jueves, 29 de abril de 2010

Francia se rinde por fin ante los vinos extranjeros

PARÍS.- El camino de los vinos pasa ahora por el desierto de Perú, las montañas de Argentina, el norte de Colombia, los campos de Crimea. Y hay un hombre, Claude Gilois, que ha logrado la hazaña de introducir esos vinos "insólitos" en el primer país vitivinícola del mundo: Francia.

"Algunos habían tratado ya de importar vinos extranjeros a Francia. Pero esos intentos fracasaron", señala Gilois, que recorre incansable el planeta en búsqueda de vinos y viñedos que crecen en lugares "insólitos", "improbables", fuera de las latitudes normales, y que luego importa a Francia.

"Este es ahora uno de los pocos sectores en el vino que se desarrolla", ya que "la vitivinicultura tiene más bien tendencia a disminuir en Francia, donde se han arrancado 30.000 hectáreas de viñedos" subraya Gilois en una entrevista en París, entre dos viajes.

Este ex biólogo, que ha contribuido a la mundialización del vino, a través de su sociedad Vins du Monde, que fundó hace 15 años, destaca que los viñedos son cultivados ahora en regiones con condiciones naturales extremas, gracias a que "la irrigación ha permitido empujar los límites climáticos".

"Antes, habría sido imposible ver viñedos en el desierto, o bajo la línea del ecuador", exclama Gilois, cuya pasión por el vino es contagiosa, así como su asombro ante viñedos como el que halló en Ica, a 300 km al sur de Lima, o en la rocosa isla de Santorini, en Grecia.

Producto de algunos de esos viajes, en los que estuvo acompañado por Ricardo Uztarroz, ex periodista de Libération y la AFP, es el libro 'Tour du Monde épicurien des vins insolites', una odisea picaresca publicada en abril por Arthaud.

Desde Japón hasta hasta la Patagonia, pasando por Crimea, el norte de Colombia, "donde hacen los vinos más altos del mundo", Tarija, en Bolivia; Cafayate, en Argentina; y hasta la tropical Cuba, los dos grandes cómplices no dejan vinos por degustar ni viñedos por descubrir.

En el desierto de Perú se topan con la primera cepa plantada en Sudamérica, en el siglo XVI, por un sacerdote, Francisco de Carabantes, "no para hacer vino para la misa sino por motivos sanitarios", explica Gilois.

"El vino era el agua mineral de los Conquistadores", dice el empresario, señalando que el viñedo peruano renació en 1990, estimulado por una creciente demanda nacional, y que ahora está en plena expansión.

Interrogado acerca de las razones que lo llevaron a lanzarse en la complicada aventura de importar vinos extranjeros al país conocido por sus grandes vinos, y por qué ha sido el primero en tener éxito en este sector, Gilois cuenta que todo comenzó en Londres, "la capital mundial del vino".

Fue allí, cuando trabajaba como biólogo en una firma, que descubrió los grandes vinos extranjeros y decidió consagrarles el resto de su vida.

"Tuve la suerte de poderme jubilar con sólo 45 años, y decidí darle una estructura a mi pasión, estudiando enología".

"En 1995, ya con un conocimiento de vinos extranjeros que nadie o casi nadie tenía en Francia, fundé la sociedad Vin du Monde. Desde entonces, ocupamos la posición número uno", dice, precisando que al principio se centró en importar vinos de Argentina, Chile, Sudáfrica y Australia.

"Una de las cosas que nos ayudó fue el chef Alain Ducasse, que buscaba un concepto diferente en la gastronomía, y creó Le Spoon, con influencia un poco oriental. Los vinos extranjeros se acordaban muy bien con esa cocina", dice.

Aunque la distribución de vinos extranjeros en Francia sigue siendo muy marginal, entre el 1% y el 2%, "hay en este sector un potencial de crecimiento enorme", subraya, aclarando que su proyecto no busca "reemplazar los vinos de un gran país vitivinícola como Francia".

"Es la noción de descubrimiento que es importante", recalca Gilois, a quien los caminos del vino lo ha llevado a encontrarse con personajes e historias insólitas.

Cita, entre ellas, la de una vieja cepa de Burdeos, 'carmènere', que ha desaparecido totalmente de esa región, y que se redescubrió en Chile en 1981. "Esa cepa había desaparecido porque cuando hubo en 1880 en Francia la epidemia de phylloxera, se dejó de plantar, por su alta susceptibilidad a las pestes".

Pero en 1993, un profesor de la Universidad de Montpellier, Jean-Michel Boursiquot, que había sido alertado por un enólogo chileno, Claude Vala, identificó esa cepa, "alta en color", que se ha adaptado bien al terreno y clima de Chile, convirtiéndolo en uno de sus vinos emblemáticos.

Con cada viaje, crece su pasión por el vino. "Sólo viajo donde hay viñedos", dice, revelando su próximo proyecto, en el que tendrá a su lado a su 'Escriba' Ustarroz: dar la vuelta al mundo en 80 días, degustando vinos en las mejores mesas del planeta.

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