sábado, 27 de febrero de 2010

Javier Marías: "Los trabajadores se desloman como no lo habían hecho en los últimos 40 años"

BARCELONA.- El escritor Javier Marías, tras la publicación en un solo volumen de "Tu rostro mañana" -su novela de 1.328 páginas- recibe a 'La Vanguardia' para hablar de "Los villanos de la nación" (Los Libros del Lince), una selección de los textos que, sobre temas políticos, éticos y sociales, ha publicado en diferentes medios de comunicación desde 1985. Marías (Madrid, 1951) denuncia, entre otras cosas, "la gran opresión de nuestros días": cómo el trabajo se come cada vez más territorio de lo que antaño fue vida privada.

-¿Por qué critica ciertos aspectos de la solidaridad?
-Critico sus trampas. Aquí debajo de mi casa hay varios señores tumbados en el suelo a los que ningún transeúnte echa una mano. Nuestros pobres son concretos, sucios y desagradables, no los tocamos porque podrían transmitirnos su desesperación pero, eso sí, efectuamos donaciones a Haití. No es muy simpático decirlo, pero me produce un efecto contraproducente ver cómo todos los famosos del mundo entero se vuelcan como un solo hombre en Haití, y empiezan a donar dinero de manera ostentosa. Tengo la sensación de que estas solidaridades son mecánicas, que hay más deseo por parte de quienes la practican de mirarse al espejo y pensar qué majo soy que verdadera voluntad de ayudar y verdadera empatía. A mí me suena a falsedad, a medalla que se pone la gente a sí misma. Uno tiene el impulso de enviar un poco de dinero a Haití, y lo haces, privadamente, pero piensas: ¿qué es esto? Uno acaba desconfiando de los propios movimientos más altruistas del espíritu por el abuso que se hace de ellos.

-El trabajo y sus efectos negativos es otro de sus temas recurrentes…
-Hablo con mis amistades de toda España, y todos están igual, tengan el trabajo que tengan o cobren mucho o poco: no paran, no tienen tiempo de nada, trabajan sin cesar y cada vez les cunde manos. Amplían sus jornadas no para ganar más sino para dar abasto al trabajo diario. Apenas tienen ocio y están permanentemente agotadas, medio enfermas o desquiciadas. Es el gran mal de nuestros días. Las personas que están hoy a sueldo se desloman como no se había visto en los últimos 40 años. Es la opresión más grande que vive la gente corriente hoy: cómo el trabajo se nos va comiendo la vida. Con la crisis ha ido a más, y existe el miedo a perder el puesto, con lo que se renuncia a derechos sociales básicos.

-¿Usted sigue sin email ni móvil?
-Sí. Me niego a utilizar móvil, tengo uno solamente para los viajes, pero el número lo tienen mis hermanos y tres personas más. Me parece una forma de esclavismo: estar localizable permanentemente, que no haya ratos de silencio, en los que nadie sepa dónde está uno, caminando por la calle, mirando las musarañas, en el cine. No ser localizable me parece normal, una manera de descansar. La prueba de que el móvil es una herramienta de esclavización es que son las empresas los que se los ponen a sus trabajadores. Y no utilizo el ordenador porque voy viendo que lo del email es lo mismo: me dicen que, por la mañana, uno se encuentra unas cantidades fabulosas de correos. ¿Cómo puede haber 40 emails en tu buzón cada día? La gente procura contestarlos y, si no, tiene el agobio de que no lo ha hecho. Estas cosas, que se han vendido como facilitación de las tareas, son trampas verdaderas. A la gente se le crea pánico al vacío, a la soledad, y acaban siendo víctimas del síndrome de Estocolmo, si entendemos como secuestradores a los empresarios. Me parece atroz.

-Su artículo sobre la prostitución también levantó ampollas…
-El minero o el estibador también alquilan su cuerpo, ¿verdad?¿Acaso no alquilamos todos algo? Partir de la base de que es más humillante y grave el alquiler del sexo es tener una idea puritana del conjunto del cuerpo humano. A nadie le parece humillante alquilar las piernas de un pisador de uva. Hablo, por supuesto, de los casos en que alguien opta voluntariamente por ejercer la prostitución, si te obligan es monstruoso. Es humillante que, por extrema pobreza, las personas hagan cualquier cosa, como recoger la fresa por dos euros al día. La pobreza es humillante, pero diferenciemos: ¿quien se vale de su sexo hace algo peor? Me huele a chamusquina.

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