lunes, 13 de septiembre de 2010

Un nuevo orden bancario / Primo González


Las innumerables vueltas que ha dado el proyecto de nueva regulación de la banca mundial, el paquete de normas conocido como Basilea III, han llegado a término este fin de semana con la aprobación del nuevo catálogo de condiciones que habrán de cumplir los bancos de todo el mundo en el futuro.

Es mucho el dinero que los países desarrollados han debido poner en apoyo de la banca de casi todo el mundo y por eso fue apremiante el mandato que los Gobiernos lanzaron a los bancos centrales invitándoles a poner en pie un nuevo orden financiero que evite en el futuro los problemas que hemos vivido. Eso es lo que acaban de hacer.

No se esperaba que los bancos españoles resultaran muy afectados por esta nueva normativa y así parece haber sido. La situación del sector bancario español en cuanto a coeficientes de capital, y también quizás de liquidez, los dos grandes caballos de batalla del acuerdo firmado este domingo en Suiza, está bastante holgada por lo general.

Quizás alguna caja de ahorros y algún banco medio deberían hacer algún esfuerzo, pero en general la situación tiende a afectar poco debido a que el Banco de España ha sido precursor de la regulación más severa que aplican los bancos centrales de todo el mundo, tras la dura experiencia que vivió el sistema bancario español en los años finales de la década de los 70 y principio de los 80, luego continuada por alguna crisis puntual pero no por ello menos traumática, como la de Banesto, ya en el año 1993.

El hecho de que los bancos españoles se vean menos afectados que los de la mayoría de los países desarrollados estriba en que la nueva normativa de Basilea viene aplicándose en España desde hace 20 años y, de hecho, estas normas han servido en buena medida de base para que los acuerdos de Basilea III tengan el contenido que finalmente ha sido refrendado en el acuerdo final.

Las nuevas normas son una respuesta de los bancos centrales de todo el mundo a las debilidades tan graves que han presentado numerosos grandes bancos, en especial de Estados Unidos pero también de Suiza, Alemania y Gran Bretaña, en el origen de la reciente crisis financiera y económica. Sobre todo aquellos bancos de tamaño grande, los que pueden generar riesgos sistémico, es decir, problemas de ámbito general en la economía global.

El soplo inicial de la crisis financiera se convirtió pronto en un auténtico vendaval que ha estado a punto de causar una crisis de proporciones mucho mayores debido a que algunos de los grandes bancos contaban con unos recursos propios muy endebles para hacer frente a los volúmenes de impagados y quebrantos.

Había, en suma, una gran debilidad de capital, que los Gobiernos y los bancos centrales no habían identificado por lo general como problemas serios. Por ejemplo, las exigencias de capital mínimas rondaban el 2% de los activos totales, porcentaje de muy escasa consistencia para hacer frente a una crisis económica seria. Para tener una idea comparativa, los bancos españoles y las cajas de ahorros más solventes se mueven en niveles del 8% de coeficiente de solvencia.

La normativa de Basilea III tenderá a que los sistemas bancarios más importantes sitúen el porcentaje de sus recursos propios en cotas del 7% para que en el futuro los bancos no se encuentren en situación tan precaria en momentos de crisis económica y no precisen las ayudas masivas que han necesitado de los Gobiernos, como ha sucedido en los últimos meses en varios países de primera fila, como Estados Unidos, Gran Bretaña o Suiza.

Junto al coeficiente de capital, Basilea III planteará objetivos más equilibrados en relación con las exigencias de liquidez, tanto en cuantía como en proporciones de la procedencia de los recursos ajenos, con la finalidad de que los bancos sean menos dependientes de las oscilaciones de los mercados.

La nueva normativa establece también unos plazos de tiempo para alcanzar los nuevos objetivos. Unos plazos que estarán en todo caso por encima de los 5 años ya que no sólo lleva tiempo alcanzar los objetivos cuantitativos sino que el momento en el que se implanta esta normativa no es propicio para reforzar las presiones sobre el sector bancario, ya que ello podría ir en detrimento de su capacidad para dar crédito a particulares y empresas. Y una restricción crediticia mayor aún es lo que menos necesita en las presentes circunstancias la economía mundial.

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