martes, 10 de agosto de 2010

El ajuste también llega al Pentágono

WASHINGTON.- El gasto militar de Estados Unidos -una especie de vaca sagrada presupuestaria que no ha hecho más que engordar desde el 11-S- tampoco parece librarse de las tijeras del ajuste. Ante la hemorragia de números rojos acumulada por las arcas públicas americanas y las presiones para asumir principios de disciplina fiscal, la Administración Obama ha empezado a concretar posibles recortes con el objetivo de ahorrar 100.000 millones de dólares durante cinco años.

Para lograr materializar esa reducción de gasto, la iniciativa presentada por el secretario de Defensa, Robert Gates, contempla la eliminación de miles de empleos tanto militares como civiles. Incluida una reducción durante los dos próximos años de 150 altos cargos civiles y medio centenar de plazas de generales y almirantes. Todo con el fin de aligerar lo que se considera como un escalafón engordado precisamente en su máxima jerarquía y con estructuras arrastradas por inercia burocrática desde la Guerra Fría.

Este paquete de recortes, automáticamente criticado con vehemencia por congresistas cuyo distritos pueden quedarse sin estos sustanciales recursos públicos, contemplan incluso el cierre de uno de los mandos del Pentágono: el Comando de Fuerzas Conjuntas. Centro de coordinación de operaciones creado en 1999 en la base aeronaval de Norfolk, Virginia, y que da trabajo a más de 6.000 militares, funcionarios civiles y contratistas. Las responsabilidades de ese mando serán asumidas por la estructura regular del Pentágono y la Junta de Estado Mayor

Esta significativa apretada de cinturón también aspira a restringir el desembolso presupuestario canalizado a través de contratistas privados, cada vez con un mayor protagonismo dentro de la maquinaria militar americana. Recientes cifras oficiales han cuantificado el empleo de 766,000 contratistas. Con un coste de 155.000 millones de dólares y sin incluir todo lo referente a inteligencia y espionaje dentro del Pentágono, que también ha experimentado una explosión de gasto público.

El plan propuesto por el secretario de Defensa contiene una reducción apreciable en trabajos externalizados. Con recortes del 10 por ciento anual durante tres años. Aunque esos ahorros no se extenderán a los servicios y apoyo logístico que empresas privadas vienen facilitando a los efectivos de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos desplegados en zonas de combate.

Todas estas iniciativas han sido recibidas en Washington como una especie de ataque preventivo por parte de la Administración Obama para recortar los presupuestos del Departamento de Defensa en sus propios términos y sin perjuicio a la seguridad nacional. Según ha explicado el propio secretario Gates al presentar el plan de ajuste, «es importante que no repitamos los errores del pasado, cuando duros tiempos económicos o el final de una campaña militar han llevado a grandes y poco sabias reducciones en Defensa».

Aunque también ha sido Robert Gates, nombrado por el presidente Bush y renovado por Obama, el que ha indicado que «la cultura de dinero sin fin que se ha materializado en el Pentágono debe ser reemplazada por una cultura de ahorro y moderación». En un comunicado, el ocupante de la Casa Blanca ha indicado que «el cambio nunca es fácil». Pero respaldando a su ministro, Obama ha reiterado que las medidas presentadas «nos ayudarán a sostener la actual estructura de fuerza y hacer las necesarias inversiones en modernización de manera fiscalmente responsable».

Como ejemplo de esa cultura de cheque en blanco, Gates ha indicado que el número de personas directamente a sus órdenes -en la oficina del secretario de Defensa- se ha visto incrementado en un 50 por ciento durante la última década hasta llegar a un equipo de un millar de personas. A su juicio, la plantilla total del Pentágono debe quedar congelada, por lo menos durante tres ejercicios fiscales.

A lo largo de los últimos diez años, las partidas para la defensa de Estados Unidos se ha duplicado a un ritmo muy superior a la inflación. Para el próximo año, a pesar de arrastrar un galopante déficit presupuestario, la Administración Obama ha solicitado al Congreso federal casi unos 550.000 millones de dólares. La cantidad más alta desde la Segunda Guerra Mundial y que no incluye los multimillonarios costes bélicos asociados con Irak y Afganistán.

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