domingo, 27 de junio de 2010

El G-8 de países ricos intenta retomar las riendas de la gobernanza mundial

TORONTO.- El G8 de potencias industrializadas recuperó en Canadá protagonismo en la discusión de las políticas económicas del planeta, en detrimento de los emergentes, con los cuales se había asociado estrechamente en la búsqueda de salidas a la crisis.

Los líderes del G20 habían proclamado en septiembre pasado en Pittsburgh (EEUU) que esa instancia se convertiría en el "foro principal para la cooperación económica internacional".

Nada se dijo en ese momento del destino del G8 -formado por las siete economías más desarrolladas (EEUU, Alemania, Japón, Gran Bretaña, Francia, Italia y Canadá) y por Rusia- que hasta entonces desempeñaba ese papel. Aunque existía una percepción de que el ascenso del G20 significaba el eclipse del G8.

En Canadá, sin embargo, el G8 celebró una cumbre especial en Huntsville, un aislado y lujoso balneario, antes de acudir a la del G20 en Toronto, que se inicia el sábado por la noche.

La agenda de Huntsville incluye discusiones sobre los fuertes ajustes preconizados por Bruselas y cuestionados por Estados Unidos, así como cuestiones de seguridad mundial, como la del programa nuclear iraní o las tensiones en la península coreana.

El primer ministro canadiense, Stephen Harper, se congratuló por ese encuentro entre "amigos de larga data".

"Nada reemplaza las grandes discusiones francas e íntimas que pueden tener viejos aliados y amigos de hace tiempo", afirmó Harper al abrir el cónclave, en el cual trataban de superar sus divergencias sobre la creación de una tasa bancaria mundial.

Los 'ricos' también invitaron a dirigentes africanos y a algunos de América Latina y el Caribe, como el presidente colombiano, Álvaro Uribe, para discutir temas de desarrollo y lucha contra el narcotráfico, y anunciaron un programa de 5.000 millones de dólares para luchar contra la mortalidad materna e infantil.

"Si el G8 no enfrenta los problemas más difíciles del mundo, nadie lo hará", pues "si los países que disponen de mayores recursos no actúan frente a los desafíos mundiales más urgentes ¿quién lo hará?", sostuvo Harper.

El borrador de declaración final de la cumbre de Huntsville lo dice con todas las letras: "El G8 demostró que es capaz de concebir enfoques creíbles para enfrentar los desafíos de nuestra era".

El ministro brasileño de Finanzas, Guido Mantega, está convencido sin embargo de que el G20 saldrá fortalecido de Toronto, como "el principal órgano de cooperación económica", con compromisos en todos los campos conflictivos, como el de las metas de las políticas de ajuste..

Según Jenilee Guebert, directora de grupos de investigación G8/G20 de la Universidad de Toronto, hay un reparto de papeles que prevé que el G20 se ocupe de "cuestiones económicas y financieras y de lucha contra el cambio climático", en tanto que el G8 sigue a cargo "de cuestiones de desarrollo y de seguridad".

Una visión que no comparte Juan Gabriel Tokatlian, profesor de relaciones internacionales en la Universidad argentina Di Tella.

Lo que ocurre en Canadá demuestra que "una burocracia de viejos actores con poder está decidida a reposicionarse", dijo Tokatlian.

Prueba de ello, es "el reflotamiento del FMI" como protagonista clave, y de propuestas de ajuste que formaron parte de su recetario tradicional, agregó.

El G20 de Pittsburgh había acordado dar más poder de voto a los emergentes en el FMI y en el Banco Mundial. En esta última institución la reforma ya fue aprobada, pero en el FMI parece difícil avanzar al menos hasta la próxima cumbre, prevista en noviembre en Corea del Sur.

"Estados Unidos y la Unión Europea tienen un diálogo muy fuerte y creen que es mejor retomar las riendas", demostrando "que no tienen voluntad política de revisar los mecanismos fundamentales" del reparto del poder en el mundo, prosiguió.

El presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, uno de los principales defensores del G20 como actor de peso, anunció el viernes que no vendría a Toronto, a causa de las graves inundaciones en el noreste de su país.

"Aunque sea a causa de las inundaciones, Lula hizo bien en no ir a Toronto (...), eso refleja cierta desilusión de los emergentes", dijo Tokatlian.

Brasil y Turquía se entrometieron además en otro coto del G8, al llegar en mayo a un acuerdo con Irán para tratar de resolver las tensiones provocadas por su política nuclear.

Según Tokatlian, "Brasil y Turquía demostraron así que querían jugar en las ligas mayores" y los países ricos "les hacen pagar de forma indirecta a los emergentes" esa osadía, marginándolos de las grandes decisiones.

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