadas.

Las decisiones adoptadas en Estados Unidos merecen varias consideraciones. La primera se refiere al realismo de las hipótesis utilizadas: pronto quedó de manifiesto que el escenario central era demasiado optimista. Por ello, se ha utilizado el pesimista que se parece bastante en sus proyecciones al que acaba de incluir el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su informe económico de primavera. Ahora bien, el propio Fondo reconoce que uno de los elementos fundamentales en la evolución de la situación macroeconómica este año es la propia crisis bancaria, por lo que, en la medida en que este test ayude o no a recuperar la confianza en el sistema bancario, la realidad final podría ser peor o mejor que la proyectada inicialmente.

En segundo lugar, se podrían haber utilizado unos criterios de solvencia más exigentes que los del stress test, como hace por ejemplo en su Informe de Estabilidad Financiera el FMI, que supone que los bancos deben volver a su ratio de core capital de mediados de los 90, el 6%, lo que exigiría ampliaciones de capital de 500.000 millones de dólares a lo largo de los dos próximos años.

Independientemente de la mayor o menor exactitud y realismo de las hipótesis elegidas, la publicación de los resultados de la prueba de esfuerzo es un elemento claramente positivo de cara al objetivo fundamental que se busca: devolver la confianza al sistema financiero a través de la transparencia sobre la situación de los balances bancarios.

Esta situación ya se vivió durante la crisis bancaria japonesa. La confianza en los bancos y en la economía de Japón sólo empezó a recuperarse una vez que se realizó su propio stress test del sistema bancario. Y es, además, una lección que el propio Tim Geithner aprendió personalmente de Japón en los años 90, y que, si sale bien en el caso de Estados Unidos, otros responsables probablemente no podrán ignorar. Por ello, no es extraño que la Comisión Europea haya empezado a señalar que los supervisores nacionales deberían realizar sus propios test de esfuerzo con unos criterios homogéneos.

¿Signos de recuperación? / Rafael Pampillón *

La economía española se contrajo en el primer trimestre del año un 3%. Otros datos que últimamente han aparecido de la economía española (producción industrial y de los servicios, turismo, comercio minorista y desempleo) apuntan a una caída todavía mayor. Se produce así un retroceso importante de la actividad económica. Ante esta situación de desastre económico, el presidente del Gobierno y algunos políticos han sugerido que lo peor ha pasado y que estamos tocando fondo -los ya famosos «brotes verdes-, de modo que en los próximos trimestres podría comenzar a suavizarse la contracción del PIB.

Desgraciadamente, en España no parece que haya síntomas que estén anticipando ese deseado cambio de tendencia en el ciclo de la actividad económica por lo que muchos economistas sostienen que la crisis económica española va a ser más larga y profunda de lo que piensa el Gobierno. Persisten además las revisiones a la baja de las previsiones de crecimiento para España de la Comisión Europea, FMI, OCDE y del consenso de los economistas. Ello se debe a que España se enfrenta a una desgraciada combinación de modelo económico agotado, y que no parece que por ahora tenga recambio, con una fuerte caída de la actividad económica cuya manifestación más grave es el fuerte aumento del desempleo.

Esto hace prever una crisis cuyo final podría encontrarse, como muy pronto, en 2011 ya que no se debe olvidar que en los próximos años tendremos que digerir más de un millón de casas nuevas que están sin vender. Una pesada digestión tras los excesos de la construcción inmobiliaria de los últimos años. A partir de esa fecha y en ausencia de reformas de calado en el mercado laboral y de cambio en el modelo productivo, el crecimiento potencial de nuestro país podría estancarse durante años en la zona del 2%.

Además, el optimismo de los brotes verdes podría llevar al Gobierno a caer en la complacencia y no afrontar el necesario cambio de modelo productivo. Este cambio consistiría en pasar de un aparato productivo, como el actual, centrado en sectores no afectados por la competencia internacional, como son algunos servicios y la construcción, hacia otro más dirigido a producir bienes y servicios más competitivos. Se trataría, en definitiva, de incrementar la competitividad de nuestra economía, es decir, de que tengan más peso los sectores o empresas que puedan competir en los mercados internacionales.

La posibilidad de cambiar de modelo económico dependerá de nuestra capacidad de generar tecnología y mejorar el nivel educativo. Si España incrementara su capital humano y tecnológico, mejorará su estructura productiva y, como consecuencia, aumentará las exportaciones e inversiones directas en el mundo y su economía será más competitiva. La competitividad de España, en el mundo y en la UE, va a depender de la capacidad de crear nuevas tecnologías que permitan aumentos en la productividad.

En definitiva, no parece que la economía se vaya a enderezar en los próximos meses, ni en EEUU, ni en Europa, y mucho menos en España. Todo parece indicar que EEUU podría ver la luz al final del túnel a finales de este año. Europa, mucho menos competitiva que EEUU, ya que tiene niveles más bajos de innovación, mercados menos flexibles y costes laborales, fiscales, financieros y sociales más altos, no saldrá del hoyo hasta mediados de 2010. España tardará más debido a que tenemos un modelo económico menos competitivo y de baja productividad. Ojalá me equivoque. Tengo mucho respeto y admiración para los optimistas que son capaces de ver brotes verdes, pero tienen que entender que haya otros que pensamos que el futuro económico español es bastante más incierto.

(*) Rafael Pampillón es profesor del Instituto de Empresa.

Desmitificando al 'gran evasor fiscal' / Robert J. Samuelson *

Nos guste o no, el nuestro es un mundo de compañías multinacionales. Casi todas las empresas insignia de América (Coca-Cola, IBM, Microsoft, Caterpillar) son multinacionales, y el proceso funciona en ambos sentidos. En el ejercicio 2006, las operaciones estadounidenses de compañías extranjeras dieron trabajo a 5,3 millones de empleados. La inminente adquisición de Chrysler por parte de Fiat nos recuerda una vez más que gran parte del comercio es transnacional.

Para la mayoría de la gente, el de la empresa multinacional es un concepto preocupante. La lealtad pesa. Nos gusta pensar que nuestras empresas satisfacen el interés nacional en lugar de recorrer el mundo simplemente en busca de la mano de obra más barata, las regulaciones más distendidas o los impuestos más bajos. Y el asunto de los impuestos es especialmente espinoso: ¿cómo se puede cobrar a las multinacionales en concepto de los beneficios que ingresan fuera de los países donde están radicadas?

Escuche al presidente Obama y el status quo parecerá una sima. «Vacíos» profundos ingeniados por «lobbistas muy bien relacionados» permiten a las compañías estadounidenses salvar impuestos estadounidenses y deslocalizar puestos de trabajo a países con reglamentos fiscales menos estrictos. De forma que el presidente propone cegar los agujeros. Parte de los puestos de trabajo volverán a EEUU y sus arcas crecerán unos 210.000 millones de dólares en la próxima década.

Suena estupendo, y así es como se difundió la noticia. «Obama pone su mira en los evasores fiscales de ultramar», titulaba The Washington Post. Pero la realidad es más lóbrega y la retórica acusatoria del presidente perpetúa muchos mitos.

Mito: ayudadas por esos lobbistas de bolsillos saneados, las multinacionales estadounidenses están escasamente gravadas. Menos que sus homólogas extranjeras.

Realidad: lo contrario. La mayor parte de los países no gravan en absoluto los beneficios ingresados en el extranjero que registran sus multinacionales. Suponga una multinacional suiza con operaciones en Corea del Sur. Paga el impuesto de sociedades coreano del 27,5% y puede ingresar en sus cuentas lo demás completamente libre de impuestos.

Por el contrario, una empresa estadounidense afincada en Corea paga el impuesto coreano y, si repatría los beneficios, se enfrenta a un tipo fiscal del impuesto de sociedades estadounidense del 35%. Las empresas de EEUU pueden evitar el impuesto estadounidense no repatriando los beneficios (como es natural, muchas lo hacen), y cuando son repatriados, las empresas obtienen una rebaja en concepto de impuestos abonados en el extranjero. En el caso que nos ocupa, pagarán la diferencia entre el tipo fiscal coreano (el 27,5%) y el tipo estadounidense (el 35%).

Mito: cuando las multinacionales estadounidenses invierten en el extranjero, están destruyendo puestos de trabajo en EEUU.

Realidad: no es así. Claro, muchas firmas han clausurado fábricas y abierto plantas de fabricación en otros sitios. Pero la mayor parte de las inversiones realizadas en ultramar por empresas estadounidenses están orientadas a los mercados locales. «Sólo el 10% de su producción extranjera es reexportada a Estados Unidos», explica el economista de Harvard Fritz Foley.

Cuando Wal-Mart abre unos almacenes en China, no cierra otros en California. Haciendo cuentas, todas las ventas extra del extranjero generan puestos de trabajo estadounidenses en concepto de gestión, investigación y desarrollo (casi el 90% del I+D de las multinacionales americanas tiene lugar en su territorio) y exportación de repuestos. Un estudio de Foley, en colaboración con los economistas Mihir Desai, de Harvard, y James Hines, de la Universidad de Michigan, estima que por cada incremento de la nómina en ultramar de las multinacionales estadounidenses de un 10%, sus nóminas en EEUU se elevan casi el 4%.

Mito: tapar vacíos fiscales corporativos de las sociedades que operan en el extranjero mejorará mucho las perspectivas presupuestarias mientras las empresas abonan su parte justa.

Realidad: ni en sueños. El aumento previsto de 210.000 millones de dólares en las arcas públicas a lo largo de los 10 próximos años -un dinero incluido ya en los presupuestos de Obama- apenas representa la sexta parte del 1% de la recaudación fiscal de la década, estimada en 32 billones de dólares, según la Oficina Presupuestaria del Congreso. Lo que es peor, la institución calcula que los déficit sin fin en los que incurrirá Obama en los próximos 10 años alcanzarán en total la sobrecogedora cifra de 9,3 billones de dólares.

Si las propuestas de Obama llegarán a generar o no algún puesto de trabajo en EEUU está en el aire. Siendo puristas, Obama subirá los impuestos a los beneficios de las multinacionales estadounidenses registrados en el extranjero limitando el uso del aplazamiento del pago de los mismos de hoy día y la deducción por pago de impuestos en el extranjero. Gravar de manera más acusada la inversión en el extranjero, reza la teoría, daría prioridad a la inversión en Estados Unidos.

Pero muchos expertos están seguros de que su propuesta destruirá en la práctica puestos de trabajo estadounidenses. Al estar más fuertemente gravadas, las empresas multinacionales americanas tendrán problemas para competir con sus rivales europeas y asiáticas. Algunas operaciones estadounidenses en el extranjero se podrían vender a empresas extranjeras que disfrutan de ventajas fiscales. De cualquiera forma, las operaciones de apoyo dentro de Estados Unidos pagarán el pato. «Se pierden parte de los buenos puestos de trabajo profesionales y de dirección en lugares como Chicago y Nueva York», afirma Gary Hufbauer, del Instituto Peterson.

Incluyendo los impuestos estatales, el tipo fiscal corporativo máximo de América supera el 39%; entre las naciones ricas, sólo Japón está por encima (por poco). Sin embargo, el tipo fiscal estadounidense que se impone se ve reducido mediante ventajas -nacionales en su mayor parte, no extranjeras- que también hacen más complejo el sistema y lo encarecen. Como sugiere Hufbauer, Obama habría hecho mejor bajando el tipo máximo poniendo fin a muchas de las ventajas. Eso rebajaría los costes de conformidad e implicaría menos distorsiones.

Pero esta clase de propuesta sería mucho más difícil de vender. Obama sacrificó el contenido en aras del continente.

(*) Robert J. Samuelson es columnista del diario The Washington Post

Otro modelo, pero en serio / Michele Boldrín*

El presidente del Gobierno ha proclamado en su discurso sobre el estado de la nación que hace falta cambiar el modelo español de crecimiento. Sin duda ésta es una buena idea, dado que estamos en una recesión profunda y el modelo anterior (que nos permitió crecer de forma continuada durante 14 años y situar nuestra tasa de paro por debajo de la media europea) no tiene ninguna posibilidad de volver.

Mejor tarde que nunca, pero realmente ha sido tarde. Si el Gobierno anterior, con el mismo presidente, hubiera escuchado a los que desde hace años reclamaban reformas estructurales, probablemente nos hubiéramos ahorrado unos cuantos disgustos. El presidente del Gobierno comenzó su discurso articulando debilidades y fortalezas, y nuestra primera debilidad es el retraso en ponernos a trabajar en la dirección correcta.

Hay también fortalezas en las propuestas avanzadas por Rodríguez Zapatero. Ya que tengo a mi disposición sólo una parte de las palabras que pronunció el presidente, daré por aceptadas las fortalezas sin mencionarlas y me centraré en las debilidades de su discurso, que son -en mi opinión- dos.

Primera, la convicción, equivocada, de que el nuevo modelo de crecimiento pueda ser el resultado de un dirigismo político que, en palabras de Zapatero, quiere "identificar y potenciar sectores con suficiente capacidad de generación de riqueza y de empleo, sectores que se hayan mantenido fuertes incluso durante la crisis".

En segundo lugar, la renuncia a enfrentarse a los grandes obstáculos estructurales que, en los últimos diez años, han impedido una transición suave desde un modelo de crecimiento basado en sectores intensivos en mano de obra y bajo valor añadido a otro modelo basado en el cambio tecnológico y las ganancias de productividad.

El discurso de Zapatero parece no entender que el crecimiento solamente puede venir desde la iniciativa privada y que el papel del Gobierno es crear las condiciones estructurales para que esa iniciativa se desarrolle, sin intentar adivinar qué actividades o sectores serán los ganadores y cuáles los perdedores.

Esta falta de entendimiento lleva a contradicciones preocupantes. Consideremos la propuesta de eliminación de la deducción fiscal por compra de vivienda habitual. En este punto el presidente parece tener claro que distorsionar los precios relativos con la política fiscal puede llevar a resultados indeseados.

No obstante, convertir esta medida en el eje fundamental de las reformas que impulsarán el nuevo modelo de crecimiento resulta contradictorio, dado que en el mismo discurso se propone distorsionar los precios de mercado ofreciendo incentivos fiscales a las "nuevas" y, supuestamente, milagrosas fuentes de energía.

Y como si esto no fuera suficientemente contradictorio, se proponen ayudas fiscales directas a las compras de ese bien tan estratégico en el nuevo modelo denominado... ¡automóvil!

O bien los incentivos fiscales sectoriales son distorsionantes o no lo son, pero no puede ser ambas cosas a la vez. Cambiar de modelo es abandonar la idea de que los ministros y sus expertos son capaces de decidir lo que los españoles deben comprar y producir, y que es una buena política utilizar la fiscalidad para que estas previsiones se cumplan.

Es demasiado pronto para olvidarnos de que, durante los años del viejo modelo, los gobernantes empujaron a los españoles a comprar -y producir- viviendas. El nuevo modelo de crecimiento no necesita estos incentivos fiscales; por el contrario, el camino es la eliminación de los obstáculos estructurales y la creación de un entorno económico que favorezca la creación y la llegada a España de trabajo con alto capital humano.

Aquí encontramos la segunda debilidad fundamental: el presidente se ha quedado mudo sobre los problemas complicados, los de siempre, que no se solucionan ni con el silencio ni con la inercia. Que sean los de siempre no los hace menos graves, sino más urgentes.

Primero, la reforma laboral. Hace semanas, cien académicos han puesto sobre la mesa una propuesta de reforma laboral clara, sencilla y factible. Lo que hace falta ahora es que los partidos, los interlocutores sociales y el Gobierno aborden esta cuestión sin excusas. La economía del conocimiento demanda un nuevo mercado de trabajo.

En segundo lugar, una reforma de las pensiones que lleve a una sustancial reducción de las cotizaciones sociales y a un incremento de la edad de jubilación es el único camino posible. No hacen falta más medidas, pero éstas son tan necesarias para el cambio como el aire limpio. Sobre este tema el silencio del Gobierno, oposición e interlocutores sociales es atronador.

En tercer lugar, una reforma orgánica de la imposición fiscal. Correctamente, el presidente del Gobierno ha subrayado que, con una presión fiscal del 33% del PIB, la imposición fiscal en España es menor que en muchos países de la UE. Así es, pero, al mismo tiempo, mantenemos una distribución de cargas entre los diferentes impuestos que es especialmente gravosa con el trabajo, especialmente el trabajo más cualificado, que es justo lo que necesitamos incentivar.

En cuarto lugar: la inmigración. Los inmigrantes no constituyen solamente la mayoría de los parados, sino que siguen llegando inmigrantes escasamente cualificados. Un cambio radical en la política de inmigración es una pieza crucial para un nuevo modelo de desarrollo.

Quinto, el sistema financiero. La reforma de las cajas de ahorro, para que den cuentas a alguien, preferiblemente al mercado, debe hacerse antes de que sea demasiado tarde.

Finalmente, la educación y en especial las universidades. El discurso del presidente contenía varias y útiles medidas para el sector de la educación, pero se ha quedado corto con lo principal: reformar el sistema universitario para que las universidades españolas puedan competir libremente entre ellas, y que ganen las mejores.

Es decir, hay que premiar a las universidades que producen más investigación de calidad y jóvenes trabajadores mejor preparados. Es aquí, únicamente desde estas bases, y no desde incentivos fiscales y dirigismo político, desde donde puede surgir el nuevo modelo de crecimiento que España necesita.

(*) Michele Boldrin es catedrático de la Washington University, en San Luis. www.elpais.es

La primavera de los zombis / Joseph E. Stiglitz*

Ahora que la primavera llega a Estados Unidos, los optimistas ven los brotes verdes de la recuperación de la crisis financiera y la recesión. El mundo es muy distinto de como era la pasada primavera, cuando el Gobierno de Bush afirmaba una vez más que veía la "luz al final del túnel". Las metáforas y los Gobiernos han cambiado, pero, por lo visto, no el optimismo.

La buena noticia es que podríamos encontrarnos al final de la caída libre. La tasa de descenso económico se ha ralentizado. El fondo podría estar cerca, quizá a finales de año. Pero eso no significa que la economía mundial se disponga a iniciar pronto una recuperación sólida. Tocar fondo no es razón para abandonar las fuertes medidas adoptadas para revitalizar la economía mundial.

Esta recesión es compleja: una crisis económica combinada con una crisis financiera. Antes de que se iniciara, los endeudados consumidores estadounidenses eran el motor del crecimiento mundial. Ese modelo se ha roto, y tardará en ser sustituido, porque aunque se pudiera sanear los bancos estadounidenses, la riqueza de las familias está por los suelos y los estadounidenses se endeudaban y consumían dando por hecho que el precio de sus casas subiría eternamente.

La caída del crédito empeoró las cosas, y las empresas, enfrentadas a unos altos costes de endeudamiento y a unos mercados en descenso, respondieron con rapidez recortando inventarios. Los pedidos cayeron bruscamente -de manera muy desproporcionada respecto al descenso del PIB-, y los países que dependían de los bienes de inversión y duraderos (gastos que podían posponerse) se vieron especialmente golpeados.

Es probable que en algunas de estas áreas observemos una recuperación respecto al mínimo alcanzado a finales de 2008 y comienzos de este año. Pero examinemos los fundamentos económicos: en Estados Unidos, los precios inmobiliarios siguen cayendo; millones de hogares pagan hipotecas sobrevaloradas que superan el precio de mercado; el desempleo aumenta, y cientos de miles de personas se acercan al final de sus 39 semanas de seguro de desempleo. Las administraciones estatales se ven obligadas a despedir a trabajadores a medida que los ingresos fiscales se desploman.

El sistema bancario ha sido sometido a una prueba para ver si está adecuadamente capitalizado -una prueba de "resistencia" a la que no se ha aplicado estrés-, y algunos bancos no han podido superarla. Pero en lugar de aprovechar la oportunidad para recapitalizarse, quizá con ayuda estatal, los bancos por lo visto prefieren responder a la japonesa: capear el temporal.

Los bancos zombis -muertos, pero que todavía caminan entre los vivos- están, usando las inmortales palabras de Ed Kane, "apostando por la resurrección". Repitiendo el desastre de las cajas de ahorro en la década de 1980, los bancos están usando una contabilidad peligrosa (se les permitía, por ejemplo, mantener los activos desvalorizados en sus libros sin amortizarlos, con la falsa pretensión de que podían retenerlos hasta su vencimiento y que de algún modo se volverían sólidos). Peor aún, se les está permitiendo endeudarse a bajo precio con la Reserva Federal de Estados Unidos, respaldados por avales defectuosos, y al mismo tiempo asumir posiciones arriesgadas.

Algunos de los bancos registraron ganancias en el primer trimestre del año, basadas principalmente en trucos contables y beneficios de explotación (léase "especulación"). Pero esto no va a hacer que la economía eche a andar rápidamente. Y si las apuestas no salen bien, el coste para los contribuyentes estadounidenses será aún mayor.

También el Gobierno estadounidense está apostando por capear el temporal: las medidas tomadas por la Reserva Federal y los avales del Gobierno permiten a los bancos acceder a financiación de bajo coste, y los tipos de interés de los préstamos siguen estando altos. Si no sucede nada serio -pérdidas en hipotecas, inmuebles comerciales, préstamos empresariales y tarjetas de crédito-, los bancos podrían salir del paso sin otra crisis. Dentro de unos años estarán recapitalizados y la economía volverá a la normalidad. Ésta es la hipótesis optimista.

Pero las experiencias en todo el mundo dan a entender que es una perspectiva arriesgada. Incluso si los bancos estuviesen saneados, el proceso de desapalancamiento y la pérdida de riqueza asociada significan que, con toda probabilidad, la economía se mantendrá débil. Y una economía débil significa, también con toda probabilidad, más pérdidas bancarias.

Los problemas no se circunscriben a Estados Unidos. Otros países (como España) padecen una crisis inmobiliaria. Europa del Este está pasando apuros, que probablemente repercutirán en los bancos fuertemente endeudados de Europa occidental. En un mundo globalizado, los problemas en una parte del sistema reverberan rápidamente en las demás.

En crisis anteriores, como la del este de Asia hace una década, la recuperación fue rápida porque los países afectados podían volver a la prosperidad mediante las exportaciones. Pero ésta es una recesión mundial sincrónica. América y Europa no pueden salir del bache agarrándose a las exportaciones.

Arreglar el sistema financiero es necesario para la recuperación, pero no basta con eso. La estrategia estadounidense para arreglar su sistema financiero es cara e injusta, porque recompensa a los mismos que causaron el caos económico. Pero hay una alternativa que básicamente significa seguir las normas de una economía de mercado normal: una permuta financiera de deudas por capital social.

Con dicha permuta podría restaurarse la confianza en el sistema bancario y podría reanudarse el préstamo sin o con muy pocos costes para el contribuyente. No es especialmente complicado y tampoco novedoso. Obviamente no gusta a los titulares de bonos, que preferirían un regalo del Gobierno. Pero hay usos mucho mejores para el dinero público, como otra ronda de estímulos.

Toda recesión llega a su fin. La cuestión es cuánto durará y qué profundidad tendrá ésta. A pesar de algunos brotes primaverales, deberíamos prepararnos para otro oscuro invierno: es hora de aplicar el plan B a la reestructuración bancaria y de administrar otra dosis de medicina keynesiana.

(*) Joseph E. Stiglitz es catedrático de Economía de la Universidad de Columbia y preside la Comisión de Expertos sobre reformas del sistema financiero y bancario internacional nombrada por el presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas.

Los sindicatos europeos piden no volver al sistema anterior a la crisis económica

BRUSELAS.- Las manifestaciones masivas en la Unión Europea esta semana han mostrado la determinación de los trabajadores por asegurarse de que el sistema económico mundial está supervisado y que los banqueros son puestos bajo un estrecho escrutinio, dijeron el domingo los sindicatos.

La Confederación Europea de Sindicatos (ETUC, por sus siglas en inglés) dijo que unas 350.000 personas habían tomado parte en manifestaciones en Madrid, Bruselas, Berlín y Praga para exigir más acción gubernamental para salvar puestos de trabajo.

Culpó a la falta de transparencia de los bancos y su búsqueda de beneficios a corto plazo de la crisis, que ha forzado a los contribuyentes a sacar de apuros a las instituciones económicas.

El secretario general de ETUC, John Monks, dijo que no debería permitirse de nuevo que tal "avaricia y egoísmo" causen billones de euros en daños.

"Se necesita una regulación más estricta de los mercados financieros y más influencia de los trabajadores en las salas de juntas. Los trabajadores quieren sistemas de apoyo de por vida para la industria y para los empleos", añadió en su comunicado.

La economía de los 16 países que comparten el euro se contrajo un 2,5 por ciento en los primeros tres meses de 2009, mucho más de lo esperado, según mostraron los datos el viernes.

La Comisión Europea y los gobiernos de la UE dicen que el paquete de estímulo fiscal propuesto, que reprsenta un 5 por ciento de la economía del bloque, es suficiente por ahora para hacer frente a la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial.

La Comisión Europea presentará el 27 de mayo sus ideas para reformar la regulación financiera, que serán luego debatidas por los 27 gobiernos de la UE.

Compañías europeas se unen para exportar gas iraquí

LONDRES.- Dos compañías europeas de energéticos que ayudan en la construcción de un gasoducto para reducir la dependencia que tiene el continente del gas ruso, cooperarán con productores del Medio Oriente para proveer la ruta con combustible iraquí, se informó el domingo.

El acuerdo le dará a las empresas OMV AG de Austria y MOL de Hungría una parte en el proyecto de 8.000 millones de dólares para extraer gas natural de los campos de Khor Mor y Chemchemal, en la región curda del norte de Irak. Cada compañía tendrá una participación del 10% en un sitio básicamente sin explotar operado por Dana Gas y Crescent Petroleum, una firma de Sharjah, en Emiratos Arabes Unidos.

El conseguir una fuente dedicada de suministro de gas podría permitir el inicio de los esfuerzos para construir el gasoducto de Nabucco, de 3.300 kilómetros (2.000 millas), que uniría a Turquía con Europa central. Moscú se opone al proyecto, pues evitaría las rutas de la exportación rusas.

"Estamos seguros de que esto es suficiente para, como mínimo, detonar el proyecto Nabucco", afirmó en una entrevista el director ejecutivo de Crescent, Badr Jafar.

El deterioro de los activos inmobiliarios de las cajas españolas forzará la desaparición de entidades

MADRID.- Para algunas cajas de ahorros españolas el futuro es sombrío, según la revista The Economist. Estas entidades se han convertido, junto a los bancos regionales estadounidenses, en la parte del sector financiero más perjudicada: se trata de operadores que o no cuentan “con el abrazo reconfortante del Estado o tienen una cartera de activos poco diversificada”.

Para la revista, las cajas están sometidas a una presión mayor a medida que se deteriora la calidad de sus activos inmobiliarios por la crisis, lo que podría derivar en un descenso del número de estas entidades a través de integraciones o adquisiciones.

El artículo, titulado Reconstruyendo los bancos, no da una estimación cuantitativa de lo que podría suponer esta reducción, aunque sí lo hace en el caso de la banca norteamericana. Según un experto de la consultora Oliver Wyman, el número de bancos en EEUU podría reducirse por efecto de la crisis desde los 8.000 existentes en la actualidad hasta unas 2.000 entidades.

El futuro es menos inquietante para los grandes bancos, los que representan el corazón del sistema financiero global. “El futuro es para ellos lo suficientemente seguro, por lo que serán capaces de tener un plan más allá de la mera supervivencia”, subraya The Economist.

No obstante, vaticina que tendrán que cambiar todo lo que hacen: “desde la forma de gestionar sus balances, hasta las remuneraciones a sus gestores”.

En España, el principal problema para el sector financiero es su excesiva exposición al sector de la promoción inmobiliaria. La banca española acumula créditos concedidos a las inmobiliarias por valor de 318.000 millones de euros, de los cuales un 54% corresponden a las cajas.

Este segmento de mercado acumula también la mayor tasa de mora (6,1%), por encima de la media (4,14%).