domingo, 12 de septiembre de 2010

Las mujeres ganan terreno con esfuerzo en el mundo del vino en Francia

PARÍS.- Hijas, esposas de viñadores o sencillamente mujeres deseosas de ejercer este oficio se incorporan al mundo vinícola, que ya no está reservado sólo a los hombres pero tampoco pone fácil hacerse un hueco.

Reunidas en los viñedos Mayard, una propiedad situada en la provenzal Châteauneuf-du-Pape que Françoise Roumieux heredó de su padre, integrantes de Femmes Vignes Rhône (Mujeres Viñas Ródano, que en francés hace un juego de palabras con 'mujeres viñadoras') llegadas de todo el valle del río Ródano, intercambian consejos antes de que arranquen las vendimias.

Las viñadoras están reagrupadas en asociaciones en seis regiones de Francia (valle del Ródano, Provenza, Languedoc, Burdeos, Borgoña, Beaujolais) para ayudarse mutuamente y "tener un poco de visibilidad", explica la fundadora de la estructura rodaniana, Anne Hugues, que está al frente de la finca de la Royère, en la montaña del Luberon.

Estas mujeres representan a "una cuarta parte de los productores", según Agreste Primeur, una revista del Ministerio francés de Agricultura, aunque pocas son las que tienen "responsabilidades en los sindicatos y organismos profesionales", deplora Hugues.

"Existe una especie de barrera mental. En los salones, cuando un hombre se encuentra al lado mío, la gente se dirige al señor y da por supuesto que el viñador es él", cuenta Anne, que lleva 25 años en esta actividad y siguió con el negocio familiar de su marido, que prefirió dedicarse a la arquitectura.

Entre las viticultoras menudean las esposas que sustituyen, una vez pasados los cincuenta, a sus cónyuges jubilados o fallecidos. Otras, como las hermanas Marie-Laurence e Elisabeth Saladin, de Saint-Marcel d'Ardèche, "21ª generación de viñadores", o Jeanne Gaillard en Malleval (a orillas del río Loira), han crecido en medio de los viñedos y quieren perpetuar la tradición. Ingeniera agrícola, la treintañera Marie-Laurence dice que "eligió este oficio por pasión y no por deber".

"De joven no tenía ninguna gana de suceder a mi padre, pero pillé el virus en 2003 cuando él tuvo problemas de salud y quise darle una mano", recuerda.

Estas herederas "no lo tienen siempre fácil", aunque "las generaciones de antes han hecho mucho", según el investigador Jean-Louis Escudier, autor de un estudio sobre las relaciones económicas entre hombres y mujeres en la viticultura moderna.

"Desde hace un par décadas, asistimos a transmisiones de propiedades a mujeres, pero se tienen que hacer un hueco, todavía no es algo natural, se topan con reticencias, sobre todo cuando tienen hermanos", agrega. Y luego es cosa de ellas imprimir su impronta.

Para las novicias, las que han decidido cambiar de vida para lanzarse a la aventura vitícola, la responsabilidad pesa menos, pero "vivir de este oficio es difícil", señala Isabelle Mangeart, ex agente comercial que en 2002 compró una propiedad en Fabrègues, región del Languedoc-Rossellón, por "el buen vivir, la la buena convivencia, la generosidad" vehiculadas por el vino.

Todas reivindican haber aportado "otra mirada".

"Hemos desdramatizado el acto de la degustación con palabras simples, sensaciones, sin avasallar con términos técnicos", señala la anfitriona Françoise Roumieux.

"Excluidas históricamente de las bodegas, las mujeres han conquistado más las cavas que la viña. Han copado la comercialización, un medio de seducción por definición", comenta Escudier.

En cambio, en el terreno, aunque ahora están dotadas de "un saber técnico", les cuesta imponerse porque "los oficios mecanizados siguen siendo cosa de hombres" y el material "no está pensado" para mujeres.

"El peso de la historia, de las representaciones" sigue siendo fuerte, "a pesar de las rupturas", resume el investigador.

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