domingo, 25 de julio de 2010

Antonio Navalón: “Somos la legión de consumidores de China y esto nos esclaviza”

MADRID.- El escritor y asesor del presidente de México, Felipe Calderón, y del juez español Baltasar Garzón, el hispano-mejicano Antonio Navalón, destaca el doble juego de EEUU y la UE al luchar por los derechos humanos y, a la vez, financiar el desarrollo industrial chino, en una entrevista que hoy publica el periódico 'Expansión'.

“La globalización es China”, afirma rotundo el empresario y periodista Antonio Navalón, autor de Paren el mundo que me quiero enterar (Editorial Debate). A través de este ensayo, Navalón –que también ha ejercido como asesor de figuras tan controvertidas como Mario Conde o Baltasar Garzón–, pone las cartas sobre la mesa: Occidente se ha vuelto adicto al gigante asiático.

“China es una sociedad productiva que nos ha convertido en su legión de consumidores. Y esto nos debilita; es más, nos esclaviza”, subraya.

Según el escritor, el mundo occidental aprovecha su mano de obra sin derechos de ninguna clase para disfrutar de los productos sin asumir el coste y el esfuerzo de producirlos. Y advierte de que el modelo chino de producción “cuestiona sigilosa pero velozmente todo el sistema de protección social y todas las ventajas del estado de bienestar y de equilibrios sociales europeos”.

Desde su punto de vista, esta hipocresía perenne “se repite a lo largo de la historia y hoy se traduce en la explotación de otros para mantener un nivel de vida muy por encima de nuestras posibilidades”.

La cuestión está en averiguar “si el modelo económico está para servir a la gente o si es la gente la que está para servir al modelo económico”. Sobre todo en este periodo de crisis financiera y moral, “que obliga a hacer balance y a reflexionar, tanto a nivel individual como colectivo”.

Navalón señala, además, que el grado de dependencia va más allá de lo imaginable.

“Si China decidiera vender masivamente toda la deuda pública que tiene comprada de EEUU, arrastraría a la quiebra a todo el país y acabaría con la mayor potencia del mundo”, afirma.

Toda una bomba de relojería en manos del país que hoy encarna el modelo de capitalismo de Estado, sin por ello sacrificar sus mecanismos de control comunistas. Un poderoso instrumento que, a la postre, podría servir para el chantaje.

Como la noche y el día, China y EEUU simbolizan el extremo más descarnado de la represión y la libertad. Y si China globaliza, EEUU mundializa. “Entiendo por mundialización el proceso de adopción del modelo económico norteamericano, es decir, de las economías de mercado”, asegura.

Además, el empresario sostiene que la globalización impuesta desde China vulnera sistemáticamente todas las reglas de la mundialización ya que “no sólo desaparece el made in, sino el copyright, los derechos de propiedad, las patentes, en ese marasmo de piratería y dumping (precios por debajo de la producción) con los que China se ha adueñado del comercio mundial”.

Por esta razón, el escritor califica de competencia desleal estas prácticas empresariales y afirma que “el mundo no es consciente del peligro que puede suponer a largo plazo, ni está preparado para afrontarlo”.

Unas trampas que podrían costarle muy caras a Occidente y dar un vuelco radical a la partida de ajedrez. “Depender del imperio made in China supone un retroceso industrial para Occidente y puede acabar poniendo en manos de inversores chinos, rusos y árabes las empresas más emblemáticas de EEUU y de Europa occidental”.

Además de criticar la incoherencia moral del primer mundo, el autor también dirige sus dardos a la Unión Europea (UE), a la que acusa de ser una fachada llena de contradicciones. “Europa funciona unida cuando las cosas van bien, pero en cuanto van mal, cada Estado protege sus propios intereses”, destaca. Por esta razón, sugiere que la UE vuelva a cuestionar su escala de valores. “Tiene que reconsiderar hasta qué punto le compensa seguir apostando por este equipo”, dice.

“Sobran los forenses que practican autopsias, pero faltan médicos que traten las enfermedades”, afirma Navalón al referirse a las predicciones que lanzan ciertos economistas sobre el futuro del mercado financiero.

A su juicio, la sociedad tiende a etiquetar de alarmista a aquéllos que analizan la situación y advierten de sus consecuencias, pero aplaude las conclusiones proféticas que sacan otros sobre el mercado. “Si cuesta tanto acertar es porque la vida es imprecisa. No se resuelve con una ecuación matemática”, advierte.

Por este motivo, Navalón trata de reubicar al lector en un mundo que se encuentra en constante cambio. A través del pasado, el autor obtiene las respuestas del presente y sitúa la actualidad en su contexto histórico. “El objetivo de esta guía de conocimientos generales es ayudar a los interesados a tomar decisiones con esta nueva realidad como telón de fondo”, concluye.

“España llegó tarde. Pero es peor llegar tarde donde nunca pasa nada”. Así explica Antonio Navalón las consecuencias que tuvo el volantazo que dio el Gobierno, en el último minuto, al variar el rumbo de su gestión política. “El cambio se produjo a instancias de las instituciones internacionales, por lo que el Gobierno perdió su capacidad política para hacerlo y, con ella, su credibilidad”, destaca.

El lastre del déficit público que arrastra el país en la actualidad contrasta, en su opinión, con el fugaz Edén del superávit del que disfrutó en el pasado. “Se perdió mucho tiempo. Se tardó mucho en admitir la crisis y eso nos sumió en un estancamiento que ha acabado reflejándose en este desfase”.

A su juicio, “en este país se gobierna demasiado por delegación. La dirección política sólo tiene un conocimiento local de los asuntos económicos y sociales”.

Sus recetas: Más intervención por parte del Estado en la economía, más liderazgo del Gobierno en la construcción de un objetivo nacional y más colaboración de la oposición. “El PP debería ser consciente de que tendrá que lidiar con los mismos problemas si gana las próximas elecciones”.

A su juicio, para aprender la lección es necesario recuperar la historia. “El tiempo histórico avanza a tal velocidad que perdemos el origen y es ahí, precisamente, donde está la explicación de lo que está pasando ahora”.

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