sábado, 20 de noviembre de 2010

Decálogo para estar preparado / Ricardo Santos *

Lo cierto es que, aunque no lo percibamos, los gobiernos suelen cocinarnos a los ciudadanos al fuego lento de la inflación, aumentando su liquidez en detrimento de nuestros ahorros. Gracias a esta inflación monetaria (la que no proviene de las preferencias de los consumidores y del ciclo económico), cada unidad de dinero vale menos con el paso del tiempo, lo que ayuda a llevar (encubiertamente) de una forma más liviana y apacible la carga del erario público.

Sin embargo, la llegada de la crisis cambió el panorama y a día de hoy tenemos al chef Bernanke entre fogones intentando que no se hunda el soufflé macroeconómico, con el consiguiente riesgo de sobrecalentamiento en precios... 

Y es que la teoría económica señala que pagar las deudas incrementando la divisa en circulación sin incrementar la producción, lleva inevitablemente a precios más altos. Es algo que estamos empezando a ver en las principales materias primas. Así pues la pregunta no es cuando vamos a tener precios más altos, si no cuánto más altos. Sobre todo sabiendo que una vez que la inflación se pone en movimiento, puede ser difícil de controlar.

En 1956 Philip Cagan estableció la definición clásica de hiperinflación: una subida mensual de más del 50% en precios (lo que equivale a un impresionante 12.875% anual). Está claro que en este escenario tercermundista, el valor del dinero se pierde antes de que la tinta se seque en los billetes (de muchos ceros) y la mejor inversión es una escopeta. 

Sin querer ser agoreros, ni llegar a esos extremos, creemos que es conservador prepararse para una versión mucho más diluida (pero no por ello menos peligrosa) de un shock de precios (una subida de precios súbita que genere una devaluación de la divisa y una subida de los tipos de interés, que es lo que sucede en la mayoría de estos casos), aunque tampoco sea nuestro escenario central.

Simplemente creemos conveniente establecer un pequeño decálogo de urgencia para estar preparados. Por si las moscas.

La primera regla de un escenario de inflación elevada es que un euro hoy es menos que un euro mañana por aumento del coste de la vida.

La segunda regla es que un euro hoy es menos que un euro mañana también por el mero lapso temporal. El tiempo se come el dinero.

Dos palabras: activos tangibles. Enfocarse en preservar el patrimonio. Invertir en sectores o bienes duraderos. Invertir en activos que pervivan y/o que vayamos a utilizar de todos modos y que sirvan durante mucho tiempo.

Pensar en términos reales y en el largo plazo. Invertir pensando en el largo plazo, y sin dejarse engañar por la inflación: las inversiones a corto plazo darán resultados distorsionados (parecerán ofrecer beneficios, mientras que en realidad estamos teniendo pérdidas).

Intentar, en la medida de lo posible, mantener el dinero en divisas que no vayan a devaluarse.
Respecto al ahorro: en un shock de inflación el crédito se vuelve más escaso y caro (los inversores exigen más). Esto conlleva varias lecturas. 

Una, negociar duro los depósitos y conseguir una alta remuneración, para al menos en parte, seguir el ritmo de la inflación. La diversificación de depósitos en diferentes bancos es una buena idea ya que algunos bancos probablemente quebrarán. Dos, negociar una tasa fija aceptable para las deudas (si es posible) o liquidarlas (el coste de vida y los intereses subirán, haciendo más difícil el servicio de la misma). Y tres, en la medida de lo posible pagar en cash (valdrá menos).

Respecto a la inversión... Uno, tener cuidado con la compra de bonos: las altas tasas de inflación pueden destruir completamente el valor de los bonos a largo plazo (básicamente, una segunda derivada de pensar en términos reales, no nominales); y dos, saber, por el contrario, que la renta variable y los activos reales constituyen un buena protección sobre la inflación a largo plazo.

No pensar en costes históricos. En tiempos de inflación elevada, no se funciona con LIFO o FIFO, si no con NIFO (Next In First Out), lo que importa no es lo que se ha pagado en el pasado, es el coste de reposición futuro.

Ampliar el círculo de suministradores de capital (recordemos, crédito estrecho y caro), lo que incluye a establecer lazos con clientes y suministradores para dar mercado a los clientes y facilitar nuestras compras y las suyas.

Vivir de manera racional: pensar en la cantidad y la frecuencia con que se necesita algo y luego comprar lo que se necesite, gastando en los no-recurrentes con moderación.

Puede sonar a advertencia taciturna y alarmista. Como en el cuento de Pedro y el lobo, la reiteración de una amenaza que no se materializa pasa de ser considerada un elemento real a un simple desvarío. Lo mismo sucede con la inflación elevada… Hasta que un día llega. Y salta. Después de todo, la inflación también tiene ancas de rana. Esperemos que Bernanke la sirva al punto.

(*) Ricardo Santos es Analista Financiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario