martes, 11 de mayo de 2010

Países que aspiraban sumarse a la eurozona ahora se lo piensan

BRUSELAS.- Sumarse al club de naciones de la Unión Europea con una divisa común había sido siempre una meta para la mayoría de los miembros de la UE que no usan aún el euro, pero tras la crisis de la deuda soberana griega algunos dejaron súbitamente esa prisa por sumarse a la eurozona.

Tras semanas de agitación, los beneficios de usar el euro son menos claros que cuando comenzó la crisis económica en 2007 y 2008, cuando los miembros más modestos estaban protegidos de las grandes oscilaciones en los mercados de divisas.

Mientras tanto, los inconvenientes han quedado diáfanamente claros en los últimos meses gracias a la cuasi bancarrota de Grecia.

Atenas encara años de austeridad draconiana a cambio de un rescate financiero de 110.000 millones de euros (142.160 millones de dólares). Las condiciones son considerablemente más duras que las impuestas el año pasado por el Fondo Monetario Internacional a Hungría y Rumania _ dos países de la UE que no figuran entre los 16 de la eurozona _ a cambio de recibir créditos de rescate.

Los países con aspiraciones a integrarse en la eurozona lo tienen que pensar ahora dos veces y los acontecimientos han dado nuevos argumentos a los "euroescépticos".

"La eurozona tiene que hacerse muchas preguntas", dijo hace unos días el primer ministro polaco Donald Tusk. Ahora unirse a la eurozona "no es una prioridad", agregó.

Al igual que muchos políticos de los países menos prósperos de Europa, Tusk ha seguido atentamente los acontecimientos de Grecia.

La agonía del país al borde de la bancarrota ha disminuido ahora un tanto, al abaratarse de manera sustancial el precio del dinero que debe obtener en préstamo y la subida de la bolsa después que la Unión Europea acordara otorgar un plan de rescate financiero para contener el contagio de la crisis de la deuda soberana a otras naciones del Viejo Continente.

Sin embargo, el país heleno _ al contrario que Polonia, por ejemplo _ no tiene divisa que poder devaluar, por lo que tendrá que reducir salarios y precios durante años en una campaña de deflación.

En contraste, Hungría y Rumania pueden bajar sus divisas para ganar competitividad ante sus vecinos: un ajuste penoso pero rápido en comparación al panorama encarado por Grecia.

Empero, la ausencia de herramientas monetarias debe ser contrapesada por la ventaja de una divisa común, como un comercio transfronterizo más eficiente y una mayor integración en el bloque económico europeo dominante.

Un plan de rescate de 750.000 millones de euros aprobado el fin de semana logró calmar a los mercados, deteniendo en seco la venta de la divisa común por parte de los inversionistas asustados.

El euro sigue débil tras la euforia inicial, no obstante. La moneda común europea se cotizaba el martes en 1,2687 dólares, casi un 20% menos que hace unos meses.

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