lunes, 29 de noviembre de 2010

¿Es Merkel demasiado alemana para el euro?

BERLÍN.- No hay semana de crisis sin opinión de la canciller, ni sin caída de valores, bonos y bolsa... entre los socios más desfavorecidos. La Unión Europea echa de menos un liderazgo; pero que no sólo hable, o que no hable sólo en alemán y para sus electores. El presidente del Eurogrupo —de ministros de Hacienda— Jean Claude Juncker, ha dicho claramente que Alemania estaría «lentamente perdiendo de vista el interés común europeo», recuerda Abc.

Después de los griegos, ya están los irlandeses odiando a Angela Merkel y talvez aguarden ya en fila portugueses, o belgas o españoles. A los mercados financieros tampoco les sienta mejor. Que las cuentas de la eurozona estén desequilibradas, no pide que su mayor accionista lo airee fuera del consejo de administración a cada rato: la situación del euro es «excepcionalmente seria», proclama la canciller; «el euro es una moneda estable» le ha reprochado de inmediato el comisario Ollie Rehn.
En los últimos días la canciller federal ha enervado primero, e intentar tranquilizar después, a los mercados, de nuevo, un par de veces: el jueves se esforzaba por clarificar que, el riesgo de los bonos en la zona del euro, está cubierto al menos hasta 2013, por el fondo de rescate: No hay necesidad de huir, «todo se mantiene como está acordado».
Su exigencia, de que los acreedores privados participen en el riesgo de la inversión, y en el mecanismo de protección de futuras crisis, sería para después. Pero el después ha sido ya para los irlandeses, que creen que estas declaraciones han auyentado a los inversores depreciando sus bonos y precipitando la crisis.
Sólo luego ha reconocido la canciller que su insistencia, unilateral para enfado de Bruselas, podría haber azuzado el nerviosismo. Tampoco su propio ministro de Hacienda lo ha entendido mejor. Ahora se dice confiada en que, en un futuro, «los mecanismos del mercado, es decir los tipos de interés, impondrán la disciplina».
Analistas consultados ven que su propuesta «suena razonable». Merkel pide que los políticos tengan el coraje de exigir compartir responsabilidades a los agentes y sociedades privadas de inversión, «los que ganan dinero», a fin de «demostrar a los mercados financieros quiénes están al frente». «¿O es que negociar con deuda pública es el único negocio en el mundo que no implica riesgos?», se ha preguntado Merkel ante el Bundestag.
Pero aunque el discurso «suene» a justa reivindicación, para los países pequeños, o con dificultades presentes, la lógica de medir es demasiado alemana: ante la amenaza, los inversores huirán de Irlanda para, en cualquier caso, refugiarse siempre en el bono alemán. Merkel protesta. Todo el mercado se beneficiaría de un mecanismo permanente, de riesgos compartidos, y su ministro de Exteriores la ha respaldado con su homóloga francesa: «en esto, Berlín y París son muy coincidentes».
La líder alemana ha recibido un alud de críticas de todos los rincones y estamentos de la UE, que desde la crisis griega en invierno pasado ven un problema en la locuacidad germana; por más que, en aparente contradicción, se invoca un mayor liderazgo dentro de la Unión que, hasta este año, todos decían esperar sólo de Merkel.
Pero frente a la era Kohl, los socios resienten que el liderazgo alemán no es ya el de todos los europeos. Juncker ha dicho en Berlín que echa de menos a su «amigo paternal» Kohl, que daba la cara «siempre por los pequeños Estados» de la UE, mientras Merkel no habría hecho las cosas más fáciles ni a griegos ni a irlandeses, ni con sus opiniones ni con sus retrasos.
La dirigente democristiana insiste en que «no es necesariamente mejor europeo el más rápido en primer lugar ayuda a los demás países miembros, sino aquel que adopta medidas para fortalecer el euro a largo plazo». Por el «alto nerviosismo generado» la canciller ha querido descartar ante los inversores, «hoy por hoy», la posibilidad de nuevos casos similares a los de Grecia e Irlanda.
El ministro de Exteriores insisten en que Alemania busca «un euro protegido permanentemente de toda turbulencia a través de un mecanismo a prueba de cualquier inclemencia» y denuncia «los ataques especulativos contra Europa y el euro».
El ataque al euro, ¿sin éxito?
También el presidente del Bundesbank, Axel Weber, asegura que «el ataque contra el euro no tiene ninguna posibilidad de éxito». Pero el aspirante a suceder a Trichet no ha creado menos confusión al sugerir que se defenderá el euro «incluso ampliando el fondo de rescate». La Comisión Europea no ha tardado en distanciarse.
Numerosos expertos y dirigentes europeos, incluido el presidente del Banco Central Europeo, parecen hartos de que, desde un país como Alemania, efectivamente la canciller parezca confundir el euro con su país y no diferencie los problemas de países individuales de los de la propia moneda común.
Juncker ve en esta unilateralidad un ataque a la credibilidad europea, como los propios arreglos «entre los grandes» a espaldas de todos, como la reforma del pacto de Estabilidad, acordada en Deauville por París y Berlín, para forzar sanciones a los que incurran en dificultad.
El ministro de Hacienda advierte de nuevo al Bundestag que «nuestra moneda conjunta está en juego, quiero dejarlo claro, y tenemos que asumir nuestra responsabilidad en esta difícil situación». De no actuar de consuno para defender una moneda estable, las consecuencias económicas y sociales «serían incalculables». Europa está «rodeada por un entorno difícil», dice Wolfgang Schäuble, en referencia no velada a una crisis periférica
Entre tanta opinión contradictoria, lo excepcional es la resistencia del euro, que apenas ha perdido un 7% frente el dólar en estos meses. La segunda oleada de crisis ha venido a probar que las palabras grandes y los grandes paquetes de medidas no convencen, más allá de unos meses. Econo-pesimistas como Smallwood o Roubini vienen augurando el fin del euro en su estado actual.
Dos zonas euros, o eurozona «purgada»
Pero poco a poco surgen otras voces en el Financial Times, como Gideon Rachman, que hablan ya de la posibilidad de dos zonas euros o, cuando menos, una eurozona «purgada», en que Alemania podría forzar a Grecia fuera del euro, como dice Domenico Lombardi, presidente del Oxford Institute for Economic Policy.
Parte de los inversores han llegado a considerar a la euro zona un artificio de origen, con grandes diferencias de competitividad en su seno y que sólo una plena unión fiscal podría subsanar. Pero Alemania no va a entrar por esa puerta y prefiere presionar con recortes, reformas estructurales y una devaluación local por recorte salarial. En todo caso, tanto el presidente del Bundesbank como el jefe del fondo de rescate europeo, el alemán Klaus Regling, han coincidido esta semana en afirmar que «un fracaso del euro es inimaginable», «no hay vuelta atrás», «ningún país abandonará el euro voluntariamente...».

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