domingo, 30 de mayo de 2010

La eurocrisis significa un choque entre países austeros y socios gastadores

BRUSELAS.- Las recientes medidas adoptadas por los gobiernos de la eurozona se sentirán en el bolsillo de los ciudadanos, acostumbrados a unos estándares de calidad de vida que hoy podrían estar en riesgo. Además del miedo, generan malestar social.

Han pasado tres semanas desde que los líderes de la economía europea anunciaron un ambicioso paquete de salvamento de 1 billón de dólares, financiado en parte por el Fondo Monetario Internacional y orientado a los miembros más débiles de la eurozona.

Los multimillonarios recursos de la iniciativa estarían disponibles para préstamo a aquellos países en crisis que los necesitaran a cambio de la adopción de un drástico "apretón"económico. La idea era que sólo la existencia de ese poderoso "cañón" de euros desactivara la bomba de tiempo sin tener siquiera que dispararlo.

Arrastrados a decisiones rápidas y profundas por la magnitud del descalabro de Grecia, los ministros de Hacienda de la Unión Europea buscaron tanto proteger del contagio a las siguientes economías en fila- España, Portugal, Irlanda- como enviar un sonoro mensaje a los mercados: solidaridad continental ante la eurocrisis.

Además, el lanzamiento del paquete de rescate, por más incompleto que estuviera, serviría asimismo para tranquilizar a los preocupados deudores de los griegos, entre ellos los bancos alemanes, y evitar que siguieran elevando los riesgos de prestarle a Portugal o a España.

Aunque inicialmente la respuesta global a la medida fue positiva, conforme pasaron los días, las realidades de los ajustes empezaron a golpear las distintas capitales europeas tanto en lo económico como en lo político. El salvamento a Grecia significó torcerles el pescuezo a varias "reglas de hierro" de la unión monetaria del Viejo Mundo y la confianza en instituciones como el Banco Central Europeo (ECB) empezó a flaquear.

El pasado 19 de mayo hasta la canciller alemana, Angela Merkel, líder de la economía europea más poderosa, expresó sus temores frente al futuro del euro. Tras 11 años de haber sido adoptada, los ataques contra la moneda única se han recrudecido.

Austeros y gastadores

Detrás de la actual crisis económica en Europa se encuentra el incumplimiento de unas reglas básicas dentro de la unidad económica que los países de la eurozona se impusieron a sí mismos en el Tratado de Maastricht. No habrían salvamentos ni Fondo Monetario ni intervención de los bancos centrales en el mercado de deuda.

Una de ellas mandaba a los países a que la deuda pública no superara el 60 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). La otra, que el déficit fiscal no excediera el 3 por ciento del PIB. Una mirada al gráfico muestra cómo pocos países se ajustaron a las dos rígidas cláusulas y el paquete de rescate rompe las otras dos reglas. Con las cifras de hoy sólo dos economías con el euro, Finlandia y Luxemburgo, certifican ese doble requisito.

De hecho, la explosión en ambos indicadores, deuda gubernamental y déficit fiscal, explican buena parte del hundimiento griego. En el caso de Atenas, la primera alcanza el 115 por ciento del PIB y el segundo, casi un 10 por ciento. Con esas mismas razones en mente, el gobierno de Alemania se resistió por meses a tirarle un salvavidas a Grecia. Para Angela Merkel, la líder teutona, los griegos deberían apretarse mucho más el cinturón antes de recibir cualquier desembolso de sus colegas europeos.

A esta posición oficial se sumó un creciente rechazo de los contribuyentes germanos a pagar la cuenta de lo que se interpreta como la "fiesta griega". El diario alemán Bild llegó a sugerir que el gobierno helénico vendiera el monumento de la Acrópolis para así pagar sus deudas oficiales. Dado que la economía alemana es el motor de la eurozona, goza de una poderosa influencia en las políticas macroeconómicas del ECB.

Aunque el gasto público de Grecia no está tan desbordado en comparación con los niveles usuales de Europa, sus ingresos impositivos están debilitados por la evasión y la corrupción. Junto con Portugal, España e Irlanda, conformaron el bloque de los PIGS (por sus iniciales en inglés que significan literalmente cerdos). Esa línea de quiebre de la Unión Europea comparte elementos comunes: la explosión de burbujas de la construcción y el crédito hipotecario en España e Irlanda; peligrosos déficits en Portugal y Grecia; y retos estructurales de productividad, mercado laboral y educativo.

En general, la eurocrisis revela dos choques: uno entre los países austeros y los "gastadores" y otro, una fisura, entre las dos naciones pilares de la Unión: Francia y Alemania. Los germanos quieren esta vez mecanismos más rígidos de control del gasto y una vigilancia más estricta. Hoy se disputan el poder macroeconómico en el Viejo Continente: Berlín, sede del gobierno alemán, y Bruselas, sede de la Comisión Europea.

Mientras Berlín quiere disciplina, Bruselas, cercana a Francia, busca el tradicional consenso y la "solidaridad" de la eurozona. No es claro todavía quién ganará, pero este pulso debilita la respuesta coordinada de los europeos a la crisis que hoy experimentan.

¿El fin del bienestar?

Una de las consecuencias más directas de la eurocrisis ha sido la oleada de austeridad que la mayoría de los gobiernos ha adoptado. El apretón fiscal cobija una amplia gama de sacrificios: congelación y reducción de los salarios de los empleados públicos en Italia; aumento de impuestos en Grecia; recorte de los beneficios de los programas sociales como los "cheques bebé" en España; aumento de las edades de jubilación en Francia; medidas de lucha contra la evasión y el estancamiento de megaproyectos de infraestructura como trenes de alta velocidad en Portugal.

Estas medidas han despertado las alarmas sobre el fin de un modelo de capitalismo social y activo estado de bienestar que Europa Occidental se sentía orgullosa de contrastar con otros modelos, como el norteamericano. Aunque las más violentas y continuadas protestas contra estos dolorosos ajustes se han dado en las calles de Atenas, el malestar social recorre Europa desde las marchas de funcionarios franceses hasta las amenazas de huelga de las centrales obreras españolas.

En el caso ibérico, por ejemplo, el énfasis del gobierno del socialista Rodríguez Zapatero en los recortes sociales, y no en más impuestos a los ricos, le ha generado un desplome en las encuestas de favorabilidad, según recoge 'El Tiempo', de Bogotá.

Mientras la lógica económica sugiere que parte de esos apretones son inevitables, la lógica política advierte de su alto costo. Aún es pronto para pronosticar una barrida generalizada de gobiernos europeos pero un gran temor crece dentro de sus habitantes, en especial las nuevas generaciones: que sus salarios, pensiones y estándares de calidad de vida sean mucho menores que los que sus padres disfrutaron en la segunda mitad del siglo XX.

Las autoridades económicas europeas anunciaron la receta para que el euro sobreviva y la crisis se supere: drásticos ajustes fiscales más la adopción de profundas reformas estructurales en el mercado laboral y las pensiones. Sería, según analistas, el "momento Lehman" de la Unión Europea, en referencia a las millonarias inyecciones de capitales y los desesperados esfuerzos del gobierno de Estados Unidos después de la quiebra de Lehman Brothers para contrarrestar la crisis.

Para los críticos, esos apretones no sólo darán al traste con la recuperación de la eurozona en el 2009 sino que podrían inducir peligrosos decrecimientos en el PIB. Otros, más osados, pronostican que la dureza del rescate podría fracturar la eurozona y forzar la salida de Grecia y de otros países débiles. Lo cierto es que, por ahora, el sacrificio está cayendo sobre los hombros de los burócratas, los beneficiarios de los programas de asistencia social, los jubilados y la clase media con más impuestos.

En medio de la que es quizás la más dura crisis económica que ha enfrentado la Unión Europea están en juego tanto el modelo macroeconómico que seguirán los países miembros en un futuro cercano como algunos pilares sociales que han caracterizado el modo de vida de los europeos.

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