domingo, 2 de mayo de 2010

El próximo Gobierno británico deberá hacer frente a espinosos desafíos

LONDRES.- Al próximo Gobierno británico le esperan tareas titánicas en materia de economía, ya que tendrá que enderezar las deterioradas finanzas públicas, consolidar una recuperación económica frágil y reformar un sistema financiero más criticado que nunca.

La prioridad absoluta es la reducción del déficit público, que aumentó a 163.000 millones de libras (190.000 millones de euros) en el último ejercicio fiscal, o el equivalente del 13% del PIB, contra sólo el 3% antes de la crisis financiera.

Este incremento sin precedentes en tiempos de paz empieza a provocar sudores fríos a los mercados financieros, sobre todo tras la experiencia de Grecia.

Las agencias de calificación financiera esperan con impaciencia al futuro gobierno y han amenazado con degradar la nota del país, actualmente 'AAA', la más alta posible, si no adopta un plan de saneamiento presupuestario creíble.

"El asunto clave es saber a qué ritmo endurecerá el próximo gobierno la política presupuestaria. Pensamos que los mercados financieros exageran las diferencias probables entre los dos grandes partidos y que la política presupuestaria será de todas formas muy dura, sea cual sea el resultado de las elecciones", subraya Alistair Newton, analista del banco Nomura.

Simon Hayes, de Barclays Capital opina también que "el resultado de los comicios no cambiará considerablemente las perspectivas de déficit y de deuda".

En este contexto que no deja efectivamente demasiado margen de maniobra, los principales partidos coinciden en la necesidad de recortar el gasto público más drásticamente que la ex primera ministra conservadora Margaret Thatcher, y divergen esencialmente en el calendario.

Mientras los conservadores de David Cameron quieren empezar desde ya, los laboristas de Gordon Brown y los liberal demócratas de Nick Clegg prefieren esperar al año que viene para no volver a sumir al país en la recesión.

Porque el nuevo gobierno deberá consolidar una recuperación económica vacilante: el país salió con dificultades de la recesión a finales de 2009 y parece estar todavía a merced de una recaída, después de que el crecimiento fuera de sólo 0,2% en el primer trimestre.

La solución que privilegian todos en grados diferentes es reequilibrar el modelo de crecimiento del Reino Unido reduciendo su dependencia con respecto a la City, y alentando la industria y el desarrollo de las energías verdes, generadoras de empleo.

Los conservadores tienen intención también de impulsar el crecimiento con recetas liberales clásicas: reducir los impuestos y el peso del Estado, y endurecer la atribución de las prestaciones sociales.

El último desafío, y no el menos importante, será reconstruir el sistema financiero desacreditado ante la opinión pública. Inyectar más competencia, desarrollar el sector mutualista o gravar a los bancos son algunas de las propuestas.

Entre las principales divergencias, los laboristas quieren reforzar los poderes del regulador financiero británico, el FSA, mientras que los conservadores lo quieren suprimir y traspasar la gran mayoría de sus competencias al Banco de Inglaterra.

En cuanto a los 'Lib Dems', "su programa en materia de regulación financiera es más severo que el de los conservadores o los laboristas, con una propuesta para aumentar el impuesto de las instituciones financieras, y separar la banca minorista de la de inversiones", explican los analistas de Credit Suisse.

En consecuencia, "una eventual coalición 'Lib-Lab' (laboristas y liberal demócratas) "podría implicar una economía más duramente regulada y gravada que la que implementaría un gobierno conservador", resumieron.

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