viernes, 10 de septiembre de 2010

Las dubitaciones frente al 29-S / Jordi Bonet I Martí *

Sería de esperar que la convocatoria de una huelga general frente a los recortes sociales impulsados por el gobierno Zapatero constituyera una exhibición de músculo por parte de la izquierda; una seria advertencia al giro neoliberal emprendido por el PSOE en su última legislatura, tal y como en su momento fue la huelga del 14-D de 1988.

Sin embargo, la percepción generalizada es que la convocatoria tiene todos los visos de acercarse más a la media huelga del 28-M de 1992: una huelga que debe hacerse, pero no debe ganarse.

Miedo a la derecha
Se palpa el temor entre los cuadros sindicales a que una huelga exitosa allane el terreno a la victoria electoral del Partido Popular; una vez hemos aprendido tras el mandato de Aznar que la consigna “cuanto peor, mejor” era una somera estupidez. No obstante, este razonamiento descansa en una falacia lógica representada por la locución latina post hoc, ergo propter hoc, o sea, que si un acontecimiento sucede después de otro, al segundo se le considera consecuencia del primero.

Si el PSOE pierde las próximas citas electorales –catalanas, locales y generales– no será como consecuencia de la protesta social, sino por los deméritos propios que han comportado una desmovilización de su electorado. Si IU es incapaz de remontar el vuelo gallináceo, tampoco será porque se la tilde como irresponsable por hacer la pinza con la derecha, sino por su incapacidad de romper la espiral solipsista en que se encuentra instalada.

La ausencia de ideas, estrategia y proyectos por parte de la izquierda parlamentaria para hacer frente a la crisis social, ecológica y económica que nos atenaza, y la inviabilidad de crear atajos electorales anticapitalistas partiendo de los restos del naufragio de la extrema izquierda, nos sitúa frente a la tesitura de reconstruir una izquierda social autónoma respecto al actual sistema de partidos, pero capaz de articular una agenda y una estrategia de intervención propia.

La izquierda social
Frente a una crisis que se interioriza como miedo –a perder el trabajo, a no poder pagar la hipoteca, a perder el permiso de residencia–, transmutando el sometimiento en estrategia de supervivencia; frente a la retirada de la precaria malla de seguridad populista –ayudas al alquiler, cheques bebé, complementos al subsidio de desempleo– con la que el PSOE amortiguó los primeros envites, echando mano de una caja de la Seguridad Social engrasada con el trabajo migrante, lo que incrementa la competencia por unos recursos sociales escasos; frente a la incapacidad de hacer pagar la crisis a sus responsables –el capital inmobiliario y financiero–, la izquierda social debe articularse como área de un nuevo protagonismo social. Es necesario abandonar los cuarteles de invierno en que la reflexión teórica se encerró tras el ciclo de protestas del movimiento global y aunar ésta con los aprendizajes desarrollados en el ciclo de luchas por los derechos sociales –derecho a una vivienda digna, derecho de ciudadanía para los y las migrantes, derecho a la vida en la ciudad...–, para generar programa y acción política con capacidad de incidir en las políticas públicas a fin de combatir las salidas neoliberales y conservadoras a la crisis, sin necesidad de participar en el locus de la representación.

Nuestra posición de la izquierda social frente a la huelga del 29-S tendría que ser pensarla como oportunidad para dar un primer paso hacia la convergencia de reflexiones y prácticas que nos sirvieran para ir tejiendo un espacio de debate, planificación y acción que nos permita afrontar los nuevos retos, sin volver a caer en el rol de tamborileros en que la izquierda parlamentaria quiso situarnos en las movilizaciones contra la guerra de Irak.

(*) Activista vecinal

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